Precios, monopolios y logística

Pedro Peretti


El Hambre nunca tiene que ver con la producción de alimentos, siempre con la distribución de la riqueza. Monseñor Helder Cámara (1909-1999), en un viejo libro se preguntaba: ¿de qué sirve la carne colgada en el gancho de la carnicería sino tengo plata para comprarla? El caso Argentino es el más paradigmático de todos en este sentido.

La causa madre de todas las inequidades alimentarias argentina es el modelo de producción agrícola que nos asignó la globalización y que definimos como: “monocultivo inducido, con concentración de tierras y rentas”. El principal rol de la agricultura en tiempos del neoliberalismo no es producir alimentos para la mesa familiar, sino excedentes exportables. Para eso el macrismo bajó salarios y jubilaciones. Menos consumo interno, más saldos exportables. Las tierras se reorientan casi exclusivamente a cultivos de exportación, como la soja, que se exporta el 97 por ciento de lo que se cosecha. Este modelo le arrebató a la ganadería alrededor de 10.000.000 de hectáreas en la pampa húmeda, y deforestó cerca de 7.000.000 de hectáreas de bosque en los últimos 20 años. Donde estaban las vacas se sembró y donde estaba el monte natural se trasladó la ganadería y soja. Esto significo el fin del consumo de cercanía, por lo que desaparecieron cerca de 200000 explotaciones. 

La chacra mixta y los cordones periurbanos que eran los históricos proveedores del consumo de cercanía, ya no existen. Ahora los alimentos viajan miles de km. Este modelo productivo produjo tres consecuencias graves a considerar que impactan de lleno en el costo de los alimentos y que la derecha inteligentemente invisibilizó en el debate político, y el campo nacional y popular por negligencia se lo permitió: 

a) La concentración de tierras y rentas. La plataforma donde se producen los alimentos es el suelo y si el suelo esta concentrado en pocas manos (latifundio) alguien paga demás por esa concentración, ¿más que obvio, no? 

b) Los monopolios alimentarios integrados verticalmente. Esto funciona así: el suelo, más la producción del suelo, más la elaboración de lo que produce el suelo, más el transporte, y la venta de todo “eso” se concentra en una misma y sola mano. Es lo que se llama integración vertical agroalimentaria, léase: Paladini, AGD, Los Grobo, etc. Un modo de producir letal, que hiere a la democracia y a los bolsillos populares por igual. 

c) La irracionalidad logística de la producción de alimentos es total e increíble, y formadora de precio. Todo el proceso antes descripto se hace en camión y con costos dolarizados. Veamos algunos ejemplos: la leche recorre 1000km promedio para llegar a la mesa de los argentinos, la carne alrededor de 500km; todo el pollo y el huevo que consume el NEA y el NOA se “fabrican” en Entre Ríos- Bs As-Sta. Fe, o sea que recorren 1000 km para llegar a los consumidores. 

El 95 por ciento de la cosecha se trasporta en camión, para lo cual necesitamos 5 millones de viajes, mas otro millón para trasladar la hacienda (bovina, porcina, lanar etc.).Todo va y viene por carreteras, miles de Km, todo a base de gas oíl e insumos dolarizados. Ni hablar de la polución que genera, ni de los accidentes viales que están directamente relacionados con esta superpoblación de vehículos. La Argentina tiene los costos de logística más altos de la región, un 33 por ciento de su PBI. El 35 por ciento promedio del precio de un producto es movimiento, y el 50 por ciento de esos costos están dolarizados. Si los alimentos recorren miles de Km para llegar a los consumidores y todo es de modo carretero y en dólares, y los salarios son en pesos; allí, sin duda hay un problema grave, que tiene que ver con la accesibilidad a los alimentos. ¿O no?

La lucha contra el hambre debe incluir necesariamente un cambio rotundo de la matriz productiva. No es solo poner dinero en una tarjeta para la compra de alimentos. Si nos quedamos ahí, corremos el riesgo de que en vez de solucionar el hambre que padecen millones de compatriotas, solo vamos a mejorar los balances de Coto, La Serenísima etc. Los monopolios son parte del problema en la lucha contra el hambre, no de la solución.

¿Que proponemos?: Volver al consumo de cercanía; ¿cómo?, fácil, pero difícil. Crear una secretaria de Estado que se ocupe de la promoción de la agroecología, que verifique e impulse la reconversión productivas de las franjas periurbanas prohibidas de fumigar. De allí debe volver a salir el abasto de las ciudades y pueblos. Reformar la carta orgánica del INTA y darle lugar a otros tipos y modos de producciones, ¿porque tiene que tener la M.E. el monopolio de la representación de los productores en el directorio del INTA? Nada de esto se hace de la noche a la mañana, todo lleva su tiempo, pero en algún momento hay que empezar antes de que sea demasiado tarde. El camino es el del Movimiento Arraigo y la experiencia de San Antonio de Areco durante la gestión de Paco Durañona. Es por allí no por otro lado.

- Pedro Peretti, Ex director de Federación Agraria Argentina (FAA) .

 

Página/12 - 20 de enero de 2020

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