Opiniones acerca del conflicto

Edgardo Form - Ing. Enrique Martínez - Horacio Verbitsky

El nuevo escenario

Edgardo Form

Hay que asumirlo: la sociedad argentina está dividida. Esa es la realidad. Hay fracturas históricas que persisten y hasta se han profundizado en vísperas de celebrar el Bicentenario de la patria.

Esta es una de las conclusiones que podemos extraer del agobiante conflicto iniciado el 11 de marzo último y cerrado, parcialmente, con el rechazo del Senado al proyecto del Poder Ejecutivo sobre retenciones móviles.

A lo largo de estos meses de tensiones crecientes, confrontaciones callejeras, demostración de fuerzas en uno y otro lado del mapa político, se puso en evidencia, por si hacían falta pruebas concretas, que no hay un proyecto de Nación compartido por todos o, al menos, la mayoría de los hombres y las mujeres que habitan el generoso y extenso territorio de la República.

Si tomamos los resultados de las votaciones en ambas cámaras del Congreso Nacional como una muestra representativa de los modelos en debate, podríamos convenir que la línea divisoria fragmenta en dos grandes bloques el agrupamiento de la ciudadanía. Obviamente, esto es una simplificación cuantitativa con fines didácticos, es la fotografía de un instante, pero no es fatal que persista inmutable en el tiempo. Hay mucha confusión, deliberadamente inducida por sectores de la oposición o producto de graves errores en el manejo informativo del gobierno

Lo cierto es que, más allá de las precisiones estadísticas, queda claro que estamos ante un escenario sumamente complejo, en primer lugar para la gobernabilidad del país. Esto hace prever renovadas turbulencias generadas por la puja distributiva, variadas alianzas y coaliciones con vistas a las elecciones legislativas del año próximo y, seguramente, un clima enrarecido por la prédica sistemática de los multimedios periodísticos, acerca de cuyo papel en todo este proceso será necesario reflexionar en profundidad. “Los medios agitan miedos”, han dicho con acierto los más de mil quinientos intelectuales congregados en el espacio Carta Abierta.

A propósito, el surgimiento de esta novedosa forma de organización y expresión pública de las más variados y lúcidos exponentes de la intelectualidad argentina, es uno de los hechos más estimulantes de los últimos tiempos. En buena hora se han dado cita la mayoría de los mejores cerebros contemporáneos, para estimular el pensamiento crítico, interpretar los cambios profundos que se vienen produciendo en el terreno político, económico, social y cultural de la sociedad y, sobre todo, contribuir a transformar la realidad.

Otro de los datos clave que debemos consignar en este comentario, es la configuración de lo que se ha denominado “la nueva derecha”. ¿Cuál es la novedad? Veamos: históricamente, los sectores del privilegio simbolizados por una entidad emblemática como la Sociedad Rural Argentina, acudían a las Fuerzas Armadas para restaurar el orden conservador, interrumpir el funcionamiento de las instituciones republicanas y poner al frente del país a sus testaferros o representantes más genuinos. Sin ir demasiado lejos hacia el pasado, recordemos el 24 de marzo de 1976, cuando se instaura la dictadura genocida y su ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz.

Ahora estamos frente a un fenómeno diferente: el entramado de organizaciones representativas del gran capital, junto con referentes de los sectores medios urbanos y rurales, articulados con el respaldo y la promoción de las cadenas oligopólicas de diarios, radios y emisoras de TV y – he aquí lo novedoso – la presencia de masas en las calles, plazas y rutas del país, donde comparten escarapelas y consignas productores de la Pampa Húmeda con personas y agrupaciones ubicadas en las antípodas de la pirámide social.

A lo largo de estos interminables días de conflicto, simplificado por los expertos comunicacionales como “el campo versus el gobierno”, el núcleo duro del debate estuvo centrado en dos modelos contrapuestos: o la economía la conduce el Estado o lo hace el mercado. Claro está que no todos los ciudadanos interpretaron el sentido de la disputa en esos términos. Recordemos que al comienzo de la contienda, tal como lo señaló acertadamente el IMFC (Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos) en una solicitada, la medida gubernamental no tuvo en cuenta la heterogeneidad de los productores agropecuarios y cometió el desacierto de no segmentarlos a la hora de aplicar las retenciones.

Pero cabe reiterar que la alternativa Estado o mercado está en la esencia de la discusión que se llevó a cabo (y continuará hasta donde nos llega la mirada), en algunos casos con argumentos serios y fundados, y en muchos otros con prejuicios y odios, fomentados por variados referentes mediáticos y una gramática periodística dirigida a estimular las más bajas pasiones y los viejos antagonismos.

Hemos constatado una vez más que frente a los planteos contaminados por la bronca y la irracionalidad, no funcionan las explicaciones sensatas. Uno puede construir las mejores ideas, plantear la necesidad de impulsar un proyecto de Nación que garantice el bienestar de todos sus habitantes, que para distribuir la riqueza con equidad es necesario contar con políticas públicas eficaces, que donde hay una necesidad existe un derecho, en fin, que otro país y otro mundo son posibles. Pero si el interlocutor ha sido víctima de la jibarización ideológica practicada por los inefables movileros de la televisión, lo más probable es que no nos entienda y termine respondiendo con alguna de las zonceras de las que hablaba Arturo Jauretche. Así de difícil es la batalla cultural en la que estamos inmersos, pero hay que persistir con paciencia y perseverancia.

Lo cierto es que se ha instalado una crisis política y no podemos descartar que algunos sectores intenten aprovechar la coyuntura con fines desestabilizadores, lo cual debería mantener a la ciudadanía democrática en estado de alerta. Sin perjuicio del derecho al disenso, que debe ser celosamente preservado, lo que no puede admitirse bajo ningún concepto es cualquier forma de cuestionamiento al sistema constitucional.

En conclusión y sin ánimo alguno de simplificar el panorama, es oportuno recordar la consigna acuñada por el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos allá por 1987, en circunstancias difíciles para el país, con acechanzas sobre las instituciones y la vigencia constitucional. Por entonces dijimos y vale reiterarlo: “La democracia se defiende con participación popular, solidaridad y justicia social”.

-------------------------------------------------------------------------

Además de las retenciones

Ing. Enrique Martínez

n un tema que tiene en vilo a los argentinos desde hace más de tres meses, la conducción del INTI se ha involucrado, tratando de poner en perspectiva el conflicto entre los intereses generales y los intereses de los diversos actores que tienen que ver con la producción agropecuaria.
En nuestros documentos, por lo tanto, hemos señalado la tremenda incidencia distorsiva que tiene la presencia del capital financiero como arrendatario, así como los cuasi monopolios en la provisión de semillas o herbicidas o fertilizantes, o la enorme concentración en la exportación de granos.

Creemos haber destacado que hay un largo camino a recorrer, además de discutir los niveles de retenciones, para poder decir que la estructura de producción y comercialización de granos tiene facetas de mínima equidad e igualdad de oportunidades entre los actores actuales o futuros.

La cuestión, sin embargo, no se agota allí. Aunque se ordenara ese espacio, ¿estaremos conformes con vincularnos al mundo como proveedores de materias primas agropecuarias?
Desde el INTI, al menos, la respuesta es no. Rotundamente no.
Cambiarían algunas cosas si los productores agropecuarios auténticos pudieran tener adecuada rentabilidad en cualquier región y en cualquier rubro, pero no las suficientes. A esa condición debe agregarse una industria de transformación de las materias primas del campo, que tampoco se limite a incorporar el muy modesto valor agregado por la producción de aceite en bruto o por moler el trigo para hacer harina.

Un país lechero líder no se queda en la leche en polvo o en el queso standard. Hace quesos especiales, concentra las proteínas contenidas en el suero de queso, extrae de allí lactoferrite.
Un país con ganado vacuno, que sea líder, no exporta solo cueros semiterminados y cortes especiales. También produce ácidos grasos, globulinas y otros productos de la sangre, aminoácidos de los huesos, marroquinería de primera.
Un país avícola líder, no solo exporta pollos enteros o sus cortes. Produce biogás con todos los residuos de cama de pollos; aprovecha las vísceras y las plumas para hacer concentrados proteínicos con los cuales alimenta peces, que aumentan la oferta de carnes.
Y más y más. Y todo eso lo hace cerca de donde produce la soja, el maíz o el trigo. No lo hace mirando hacia el océano, con una actitud extractiva, que pone el centro técnico de la cadena de valor en la disponibilidad de tierra, mas allá – mucho mas allá – que la disponibilidad de inteligencia.
De esa manera se construye tejido agroindustrial y tejido social. Se convierte a la desocupación y a la pobreza en hechos del pasado. Se rompe con la dependencia de los monopolios exportadores. Todo eso. Pero además, se construye un vínculo integral entre la tierra y la industria, en el cual incursiones como las del capital financiero sembrador de soja, con su actitud puramente especulativa, pierden sentido primero y relevancia después.
Hay algunos ejemplos aislados en el país de esta asociación virtuosa. Algunas industrias lecheras de Rafaela; Alguna industria de chacinados cerca de Rosario. Pero es bien poco y aún en esos casos hay todavía margen para aumentar la integración de la cadena.

Queremos ayudar a instalar esta mirada productiva, sin la cual difícilmente podamos tener una sociedad equilibrada. Para ello, más que discursos, creemos en la acción. Por eso estamos llamando a concurso de estudios de prefactibilidad de la industrialización local de granos, en los términos que se describen en la convocatoria que se incluye en esta edición (ver página 5).
Como allí se verá damos peso central a la industrialización integral en la zona de producción, a la valorización de los subproductos o los desechos, al medio ambiente y a la ocupación. No damos prioridad a los estudios de mercado. Metodológicamente, estamos convencidos que una industria eficiente que le agregue valor a los frutos de nuestra tierra es inexorablemente fuerte en el mercado. Por lo tanto, esto lo podremos ver después, con calma.

No puede ser apenas un sueño que nuestro futuro deje de depender de la cotización de los granos en Chicago; que a su vez depende de la especulación financiera de gente que nunca conoceremos y que nunca verá siquiera una planta de soja. No puede ser que nos conformemos con tan poco como alcanzar un nivel de retenciones que permita a 100.000 productores seguir construyendo departamentos con sus ganancias; que difícilmente alguien ocupará en su totalidad; mientras a miles de kilómetros de aquí crecen los pollos o los cerdos criados con nuestro maíz y nuestra harina de soja; se producen los equipos de biogás y el biogás que no tendremos; se obtienen los derivados proteínicos y farmacéuticos que nuestros técnicos saben obtener, pero nunca podrán fabricar, porque el señor Cargill los dejó sin la materia prima, o el señor Monsanto los tiene atados con sus patentes.

Fuente: Saber Como Nº66 - Julio 2008

-------------------------------------------------------------------------

Falacias

Horacio Verbitsky

La cuestión de los pools de siembra y la incidencia de los arrendamientos sobre la producción de soja fue debatida en las comisiones del Senado durante la visita de los jefes de las cámaras patronales agropecuarias. Se repitieron las falacias ya habituales, como siempre con participación destacada de Eduardo Buzzi, cuya reputación es mejor que la de Guillermo Moreno porque no forma parte del gobierno. El senador por Santa Cruz Nicolás Fernández le preguntó qué porcentaje de tierras alquiladas había y qué porcentaje del margen operativo se llevaba el costo del arrendamiento y propuso “discutir si este nuevo sujeto agrario de la etapa no es el que está distorsionando la rentabilidad que usted defiende”. Buzzi respondió que “casi el 70 por ciento de la tierra en explotación agrícola está trabajada por arrendadores” y con un ejemplo de Santa Fe dijo que el 58 por ciento del costo de ese productor es arrendamiento. Ese sería el principal problema de “ese gaucho, que tiene que poner 18 quintales de soja para poder trabajar una hectárea de campo. Además, hay que agregar la cuestión de los fertilizantes. ¿Cómo no van a salir a la ruta?”. El censo agropecuario de 2002 lo desmiente. Los datos correspondientes a la región pampeana (formada por Buenos Aires, La Pampa, Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos y que según el secretario Urquiza concentra el 88 por ciento de la producción de soja y el 89 por ciento de los productores, con un margen neto de 820 pesos por hectárea) indican que más de la mitad de su superficie corresponde a propietarios, un tercio a propietarios que además alquilan tierras para mejorar la escala de producción y apenas 8 por ciento son arrendamientos por parte de operadores que no son propietarios, como se aprecia en el cuadro.

Si además se analizan esos mismos rubros según la superficie del arrendamiento, se observa que la incidencia de propietarios entre quienes arriendan tierras de otros para producir se acrecienta con el tamaño de la explotación, según se ve en el gráfico.

En explotaciones de hasta 500 hectáreas los arrendamientos de propietarios duplican a los de no propietarios; a partir de allí y hasta 5000 hectáreas los triplican. De 5000 a 10.000 los cuadruplican y en explotaciones de más de 10.000 hectáreas casi los septuplican. Estos datos sobre el total del universo agropecuario de la zona núcleo ponen en cuestión también la pertinencia del proyecto de ley sobre arrendamientos, que la Federación Agraria consiguió colar tanto en bloques del oficialismo como de la oposición, con el argumento de defender a los productores más débiles de una agresión de capitales extrapampeanos, depredadores y expulsivos. Aquí se ve con claridad que se trata de un conflicto interno al sector agropecuario, más parecido a la confrontación original del grito de Alcorta de 1912, que a la guerra de las galaxias de los pools de siembra. Buzzi se niega a reconocerlo porque privilegia su alianza con los grandes latifundistas pampeanos, como Luciano Miguens y Mario Llambías. Por otra parte se redujo en forma notable la superficie tomada mediante contratos accidentales, ya sea por propietarios o por no propietarios: de 3,8 millones de hectáreas según el censo agropecuario de 1988 a 1,5 millones de hectáreas en 2002. El contrato accidental es aquel que se establece por un máximo de dos cosechas, es decir menos de dos años, y que puede ser renovado. Esto indica que en el presente los contratos son por tres o más años. En una etapa de notable incremento de precios a nivel internacional, fijar un mínimo de cinco años mejora la situación a los que arriendan a otros propietarios. Nada de esto implica negar la importancia de la inversión de capital financiero en los commodities agropecuarios, pero muestra que el agente de su desembarco en el agro argentino no es un actor nuevo, sino la vieja oligarquía, que desde hace por lo menos un siglo es la clase más innovadora y moderna, el interlocutor privilegiado de los mercados internacionales y el azote de cualquier gobierno que la considere por lo que es y no por el cuento de hadas de que ha dejado de existir.

Fuente: Página/12 - 13.07.2008

Compartir en