"Los tiempos terribles reclaman gasto público rápido, intenso y prolongado"

Paul A. Samuelson*

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Una lección dejó la Gran Depresión de 1929-1937. La reacción lenta y débil del presidente Herbert Hoover permitió que lo que era una endeble recesión en 1930 se transformara en una metástasis del cáncer maligno de la depresión duradera. Los tres años que siguieron al colapso del mercado de valores mundial y de los Estados Unidos en 1929, fueron tiempo desperdiciado y se requirieron otros varios años para salvar el capitalismo a través del New Deal de Franklin Roosevelt.

El equipo del presidente Obama no cometerá el error de Hoover. Espero que las minorías republicanas en el Congreso se plieguen al desafío de promover programas de gasto deficitario necesarios para la economía real. Esos gastos tendrán que ser de largo y de corto plazo.

Mis profesores de economía de Chicago en los años 30 tardaron en producir buenas orientaciones porque, antes de 1929, los ciclos económicos normalmente habían sido moderados. Los macroeconomistas de hoy han sido más rápidos en reaccionar. Los típicos eruditos de las prestigiosas universidades tanto como sus colegas de los bancos y de las empresas salieron pronto de su confiada complacencia en que la ortodoxia de manipulaciones del banco central podía mantener moderados los ciclos económicos. La dolorosa realidad les borró la idea de que el gasto mediante déficit fiscal era sólo un arma secundaria para la recuperación.

No hay que creer en la elocuente oratoria acerca de que la confianza, por sí misma, lanzará a la economía real a la recuperación del empleo y al aumento del salario real. La charla, si no se sustenta en acción genuina, sólo engendra decepción.

Al final, ¿cuánto costará todo el gasto que hace falta? Ningún jurado de expertos puede saberlo. Lo que es seguro es que un gasto insuficiente en el corto plazo y en el largo plazo, a la larga empeorará la futura inflación y la deuda pública.

Los dólares de gasto preventivo nos salvarán de más dólares de gasto más adelante.

Los no economistas se engañan a sí mismos cuando hablan de hacer "arrancar" la economía. Recargar la batería descargada de un automóvil es inútil si no hay suficiente combustible disponible para impulsarlo.

Hay otra falacia aún, la que espera conseguir la recuperación "accionando la bomba". Los niños de escuela saben que mojar las válvulas secas de una bomba puede causar una circulación sostenida del agua sólo si los pozos subterráneos ya tienen las reservas llenas.

Un saludable gasto deficitario no es cosa del pasado. Por fuerza deben ser gastos renovados, prolongados durante los varios años que tarde la prerrecuperación.

Lamentablemente, el legado del presidente Bush a los estadounidenses es la universalización de la aversión al riesgo y miles de millones de dólares de endeudamiento que nunca se pagará. Obama y el Congreso necesitarán reconstruir un nuevo gasto que, en última instancia, sea autosustentable.

Aprendí todo esto en 1932, cuando iniciaba mis estudios de economía en la famosa pero conservadora Universidad de Chicago. Mis profesores eran conocidos mundialmente. Por desgracia, fue necesaria una Depresión para enseñarles que jamás ningún sistema de mercado puede estar siempre estable y autocurarse.

Los críticos de Roosevelt pensaban que el despilfarro empobrecería a los Estados Unidos para siempre. Estaban equivocados.

Incluso antes de Pearl Harbour en 1941, la economía estadounidense se había transformado en el centro neurálgico que salvó al mundo de una victoria de Adolfo Hitler.

¿Los salvatajes del New Deal generaron el fin del riesgo moral del final de los 30? Los historiadores económicos documentan que no fue ése el caso.

El presidente Obama enfrentará un difícil panorama. Sus predecesores ­los que dejaron estallar la crisis económica­ dirán: "No gaste más de la cuenta." Pero ellos no entran a la cancha con las manos limpias.

La popularidad de Franklin Roosevelt entre los votantes fue de gran importancia para derrotar a la Depresión de los Estados Unidos.

Roguemos que los críticos que le salgan a Barack Obama no retrasen y pongan en peligro el regreso a la prosperidad en 2012 o antes.

Los actuales padecimientos nos remiten directamente a la victoria electoral de Ronald Reagan en 1980. Un presidente envejecido fue rodeado por "radicales de derecha partidarios del ofertismo" que sembraron las semillas de la desregulación a la Bush.

Ambos Bushes llegaron a la Casa Blanca con la crasa visión de Reagan que el Estado es el problema, no la solución. Este ha sido el mantra de los ultraliberales de Milton Friedman. Ese tipo de republicanismo ha sido malo para la prosperidad de la gente.

De tanto en tanto, el estilo estadounidense se apartó del reaganismo, como cuando Paul Volcker le quebró el espinazo a la inflación mediante la política de palos de la Reserva Federal.

A fines de los 90, la política centrista de Bill Clinton le legó a George Bush hijo tanto un presupuesto fiscal equilibrado como una robusta economía innovadora shumpeteriana. El presidente Obama solo no puede devolvernos a esa situación mejor. Las nuevas generaciones de votantes tendrán que librar esa lucha.

*Economista estadounidense de la escuela neoclásica, nacido en Gary, Indiana el 15 de mayo de 1915. Conocido por sus contribuciones en muchos campos de la economía, empezando por su defensa general del método de las estáticas comparativas en su libro Foundations of Economic Analysis (1947). Samuelsons fue premido en 1947 con la Medalla John Bates Clark y en 1970 obtuvo el Premio Nobel de Economía.

Traducción de Beatriz Cádiz.

Fuente: (c) Tribune Media Services / IEco Clarín - 19.01.2009

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