La concentración de la tierra y de la producción en la Argentina

Alfredo Zaiat - David Cufré

¿Quiénes son los propietarios de la tierra en la Argentina? El panorama no parece haber cambiado mucho con respecto al siglo anterior: aún hoy, las familias tradicionales todavía son quienes detentan el control de la tierra en la región pampeana. Al mismo tiempo, se dio un proceso de concentración de la producción, al tener acceso a un nuevo paradigma productivo-tecnológico. A continuación reproducimos dos artículos que ayudan a la comprensión de este fenómeno con dos caras.

Concentración

Alfredo Zaiat

Al mismo ritmo sostenido del crecimiento de los precios internacionales de los granos en los ya largos 120 días de conflicto, los representantes del campo privilegiado han ido sumando argumentos para cuestionar los Derechos de Exportación móviles de cuatro cultivos clave. Estudiar el extraordinario proceso que vive el sector agropecuario permite ir eludiendo esas sucesivas trampas al conocimiento, siendo una de ellas la que identifica a las vulgarmente denominadas retenciones como una medida que fomenta la concentración de la tierra. Como en tantas otras peculiares alianzas que se han podido observar en esta disputa, han coincidido en esa idea uno de los reyes de la soja en tierras arrendadas, Gustavo Grobocopatel, y el titular de la Federación Agraria Argentina, Eduardo Buzzi. Así, ambos agregan una cuota más a la confusión de una población rehén de una crisis que no termina de entender. En los últimos quince años, el proceso de transformación en la forma de organización y de desarrollo técnico-productivo del campo ha provocado una acelerada concentración de la producción y no así la de la tierra. Esta ya se encontraba históricamente en pocas manos y no fue precisamente por la existencia de retenciones a las exportaciones.

En la producción agraria se produjo una revolución tecnológica, que en la región pampeana empezó a verificarse desde mediados de la década del noventa, basada en la siembra directa y las semillas transgénicas. Este nuevo patrón productivo generó una fuerte caída de los costos, una reorganización de los modos de cultivar y el surgimiento de nuevos actores económicos en el sector. Este cambio tecnológico demanda mucho menos trabajo manual y mucho más capital. Se necesitan millonarias inversiones en maquinaria para siembra directa, que son distintas a las tradicionales. Por eso mismo surgieron contratistas –la mayoría son además medianos o grandes productores– que van por los predios con sus maquinarias a realizar el trabajo, que en la agricultura tradicional podía llevar de uno a dos meses, según la extensión, y hoy se realiza en uno o dos días. A la vez, los transgénicos exigen la utilización creciente de agroquímicos, como herbicidas y fertilizantes, que elevan el rendimiento por hectárea. El profesor Horacio Giberti, uno de los mayores especialistas en política agropecuaria, explica en una entrevista realizada por Isaac Grober, miembro del Consejo Editorial de la Asociación Civil-Cultural Tesis 11, que “en la agricultura tradicional el chacarero araba, sembraba, lo que le demandaba un mes de trabajo en una chacra corriente y luego hacía algunos trabajos culturales, como en el caso del maíz, o ninguno, como en el trigo. No había defensa del cultivo, en el sentido de que no se aplicaban herbicidas, ni fertilizantes, de manera que el chacarero veía crecer bien o mal el cultivo. Luego venía el período de cosecha, lo que implicaba la cosecha en sí misma, el transporte y la comercialización. Ese era el trabajo, de tres a cuatro meses relativamente duros”. Hoy, la realidad es muy diferente. Con la soja, el trabajo es de un par de jornadas, y en muchos casos es subcontratando la labor.

Esa transformación productiva se desarrolló con un Estado que abandonó su tarea de intervención para ordenar esa revolución tecnológica y para brindar asistencia técnica a los pequeños productores. En ese contexto, aparecen los fondos de siembra –pools– que tienen el capital suficiente para comprar y aplicar ese nuevo paquete tecnológico en economías de escala. Pero son los tradicionales grandes propietarios de tierras más que los pools los que han avanzado en concentrar cada vez más la producción en sus manos. Y esto fue así porque los chacareros que no pudieron acceder a ese nuevo paradigma productivo-tecnológico les resulta mucho más rentable alquilar la tierra que trabajarla. Entonces, lo que se ha verificado es una enorme concentración de la producción sobre tierras arrendadas, lo que ha provocado una profunda alteración de la estructura económica y social del campo. La propiedad de la tierra sigue tanto o más concentrada que antes, fenómeno que no tiene nada que ver con el actual proceso de concentración de la producción. Y obviamente, ni en una ni en otra concentración, los derechos de exportación tienen influencia directa. El economista Eduardo Basualdo que está trabajando en este tema desde hace años y en la actualidad lidera un estudio al respecto en el área de Economía y Tecnología de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), destaca que en la zona pampeana el 86,4 por ciento de la producción agrícola sigue en las mismas manos que hace un siglo y que esas familias y grupos tradicionales la realizan más de la mitad en sus tierras y el resto en otras que ellos mismos arriendan, que suman a las propias para mejorar la escala de producción.

Este complejo proceso permite acercarse a la comprensión de la actuación de la Federación Agraria en el conflicto, que ha desorientado a quienes todavía consideran que sigue siendo una entidad que defiende a los pequeños productores arrendatarios. La transformación productiva por la aplicación del paquete tecnológico siembra directa-semillas transgénicas alteró la estructura económica y social en el campo. Giberti ilustra que “el clásico chacarero arrendatario, la imagen tradicional del socio de la Federación Agraria, prácticamente desapareció porque muchos se transformaron en propietarios. Esa entidad era para los arrendatarios modestos una institución necesaria porque a través de su departamento legal les proporcionaba el apoyo jurídico necesario en su lucha contractual y legal con el propietario. Al transformarse en dueños, esos socios ya no tienen la necesidad de ese servicio”. Y muchos pasaron a ser arrendadores de los pools o de los grandes propietarios de tierras, lo que explica la indiferencia que manifestaron al proyecto de Ley de Arrendamiento y sólo se preocupen por la defensa de la renta sojera, que es la que le brinda el alquiler de sus tierras. Por eso Giberti señala que “ese cambio de estructura social hace que el chacarero típico de hoy tenga enfoques muy distintos del de antaño. Es un pequeño propietario, a lo mejor más conservador que el mediano o grande”. La FAA se ha convertido en una entidad que representa fundamentalmente a pequeños propietarios que no trabajan la tierra, sino que la alquilan para vivir de rentas. Como el arrendatario –pools y grandes dueños de tierras– apela al alza de los derechos de exportación para bajar la retribución del alquiler, esos pequeños productores rentistas se rebelan.

Una de las tantas paradojas del actual conflicto es que la forma de intervención de la Federación Agraria puede acelerar el proceso de concentración, no ya de la producción que se define con el modelo siembra directa-semillas transgénicas, sino el de la tierra. Las arengas dramáticas, exageradas y alejadas de la realidad respecto de la posibilidad de quiebra de los productores por una imprescindible medida de intervención de política económica pueden provocar un clima de confusión y desánimo entre pequeños productores. Estos, atrapados en una lógica de crisis que no es tal, pueden terminar convencidos de que el mejor negocio es vender sus campos pese a las fabulosas perspectivas de la actividad. Como se sabe, las crisis son el factor disparador de la concentración y centralización del capital.

Los valiosos aportes de Giberti y Basualdo, rigurosos y alejados de los intereses sectoriales en disputa, son fuentes donde deberían volver a abrevar dirigentes sociales, políticos y gremiales que durante años han luchado por la dignidad de los trabajadores y de los excluidos de un modelo injusto. De esa forma podrán recuperar la brújula y volver a identificar, como lo han sabido hacer en otros momentos, quiénes son los representantes e integrantes del poder económico emergente del nuevo siglo.

Fuente: Página/12 - 12.07.2008

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Los gordos de 20.000 hectáreas

David Cufré

Parece difícil imaginar que el conflicto entre un sector del campo y el Gobierno pudiera haber alcanzado semejante magnitud si sólo expresara las reivindicaciones de pequeños chacareros al borde de la ruina. Antes de su alianza con la Sociedad Rural, Federación Agraria no consiguió jamás el espacio mediático y la incidencia política que exhibe en esta oportunidad. Cuando Eduardo Buzzi era integrante del Frenapo, la iniciativa de principios de década que exigía un subsidio universal para mitigar una pobreza creciente, no aparecía a diario en la televisión. A esta altura queda claro que no está peleando por la reforma agraria, ni siquiera por la vuelta de las juntas de granos y de carnes, sino por lo mismo que un actor social que históricamente sí consiguió los más variados apoyos políticos y una amplia difusión de sus ideas, al punto de que son dueños de diarios nacionales y provinciales, además de miles y miles de hectáreas.

El investigador de Flacso Eduardo Basualdo elaboró un informe que describe a ese sector económico de elite, nombre por nombre. Son los tradicionales dueños de la tierra. Los mismos que en la década pasada extendieron aún más sus propiedades sacando provecho de un modelo económico y una política agrícola que provocó la desaparición de más de 100 mil chacareros. En aquellos años hubiera resultado imposible la alianza entre ellos y la estrella del momento, Alfredo De Angeli, ya que en aquel tiempo no había cámaras para registrar los remates de campos que se producían a diario. De Angeli ahora dice que el secretario de Agricultura de los ’90, Felipe Solá, es quien más sabe de política agropecuaria.

Basualdo realizó su investigación centrándose en quienes poseen más de 20.000 hectáreas en la provincia de Buenos Aires. Y llegó a la conclusión de que siguen siendo los “actores decisivos” del campo argentino, incluso por sobre los pools de siembra. Son el verdadero poder del campo, en una economía donde la renta agraria volvió a prevalecer sobre otras actividades por los precios record de las materias primas. Las retenciones móviles se meten con esa renta extraordinaria. Esa es la razón profunda del conflicto. Lo demuestra el hecho de que los pequeños y medianos productores no pudieron hacerse oír cuando se fundían, sólo lo consiguen ahora que su reclamo coincide con el de ese segmento clave del establishment.

El mismo Buzzi reconoció el 16 de marzo en un reportaje con PáginaI12 que lo peor que les puede pasar en este momento a los pequeños productores es entregar su campo en alquiler, a valores inéditos, para convertirse en rentistas, una realidad muy alejada de aquella de los remates, cuando perdían la propiedad de la tierra.

En ese entonces, dice Basualdo, cinco grupos económicos y 35 grupos agropecuarios lograron ampliar sus dominios en el campo. Los primeros son Bunge & Born, Loma Negra (Amalia Lacroze de Fortabat), Bemberg, Werthein y el ingenio Ledesma (familia Blaquier). En total poseen 396.765 hectáreas en la provincia de Buenos Aires, lo que arroja un promedio de 79.353 hectáreas cada uno. La familia Bemberg, ex propietaria de Cervecería Quilmes, diversificó sus negocios en distintos rubros, pero se declara propietaria de 60.000 hectáreas en la provincia de Buenos Aires, otras 73.000 en Neuquén y 10.000 en Misiones. La característica común de esos grupos económicos es que construyeron sus imperios a partir de las ganancias surgidas de las actividades rurales.

Los grupos agropecuarios están constituidos mayormente por familias de la aristocracia, que dieron origen a la Sociedad Rural. Son 35, que reúnen un total de 1.564.091 hectáreas, a razón de 44.688 hectáreas cada una en promedio. Figuran las familias Gómez Alzaga, con 60.000 hectáreas, Anchorena, con 40.000, Balcarce, Larreta, Avellaneda, Duhau, Pereyra Iraola, Ballester, Zuberbühler, Vernet Basualdo, Pueyrredón, Bullrich, Udaondo, Ayerza, Colombo, Magliaro y Lanz, entre otras (ver listado aparte).

En total existen en la provincia de Buenos Aires 1294 propietarios con más de 2500 hectáreas. Son 799 los que tienen entre 2500 y 4999 hectáreas, 242 entre 5000 a 7499 hectáreas, 92 entre 7500 y 9999 hectáreas, 108 entre 10.000 y 19.999 hectáreas y 53 de 20.000 en adelante, incluidos los estados nacional y provincial. En conjunto, son dueños de 8,8 millones de hectáreas, algo más del 32 por ciento del total de la provincia.

Basualdo ubica como causa central del predominio dentro del campo argentino de los grandes propietarios de más de 20.000 hectáreas la posibilidad de aprovechar economías de escala. Fueron los que introdujeron el modelo de agronegocios imperante. Desde mediados de los ’90, explica, “se consolidan modificaciones tecnológicas y en el proceso de trabajo que tienen un efecto desigual en los productores de distinto tamaño, porque potencia las denominadas economías de escala. Es decir, hacen más pronunciada la reducción del costo por hectárea a medida que aumenta la superficie trabajada”. El investigador de Flacso sostiene que los pools de siembra imitaron el modelo que impusieron los grandes propietarios. Fueron éstos quienes lo consolidaron y perfeccionaron: “Primero con las privatizaciones, después con las semillas transgénicas y finalmente con la difusión de la siembra directa”, detalla.

Los grandes propietarios tienen un acceso diferenciado a los servicios privatizados, como los trenes de carga, señala Basualdo. Los sucesivos lockouts de las entidades ruralistas no fueron para cuestionar este esquema, sino en su defensa, expresado en el rechazo a las retenciones móviles. Los representantes de los verdaderos pequeños campesinos, dueños de una, cinco o diez hectáreas en la zona extrapampeana, no lograron repercusión pública para explicar los efectos de la sojización sobre sus producciones. Ellos sí se ven forzados a entregar sus tierras en provincias como Santiago del Estero, Formosa, Salta o Chaco, por la llegada de la soja. De ese espacio no logró emerger ningún De Angeli.

Los 35 más grandes

Los 35 grupos agropecuarios con más de 20.000 hectáreas en la provincia de Buenos Aires son los siguientes: Gómez Alzaga-Balcarce-Larreta, Duhau-Escalante-Avellaneda, Pereyra Iraola-Anchorena, Beraza, Duggan, Santamarina, Santamanina-De Alzaga, Galli-Lacau-Rossi, Lafuente-Mendiondo, Lalor, Ballester-Tronconi, Paz Anchorena, Beamonte, Blaquier, Ochoa-Paz, Guerrero, Harriet, De Apellaniz, Anchorena Zuberbühler, Inchauspe, Sansot- Vernet Basualdo, Pueyrredón, Defferrar, Duhau Nelson, Bullrich, Pereda-Ocampo, Zubiaurre, Herreras Vegas, Arrechea, Harriet, Lalor-Udaondo, Fuchus Facht, Colombo-Magliaro, Ayerza-García-Zuberbühler y Lanz.

Fuente: Página/12 - 13.07.2008

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