Emilio Rodrigué

Querido Emilio, te fuiste imperceptiblemente. Así eras vos, devenir minoritario imperceptible. Sin hacer ruido a tus 84 años. En tu Bahía de los sueños y de tus libros –con Hernán y con Fernando ya estábamos por jubilarnos del oficio de prologuistas de tus libros–. Eras infiel por naturaleza con las mujeres, pero fiel a los hombres y amigos. Cuando vivimos juntos en La Casona (1971-72) escribí El Sr. Galíndez y vos Heroína. La filmación de esa película fue para mí una experiencia inolvidable. Increíble. Año imborrable de nuestro proyecto estético-ideológicos. Siempre me impresionó que el hippismo que invadía nuestro departamento de Cabildo nunca fuera una molestia para vos. Todos te tenían un gran respeto y admiración. Mirta tenía una especial predilección por vos.

Para lograr la eudaimonia

Me alivió saber que el psicoanálisis continúa vivo en el siglo XXII, cosa de la que muchos dudaban. Hubo una crisis en el psicoanálisis a partir del Mayo Francés de 1968, tiempo en que, como dije en otro lugar, Marx murió, olvidado, y Freud, mal herido, fue rescatado por Lacan en una callejuela del Barrio Latino. Pero el psicoanálisis perdió su glamour.

Heráclito, quiero saber. ¿El psicoanálisis está vivito y coleando mucho? Quiero decir, como se dice hoy en día, ¿el psicoanálisis sigue siendo algo así como una tecnología de punta? ¿Los analistas siguen ocupando un lugar en los medios, se los llama para hablar de cualquier cosa? Quiero saber pequeñas cosas del oficio: número de sesiones, duración de las mismas, honorarios, ¿se sigue cobrando cuando el paciente falta? ¿Los honorarios son los mismos según el bolsillo del paciente?