La frustración del Este europeo

En el Este, la ilusión por la UE dejó paso a la frustración. Dos años y medio después de su ingreso al bloque, las crisis políticas hacen temblar a sus respectivos gobiernos. Autor: [b]Vanessa Gera[/b] Fuente: [b]La Nación [/b]

Las manifestaciones antigubernamentales, como las que ayer dejaron más de 30 heridos en Budapest, hacen temblar a la capital húngara. Las intrigas políticas en Polonia mantienen paralizados los proyectos para la construcción de nuevas rutas y viviendas. Los populistas asumen el poder en Eslovaquia, con la promesa de suprimir las reformas económicas. Y la República Checa ha transitado durante meses sin un gobierno funcionalmente en ejercicio.

La vida política se ha trastornado en el este europeo y muchos se preguntan qué salió mal en los dos años y medio desde que esos ex países comunistas se sumaron a la Unión Europea (UE) con la esperanza de cosechar los frutos de la democracia y el mercado libre.

Muchos expertos afirman que los pueblos de Europa del Este están hartos después de los años de sacrificio económico que hicieron para incorporarse a la UE y a la OTAN y que ya no tienen claros los objetivos que los impulsaron hacia Occidente después del colapso del comunismo, en 1989. Además, su descontento crece ya que fue ilusoria la inmediata prosperidad que muchos creían que vendría con la incorporación a la UE.

"El fenómeno común a todos esos países es la fatiga de la transición", comentó Gergely Hudecz, un analista político del Banco DZ, de Budapest. "El electorado -añadió- se hartó de las reformas."

Ya no existe la intensa presión externa que impulsó a los gobiernos de Varsovia, Budapest, Praga y Bratislava a cerrar las fábricas improductivas y liquidar las empresas estatales, ante una nueva ola de desempleados afectados por los aumentos de precios. Esos cuatro países reemplazaron a los líderes que los llevaron al bloque europeo y algunos optaron por sumarse a partidos que prometen recuperar los beneficios del Estado asistencialista que habían sido eliminados para que el país fuese aceptado como miembro de la UE.

Nacionalismo y populismo

La mayor fractura se registró en Hungría, donde el primer ministro socialista, Ferenc Gyurcsany, indignó al país al afirmar, en una grabación que se filtró a la prensa el mes pasado, que el gobierno había mentido acerca de la economía. Eso llevó a que, durante semanas, se registraran marchas de protesta antigubernamentales, como las que tuvieron lugar ayer en el 50º aniversario del levantamiento húngaro contra la Unión Soviética.

Al Norte, en Polonia, dos hermanos mellizos con punzantes criterios nacionalistas -el presidente, Lech Kaczynski, y el primer ministro, Jaroslaw Kaczynski- gobiernan un país paralizado por frecuentes recomposiciones del gabinete e intrincadas maniobras políticas.

En el más reciente giro de los acontecimientos, el primer ministro reincorporó al gabinete a Andrzej Lepper, un fogoso populista, menos de un mes después de haberlo destituido por exigir un mayor presupuesto.

En Praga, la política ha estado en punto muerto desde que las elecciones de junio pasado hicieron que la Cámara baja del Parlamento quedara dividida en un virtual empate entre la izquierda y la derecha. Y en la vecina Eslovaquia, el premier Robert Fico asumió el poder este verano boreal con la promesa de eliminar muchas de las reformas económicas que habían convertido a esa nación en la niña mimada de los inversores extranjeros. Su partido de extrema izquierda provocó inquietud cuando formó una coalición con otro de tendencia ultranacionalista.

Después de la admisión en la UE, señaló Jiri Pehe, un analista político y director de la New York University, de Praga, "lo que vemos ahora es una proliferación de nacionalismo y un mayor número de políticos populistas. Las frustraciones, las emociones y los sentimientos que habían sido contenidos durante el proceso de admisión están ahora asomando".

Traducción: Luis Hugo Pressenda

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