La justicia anestesiada

En diciembre de 2000 yo era un joven fiscal que, por esas cosas del azar, trabajaba en un importante caso de corrupción. La investigación tenía muchos puntos para chequear. Demasiados. Sin embargo, una tarde de mucho calor el juez me pidió que lo visitara porque quería decirme algo personalmente. Rápidamente bajé las escaleras, toqué la puerta y la secretaria privada me hizo pasar sin la típica espera. Eso me llamó la atención. El juez me invitó a tomar asiento.