CONCEPCIONES SOBRE EL DINERO, EL ROL DEL ORO Y CUESTIONES MONETARIAS

Fuente: Rolando Astarita

En La violencia de la moneda Aglietta y Orléan formulan el "problema fundamental" de la teoría sobre la moneda al preguntarse por las condiciones que debe satisfacer "la moneda jerárquicamente superior", esto es, la moneda de banca central, "para asegurar su reproducción como moneda central" Y acto seguido precisan que

"[e]sta cuestión no es trivial de ninguna manera en la medida en que... al ser ella misma la representación última de la riqueza no sufre ninguna restricción de convertibilidad..." [Aglietta y Orléan (1990) p. 251] .

Efectivamente, el problema sobre la naturaleza última de la moneda se puede sintetizar en las siguientes preguntas: ¿de dónde viene esta representación de la riqueza que ostenta el dinero? ¿Es creación del Estado, puro signo institucional sustentado en la confianza? ¿O signo del valor trabajo, como sostiene el marxismo? Y en este último caso, ¿qué condiciones debe cumplir para que lo sea? ¿Se ha desmaterializado el dinero, o mantiene alguna relación con aquella "bárbara reliquia", el oro, el dinero-mercancía?

A pesar de la importancia de estas cuestiones, raramente se las discute en la teoría neoclásica. En su modelo mejor desarrollado, el equilibrio general walrasiano de Arrow y Debreu, no se puede encontrar lugar para el dinero. Sin embargo, y dado que el dinero existe, se termina postulando que de alguna manera es creación exógena del Banco Central o del Estado. Son los postulados de los modelos de generaciones superpuestas, y es la idea que subyace al helicóptero de Friedman que arroja dinero en la economía. En todo caso la investigación sobre su naturaleza última se pasa por alto. "El dinero es lo que hace el dinero", se afirma, y rápidamente se presentan las funciones de oferta y demanda (o velocidad). No existe, en la teoría neoclásica, posibilidad alguna de fundar el valor del dinero en términos cualitativos, esto es, recurriendo a la utilidad marginal. Es que la importancia que tiene para un individuo una unidad monetaria -el valor de cambio subjetivo- presupone el conocimiento de su valor de cambio objetivo. Por lo tanto en este caso es imposible deducir el valor de la utilidad, porque la utilidad del dinero consiste precisamente en tener valor. Hay que conformarse con definir el valor del dinero en términos puramente cuantitativos, esto es, como cantidad inversa del nivel de precios.

Los keynesianos, por su parte, explican que el dinero es una criatura del Estado, que tiene el rol de establecerlo como unidad de cuenta. Pero no dan una explicación de la razón última de su valor. Como constata Galbraith, las respuestas a la pregunta de qué es lo que hace que un trozo de papel, intrínsecamente sin valor, resulte útil en el cambio, "son invariablemente incoherentes" [Galbraith (1995) p. 13; énfasis nuestro]. Y concluye que, después de todo el dinero es "lo que se da o recibe generalmente por la compra o la venta de artículos, servicios u otras cosas". Lo cual es como decir que el dinero es el dinero, sin por otra parte haber precisado de dónde surge su valor.

Pero si el dinero es una pura creación del Estado, ¿no existen restricciones a su creación? El tema es clave ya que, como señalan Aglietta y Orléan, es justamente por la restricción a su creación que asoma la insuficiencia de las explicaciones puramente jurídicas de la moneda:

"Es esa ausencia aparente de restricción la que está en la base de todas las teorías jurídicas de la moneda. Para éstas la moneda no puede ser fundada más que gracias a la legitimidad que le confiere el Estado. La hiperinflación mostrará la vanidad de tal esquema y permitirá precisar las restricciones que pesan sobre la emisión monetaria. El Estado no es el lugar trascendente en donde se modela el proceso de socialización. El mismo es arrastrado por fuerzas más poderosas" [Aglietta y Orléan (1990) p. 251].

A pesar de que no seguiremos a estos autores en el camino que tomaron para responder a esta cuestión - una explicación antropológica, sustentada en una "violencia mimética" que suponen inherente a las relaciones humanas- pensamos que el problema está correctamente planteado en sus términos esenciales. Por ejemplo, cuando se dice que el billete de curso legal es "un pasivo" del banco central, implícitamente se hace referencia a una constricción que en el pasado estaba determinada por la convertibilidad al dinero mercancía (oro o plata), reserva última del valor. Los billetes hacían explícita esa constricción con el "páguese al portador" que rezaba en ellos. Sin embargo hoy no existe obligación de convertibilidad, y por lo tanto el billete no es propiamente un pasivo del banco central. En los dólares encontramos la leyenda this note is legal tender for all debts, public and private ("este billete es moneda de curso legal, o forzoso, para todas las deudas públicas y privadas"). De manera que el billete salda (settle) definitivamente las deudas, pero la Reserva Federal "no debe" nada en el sentido propio del término. Hace ya hace años un importante teórico francés notaba que

"[h]oy, el billete es autónomo, se le dice desmaterializado, y sólo subsiste la promesa... La moneda actual no es más una promesa de metal, sino una promesa de unidades de cuenta (...) La moneda corriente está fundada sobre la moneda de cuenta" [Schmitt (1975) p. 156].

Para ver mejor la cuestión, imaginemos que a alguien se le ocurriera ir a la Reserva Federal con la pretensión de cobrar su "acreencia", un billete de 20 dólares americanos. Seguramente el empleado de ventanilla se encogería de hombros y a lo sumo recomendaría al demandante algún lugar de descanso para su salud mental. Pero... ¿acaso no figura el billete como un "pasivo" del banco central? ¿Y no dice la ortodoxia que el Estado garantiza con sus bienes el valor de ese billete? Pues bien, la práctica no avala esa presunción. A lo sumo el billete se puede canjear por títulos del Estado (un pasivo de Estado), o por otros billetes (otro pasivo de Estado). Ni edificios ni terrenos públicos se pondrán jamás a la venta para "validar" ese billete. La vieja historia de los asignados franceses, por otra parte, demuestra que la propiedad inmueble nunca funcionó efectivamente como respaldo del dinero. ¿Puede constituirse ese respaldo en los impuestos, como pensaba Keynes en el Tratado sobre la moneda? Pero los impuestos se colectan en dinero estatal, con lo que obtendríamos que el respaldo del billete es el respaldo del billete; la respuesta al problema remite a la confianza. En definitiva, habría que concluir que la confianza se basa en algo inmaterial, en una creencia o convención, o en un "valor en lo abstracto", como ha planteado algún keynesiano, sin asidero material. Es la pura idea, es "espíritu del Estado" en su abstracción, enajenándose y generando ex nihilo la materialidad de la moneda. Estamos ante una tesis no sólo institucionalista, sino idealista de pies a cabezas.

Semejante explicación no podía satisfacer a los teóricos marxistas, entre los cuales existe conciencia de la necesidad de vincular el valor del billete a las relaciones sociales. Pero aquí también las opiniones sobre la naturaleza actual del dinero están lejos de coincidir. Es que la inconvertibilidad del billete y el hecho que el dinero de banco central -el dinero "externo" de Gurley y Shaw- aparezca como una creación desligada de la vieja restricción que imponía el equivalente mercancía-dinero (el oro), pone bajos signos de interrogación la vigencia de la explicación de Marx. Como se recordará, Marx había vinculado el dinero al dinero mercancía, a la "encarnación" del valor. Pero, se sostiene, el dinero se ha desmaterializado, y aquellas explicaciones del siglo 19 no son aplicables a los modernos sistemas monetarios. Este es el argumento de muchos (la mayoría) de los marxistas, desarrollado de manera consistente, y con repercusiones en el pensamiento marxista, por Aglietta en Regulación y crisis del capitalismo, en los tiempos en que este autor todavía se inscribía en el marxismo. Sólo unos pocos autores han defendido, por lo menos hasta hace algunos años, la idea de que el dinero en última instancia no pudo cortar un "último" vínculo con el equivalente mercancía. Entre ellos, De Brunhoff (1973), Mandel (1976, 1979), Gamble y Walton (1976), Innes (1981), Cochrane (1980-81) y Loranger (1982). Incluso el tema pareciera haber salido de la agenda de investigación en teoría del valor y de la moneda.

Sin embargo creemos que es necesario volver a la discusión, y éste es nuestro objetivo en este trabajo que profundiza y desarrolla argumentos presentados en Astarita (2003). El debate se justifica porque el rol monetario del oro ha continuado vigente, como lo demuestran los datos sobre los cuales volvemos a llamar la atención aquí. Y porque la cuestión de la socialización de los trabajos privados -que está en el centro de la problemática marxiana del valor y el dinero- está lejos de haber sido resuelta por los autores que defienden la tesis de la desmaterialización del dinero. Dedicamos en consecuencia la primera parte de este trabajo a presentar y discutir el argumento de los marxistas que defienden la tesis de la desmaterialización del dinero. En una segunda parte contraponemos la postura marxiana aplicada a las cuestiones actuales y presentamos por último algunas conclusiones.

La tesis de la desmaterialización del dinero

La tesis de la desmaterialización completa del dinero en el marxismo ha sido desarrollada extensamente por Aglietta (1979) y otros autores de la Regulación. Los rasgos básicos del planteo se mantienen hoy en los teóricos del Nuevo Enfoque y en marxistas de la corriente "temporalista" o "secuencialista", como Carchedi. En primer lugar se sostiene que, a partir de la inconvertibilidad del dinero, el billete es una mera creación estatal. Como afirmaba Aglietta, la emisión de dinero de curso forzoso implica

"... una práctica coercitiva del Estado que impone la aceptación social, sin restricciones, de signos monetarios emitidos por el banco central. El dinero del banco central reemplaza a la forma mercantil del equivalente general en el espacio económico nacional" [Aglietta (1979) p. 300].

Y Lipietz escribe:

"Si ahora en un país el banco central declara que la moneda simbólica que emite (bajo la forma de billetes impresos o de cuentas abiertas a la banca privada), dando garantías de que es tan buena como el oro [étant garantie bonne comme l'or] no es cambiable por la banca central contra éste, es el curso forzoso de la moneda de la banca central. Cuando hay curso forzoso, la emisión de moneda banca central crea tanta realidad, al menos sobre el mercado interno, como la extracción de oro de una mina" [Lipietz (1979) p. 109].

Si sólo se dijera esto, estaríamos ante una simple repetición de la tradicional explicación neoclásica o keynesiana sobre la naturaleza del dinero. Sin embargo los teóricos marxistas relacionan esta creación ex nihilo con las relaciones sociales de producción y de cambio, más precisamente, con el valor y el trabajo humano que lo genera. Por lo tanto el segundo pilar de la tesis afirma que el dinero toma su valor del trabajo social; o sea, el valor del dinero es el reflejo del trabajo abstracto global, VA[1]:

"Cuando todas las mercancías del sistema de valores... VA, han realizado su metamorfosis, el trabajo abstracto VA se ha convertido en dinero. El volumen de dinero VP definido así es la renta global de la sociedad; que es asimismo el valor de cambio del producto neto creado por el trabajo social, denominado valor añadido" (ibídem, p. 27).

Denominando m a la expresión monetaria de la hora de trabajo, Aglietta plantea la ecuación m = VP/VA. Así el valor del dinero deriva directamente del trabajo global, conformado como trabajo abstracto antes del intercambio. Los billetes serían así "átomos ideales de valor"[2]. Veremos luego que la idea de que el valor del dinero deriva de la división de su volumen por el trabajo conduce a una visión de la suba de precios ligada a la tesis cuantitativa.
En Lipietz (1983) la explicación es levemente diferente, porque en lugar de la masa dineraria toma la suma de precios, dividida por la suma de los trabajos que generaron el valor neto para deducir el valor de una unidad monetaria; unidad que caracteriza como la moneda de crédito. Por último mencionemos a Carchedi, de la escuela llamada temporalista o secuencialista, quien también sostiene que el dinero, a partir de la inconvertibilidad, no tiene un "valor intrínseco", aunque esto no significa que carezca de valor. Su derivación del valor del dinero se acerca a Aglietta:

"Su valor es su poder de compra, o el valor nuevo creado más el valor de los medios de producción transferido al producto... menos el valor destruido o gastado. El poder de compra de una unidad de dinero se deriva entonces dividiendo este total por la cantidad de dinero en circulación, en monedas metálicas, papel dinero y dinero crédito" [Carchedi (1991) p. 166].

Por otra parte, si bien Carchedi considera el valor nuevo agregado por el trabajo, y el transferido por los medios de producción al producto, en tanto Aglietta y el Nuevo Enfoque sólo toman en consideración el valor neto creado, la sustancia de su concepción es la misma. Examinemos ahora los problemas implicados en esta tesis.

Supone al trabajo validado ex ante

En primer lugar se debe señalar que la concepción anterior supone que el trabajo humano está validado antes de que la mercancía llegue al mercado, a los efectos de que el dinero tome el valor de la mercancía. Aquí se opera una inversión teórica clave con respecto a las tesis de Marx. Recordemos que en la visión marxiana el dinero es encarnación del valor, material en que se validan los trabajos privados. Por lo tanto cuando la forma relativa de la mercancía expresa su valor a través del equivalente, expresa la sustancia en común que tiene con este último, el trabajo humano abstracto; y lo hace porque el equivalente encarna valor -tiempo de trabajo objetivado- antes del acto de intercambio. Por lo tanto es la forma relativa, la mercancía, la que debe encontrar validado el trabajo privado que contiene a través de la venta contra el equivalente. Sea este último dinero mercancía, o signo de valor, en la concepción de Marx el equivalente corporiza valor.

Pero si, como sostiene Aglietta, el valor del equivalente deriva del trabajo social general, hay que razonar exactamente al revés de lo que lo hace Marx, esto es, hay que suponer que el trabajo invertido en la producción de las mercancías está validado antes de que la mercancía llegue al mercado. El siguiente pasaje de Aglietta es explícito:

"Cada comerciante dispone de un valor materializado en el producto del trabajo, y ha de encontrar en la circulación general de mercancías, por medio de la operación del intercambio, una mercancía (o varias) que le produzca utilidad" [Aglietta (1979) p. 26].

Naturalmente, si el comerciante dispone de un "valor materializado" con anterioridad al intercambio, este último se transforma en un acto meramente formal. Véase el siguiente pasaje:

"La ley del valor, o ley general de las equivalencias, es la representación formal del proceso de homogeinización de los objetos económicos; se manifiesta en la circulación general de las mercancías, que es el espacio social homogéneo del trabajo abstracto" (ibídem, p. 24; énfasis añadido).

Un acto inesencial en lo que respecta a la homogeinización de los trabajos, ya que no es el intercambio el que homogeneiza los trabajos humanos, sino el trabajo abstracto el que transforma los productos del trabajo en un espacio homogeneizado.
También los autores marxistas del Nuevo Enfoque - Dumenil, Foley, Lipietz, que plantearon el tema de la transformación de valores a precios sin simultaneidad- sostienen la validación ex ante de los trabajos privados. Saad-Filho, en un trabajo sobre el Nuevo Enfoque, lo explica:

"Otra limitación de este concepto es que el valor del dinero es meramente un reflejo ex post de la relación entre el trabajo ejecutado y el valor monetario agregado en el período... En este respecto, tiene un alcance diferente que el concepto marxiano del valor de la mercancía dinero, que es determinado en forma previa a la circulación y a la venta de las mercancías producidas" [Saad-Filho (1996) p. 127].

Y la misma tesis está implícita en la explicación de Carchedi sobre el valor del dinero. La idea de la validación ex ante del trabajo humano es inherente a la tesis de que el valor del dinero se deriva del -o es simple reflejo de- trabajo empleado en la producción de las mercancías.
Una manifestación apenas diferente del mismo problema la encontramos en la tesis de Lipietz sobre que son los precios los que determinan el valor de la moneda; para que esto suceda hay que suponer que los precios se forman con independencia, y anteceden, a la existencia del equivalente, ya que el valor de éste depende lógicamente de los precios[3].

Desaparece el "salto mortal" de la mercancía

La necesidad de considerar el trabajo validado antes del intercambio lleva a suprimir la crítica marxiana al mercado, que dice que la regulación y distribución del trabajo social se hace ex post, a partir del movimiento anárquico de los precios. Esto es, sólo en el momento de la venta se sabe si el productor empleó el tiempo de trabajo socialmente necesario -en el doble sentido de tecnología y ritmos de producción promedios, y de cantidad ofertada acorde con la demanda. Por esta razón Marx se refirió a la venta como el "salto mortal de la mercancía". Por eso también la ley del valor

"...determina qué parte del tiempo de todo su tiempo de trabajo disponible puede gastar la sociedad en la producción de cada tipo particular de mercancías" [Marx (1999) t.1 p. 433].

Pero se trata de una regulación que opera a través de los constantes desequilibrios entre oferta y demanda, de manera que no existe planificación a priori; la ley sanciona a posteriori

"...como necesidad natural intrínseca, muda, que es sólo perceptible en el cambio barométrico de los precios del mercado y que se impone violentamente a la desordenada arbitrariedad de los productores de las mercancías" (ibídem; énfasis añadido).

Esta concepción de regulación anárquica de la división social del trabajo desaparece cuando se postula que los tiempos de trabajo son validados antes del intercambio. Es claro que en este último caso hay que postular que la venta no representa dificultades. Por eso Aglietta, Lipietz y otros regulacionistas, al desarrollar la tesis del valor del dinero como "reflejo" del trabajo humano general, elaboran una explicación del metabolismo social en la cual las ventas se realizan -merced a las regulaciones institucionales- de manera prácticamente automática. En Aglietta la base de ese automatismo - en lo que llama régimen de acumulación intensiva- está dada por "la formación y el desarrollo regular de la norma social de consumo", que implica la rigidez de los salarios nominales de referencia, la autonomización del ciclo de reproducción de la fuerza de trabajo respecto de los ciclos de reproducción del capital y el funcionamiento pleno del dinero como equivalente general en las manos de los trabajadores [Aglietta (1979) p. 301]. En la misma dirección Lipietz (1983) describe un "proceso de reproducción" regular, en el que no existe en la práctica el "salto mortal" de la mercancía:

"... este salto mortal tiene éxito quasiment a tout coup: los productos se venden, la fuerza de trabajo se compra. Ahora hay casi certeza de conservar los valores en proceso... o de aumentarlos..." (p. 141).

O sea, los trabajos son validados -"casi con seguridad"- en forma previa a la venta. Para esto postula la existencia de instituciones y disposiciones legales que crean condiciones sociales "codificadas en redes", donde las normas de consumo son estables y aseguran la plena realización del producto. Con lo cual desaparece la incertidumbre acerca de la venta. Pero si no hay incertidumbre en la venta, si la realización del valor está asegurada, no hay lugar para el funcionamiento anárquico del mercado. El giro introducido con respecto a la concepción de El Capital tiene consecuencias devastadoras para la crítica social. En lugar de la anarquía de la producción social capitalista nos encontramos con una economía donde las instituciones estatales (contrato salarial y similares) permiten una planificación a priori. Es la condición para que exista validación a priori de los trabajos sociales, que a su vez es la condición para que el dinero adquiera su valor a partir del trabajo social; y ésta es la base del moderno "reino de la moneda fiduciaria" [Lipietz (1983) pp. 141]. Destaquemos que esta explicación del valor del dinero como reflejo del trabajo homogeneizado encaja y potencia la idea de los ajustes cibernéticos de los desequilibrios momentáneos que pueda sufrir la economía, visión que permea enteramente a la Regulación.

Distinta es la situación en el enfoque temporalista -y tal vez en autores del Nuevo Enfoque, como Dumenil- que ha insistido en el carácter necesariamente anárquico de las relaciones mercantiles y en la importancia de la validación de los trabajos privados en el mercado. Pero entonces la concepción del valor del dinero como reflejo de valor social representa una incoherencia lógica que debilita la crítica que ha dirigido esta escuela a las concepciones marxistas tributarias del equilibrio general walrasiano. Es que no hay manera de conciliar las siguientes afirmaciones: a) el dinero deriva su valor del trabajo social general; b) el trabajo privado se valida en la venta de la mercancía[4].

Desaparece la dialéctica entre contenido y forma del valor

La anterior crítica se puede formular también diciendo que en la tesis del valor del dinero como reflejo del trabajo social desaparece la dialéctica entre contenido y forma del valor. Recordemos que, en la concepción marxiana, sólo a través del intercambio con el equivalente el trabajo invertido en la producción de la mercancía adquiere objetividad social, esto es, pasa a contar en cuanto trabajo que ha generado valor. De lo cual se desprende que existe una relación compleja entre el contenido y la forma del valor, ya que habilita a la existencia de variaciones aleatorias del precio -o sea, en la forma- que no afectan al contenido, así como a variaciones del precio que sí afectan al contenido. En el primer caso tenemos cambios formales inesenciales, en el segundo cambios esenciales en la forma. Así, por ejemplo, constantemente en los mercados se producen alteraciones de los precios de las mercancías que obedecen a razones aleatorias, y de los cuales no debería deducirse que se han afectado los tiempos de trabajo socialmente necesarios. Es lo que expresa Marx cuando sostiene que un mismo contenido de valor (de tiempo de trabajo humano) se puede manifestar a través de un "más o menos" en los precios. Sin embargo, cuando los cambios de precios se deben a cambios en los tiempos de trabajo socialmente necesarios -sea por el lado de la oferta, o por el de la demanda- esos cambios sí afectan al valor, esto es, están indicando que tiempos de trabajo humano invertidos en la producción no son validados en el mercado. Lo cual llevará a cambios en los recursos dedicados a la producción de tal o cual producto, o a cambios tecnológicos.

Ahora bien, ¿cómo se puede entender esta dialéctica con la tesis del valor del dinero reflejo del trabajo humano invertido? Según esta idea, todo cambio en los precios expresa directamente cambios en el tiempo de trabajo social. Con lo cual no se puede captar, por ejemplo, la existencia de cambios aleatorios que no afectan al contenido (esto es, a los tiempos de trabajo social). La raíz de este problema está en haber invertido la relación de validación entre la mercancía y el equivalente.

¿Cómo se compara?

Como ya hemos señalado, la postura marxista de la desmaterialización del dinero sostiene que el valor del dinero surge de la comparación entre su masa y el valor generado. Es natural entonces preguntarse cómo sucede esto. Y a pesar de la importancia del tema, esa comparación pocas veces se explicita; y mucho menos se desarrollan hasta el final sus consecuencias.

El caso de Carchedi es ilustrativo. Sostiene que el valor del dinero surge de la comparación entre la masa de dinero que sirve como medio de circulación -metálico, billetes y dinero de crédito- y el valor total transferido el producto. Pero ¿de qué manera una masa de dinero se compara con una masa social de tiempo de trabajo? Carchedi no responde a esta pregunta, ni se advierte cómo puede suceder, porque en realidad no hay manera de comparar.

Nótese que nuestra crítica no se refiere a si la comparación es realizada de manera consciente o no por los seres humanos, sino a que la comparación no tiene manera de realizarse, porque en ningún lugar se están comparando trabajos "en masa" con dinero "en masa". Cuando Ricardo o Marx sostenían que en el intercambio se comparan tiempos de trabajo, lo hacían a partir de un dato real, a saber, que el intercambio de mercancías se realiza efectivamente. De ahí que pudieran postular que en el mercado se comparan, de hecho, trabajos humanos. Pero no hay forma de sostener que esto esté sucediendo con la suma de los trabajos humanos y la suma del dinero. En cierto sentido la comparación postulada por los teóricos de la desmaterialización del dinero se asemeja a la comparación que plantea la teoría cuantitativa entre la masa de mercancías y la masa de dinero para deducir el valor de este último. Es la vieja hipótesis "disparatada" de Montesquieu, y repetida tantas veces, según la cual las mercancías entran al mercado sin precio y el dinero sin valor, intercambiándose allí una parte alícuota del conglomerado mercantil por una parte alícuota de dinero [véase Marx (1999) t. 1 p. 151]. En los teóricos modernos de la desmaterialización del dinero se ha reemplazado "masa mercantil" por trabajo, y oro por "dinero de curso forzoso", pero la concepción de fondo permanece.

¿Qué dinero se debe comparar?

Si a los efectos de deducir su valor se toma en cuenta sólo el dinero en circulación, como hace Carchedi, ¿qué sucede con el stock que no circula? El tema no es menor, porque si se considera sólo al dinero en circulación hay que excluir a buena parte de la base monetaria y los depósitos a plazo; así como la parte de los depósitos transaccionales que actúan como encajes monetarios temporarios y no circulan. ¿Cómo se realizan estas discriminaciones en la práctica? Además, en esa supuesta comparación, ¿juega el mismo rol el dinero de alta potencia que circula, que el dinero bancario en circulación? Por otra parte, ¿cómo se deben contabilizar los documentos crediticios (letras de cambio, pagarés, títulos diversos) que actúan como medios de circulación, pero no son dinero propiamente dicho? ¿Entran en la "masa monetaria" que se compara con el "valor" para deducir el valor del dinero?

Por otra parte, de la comparación debería descartarse el dinero que circula en transacciones no vinculadas a la generación de valor nuevo; por ejemplo, las transacciones que atañen a los mercados financieros, de tierras, de bienes usados. Algo similar debería ocurrir con la "suma de precios" que toma en cuenta Lipietz.

Además, en la concepción que deriva el valor del dinero de la división entre "masa monetaria" y trabajo, toda creación de "masa monetaria" (esto es, de dinero de curso forzoso y dinero bancario) tiene efectos igualmente inflacionarios. El resultado de este planteo es, como lo veremos luego, el desembarque en la teoría cuantitativa.

Se invierte el orden lógico de las funciones del dinero

En la teoría marxiana la función del dinero como medida de valor se deriva necesariamente del concepto de dinero (encarnación del valor) y por lo tanto esa función es condición de la función de medio de cambio. Esto se constata en el hecho que las mercancías no llegan al mercado sin precio, ni el dinero sin valor (como pensaba Montesquieu). El dinero funciona como medio de cambio bajo el supuesto -lógico y cronológico- que cumple con su función de medida del valor. Señalemos que también Keynes planteó que la función de medio de cuenta de la moneda debe ser previa a su función como medio de cambio.

Sin embargo, y según la tesis que explica el valor del dinero a partir del valor pre-validado de las mercancías, hay que suponer lo contrario, esto es, suponer primero la circulación del dinero para luego deducir su valor. Aquí la función de medio de cambio precede a la de medida de valor. Este es exactamente el error que comete la teoría neoclásica, que deduce el concepto del dinero -y por lo tanto su valor- a partir de su función como medio de circulación. O sea, se postula que el dinero tiene valor porque circula (relación fetichizada), cuando la verdadera relación es que el dinero circula porque tiene valor.

Pero además, para sostener, desde un punto de vista "marxista", la idea de que el dinero tiene valor porque circula, hay que postular que las mercancías se lanzan al mercado con valor pero sin precio, ya que no hay precio si el dinero no tiene valor. Pero para esto hay que plantear que el valor puede existir sin la forma de valor (sin el precio). Con lo que estamos, de nuevo, en la concepción ricardiana del valor.

El planteo más sofisticado no arregla los problemas

A diferencia de Carchedi, Aglietta o Lipietz intentaron una explicación detallada de cómo el dinero adquiere valor a partir de su comparación con el trabajo social. Para eso partieron del dinero circuito, esto es, del dinero que crea el banco cuando concede un préstamo al capitalista. Según Aglietta, ese dinero es emitido como una asignación sobre la realización futura de los valores de cambio y se utiliza para el pago de salarios [Aglietta (1979) pp. 305-6]. De esta manera se transforma de signo monetario de creación privada en renta monetaria que, dado el aseguramiento del consumo de los trabajadores, realiza el valor generado en la producción. En ese momento el dinero bancario se hace social y -aunque Aglietta es especialmente oscuro en estos pasajes- es a partir de la compra de los productos que el dinero adquiere valor. El proceso de producción por lo tanto "da al dinero bancario un poder adquisitivo social" (p. 303). Luego el dinero se desintegra cuando el capitalista cancela el crédito con el banco. En síntesis, el equivalente general "se constituye en un circuito temporal de formación y realización de la renta global" (p. 325). El dinero sería flujo, proceso en constante hacerse y deshacerse.

En Lipietz (1983) el razonamiento es similar; la anticipación de los bancos a los empresarios recibe el nombre de "ante-validación" del trabajo, y el dinero es flujo. Todo depende, por supuesto, de la estabilidad y repetición de la realización del producto -recuérdese que es el trabajo social el que valida al equivalente- por lo que Lipietz subraya que es gracias a la estabilidad de las normas de consumo y a la plena realización de la producción que se puede definir una unidad monetaria "por el valor en proceso" (1983 p. 142).

Pero este razonamiento plantea una dificultad teórica de proporciones, porque en el sistema capitalista antes de la generación de valor (y plusvalor) hay que adelantar el dinero bajo la forma de equivalente general, y es un dato de la realidad que el dinero no es simplemente flujo, ya que existen stocks, o sea, diferentes formas de atesoramiento capitalista, que aguardan para lanzarse al circuito. Este dinero, que no es flujo ni se desintegra, tiene valor antes de ser lanzado al circuito de valorización. Pero... ¿cómo puede existir un equivalente, encarnación de valor, antes de que se hayan generado el trabajo abstracto y la renta que deberían proporcionarle, según Aglietta, ese valor? Es necesario que antes de iniciarse el circuito D - M - D, esto es, antes de circular, el dinero tenga valor. Pero según Aglietta y Lipietz el dinero sólo adquiere valor en cuanto flujo, en cuanto proceso y sólo a través de la realización de la mercancía y el circuito del capital. Estamos así ante una exigencia que lleva a la incoherencia lógica, ya que por un lado hay que independizar el valor del dinero de la circulación, al tiempo que se postula que su valor depende de la circulación.

Aglietta no puede salvar la dificultad, y de ahí que remita el valor del dinero no sólo a la generación de dinero bancario y al gasto de la renta, sino también al dinero de curso forzoso del banco central, el referente último del poder de compra del dinero bancario. Concretamente, sostiene que la condición de existencia del dinero bancario (que garantiza que 1 dólar del banco A sea = 1 dólar del banco B, etcétera) es su unificación a través del dinero central de curso forzoso. Sólo a partir de esta garantía el dinero bancario puede funcionar en el circuito y por lo tanto adquirir valor. Así Aglietta ha recurrido a un activo, el dinero de curso forzoso, cuyo valor no tiene otro fundamento que la legitimidad impuesta por el Estado, que actúa como razón última del valor del dinero crediticio; plantea:

"La solvencia del sistema bancario ha de mantenerse a cualquier precio. Esto sólo puede ser así si las deudas que se establecen entre los propios bancos se liquidan en una moneda común, el dinero emitido por el banco central. Este se convierte en prestamista en última instancia. El dinero del banco central, sin embargo, no es más que un pasivo que el banco se emite contra sí mismo. Para que sea aceptado en cualquier circunstancia como medio de pago en el espacio económico nacional, y en especial en momentos de crisis, ese dinero ha de estar revestido de una obligación legal, el curso forzoso impuesto por el Estado" (pp. 306-307; énfasis de Aglietta).

El edificio de dinero bancario se asienta entonces en el dinero de curso forzoso, un pasivo que el banco central se emite contra sí mismo. Pero si el dinero de curso forzoso es la condición de existencia del dinero bancario, ¿qué funda su valor? ¿No era que el valor del dinero surgía de la circulación del dinero crédito? Por otra parte, ¿por qué, según Aglietta, la emisión del dinero de curso forzoso genera suba de precios, si el que se compara con el valor mercantil es el dinero bancario? ¿O es el dinero de curso forzoso el que se compara con el trabajo global? Si esto es así, estamos ante una problemática estrictamente cuantitativista (a pesar de las protestas de Aglietta contra la teoría cuantitativa).

Señalamos, además, que el sistema "cierra" en un espacio nacional abstracto, esto es, desconectado del espacio mundial y por consiguiente de la moneda mundial; pero en la práctica no existen tales espacios nacionales aislados.

Problemas similares aparecen en Lipietz, quien también sostiene que el dinero de crédito representa valor en proceso, en tanto el billete de banco central es "signo de valor en sí mismo" (Lipietz, 1983, p. 145). Ya hemos visto que el valor del dinero lo deduce Lipietz de los precios. Con lo cual, en principio, el valor de la unidad monetaria de crédito estaría dada por la operación analítica que divide suma de precios por suma de trabajo. Pero Lipietz reconoce que es el dinero de banco central el que sustenta al dinero de crédito, ya que todo crédito emitido por el sistema bancario debe ser transformable a dinero de curso forzoso, en cualquier instante, sea sobre el mercado monetario o por el redescuento. Como explica Lipietz:

"La oposición "mercancía-oro" es sustituida por una estructura jerarquizada de acreencias y de deudas, que puede cerrarse entre agentes privados, pero que debe apoyarse prácticamente en una "pseudo validación en última instancia", que afirma la validez de ciertas acreencias, como antes afirmaba la intercambiabilidad del oro" [Lipietz (1983) p. 155].

Esa "pseudo validación en última instancia" constituye la transformación, bajo demanda, del dinero crédito en dinero de banca central. Se plantea la misma pregunta que formulamos al planteo de Aglietta ¿en qué se fundamenta el valor de este signo "de valor en sí mismo"? No hay respuesta en Lipietz, a pesar de que todo el dinero de crédito descansa en el "signo de valor en sí mismo". Pero el problema no es menor porque una cuestión que no se puede responder desde este planteo es por qué la preocupación por las reservas internacionales -entre las que se incluye el oro- por parte de los bancos centrales. Si el dinero es valor en sí mismo, sustentado en el mero acto de emisión, y si esto se ha generalizado, ¿por qué a partir de la inconvertibilidad del dólar al oro -quiebra del sistema de Bretton Woods- aumentó la demanda de reservas en dólares y oro en particular?

Agreguemos otra dificultad: en el planteo de Aglietta y Lipietz ha quedado "en el tintero" la realización de la plusvalía. La cuestión no es menor. ¿Cómo es que opera la realización de la plusvalía si el dinero crédito es generado por adelanto de los salarios, o a lo sumo del capital circulante? Aglietta despacha la dificultad con una oscura alusión a la realización de la renta global y a que "el beneficio puede presentarse como una renta de captura" (p. 303). Lipietz ni siquiera menciona el problema. Pero si el dinero toma su valor del trabajo humano, ¿cómo se puede dejar de considerar la forma en que interviene el plustrabajo en el proceso de darle valor al dinero? Las normas de consumo obrero sólo pueden garantizar, en el mejor de los casos, la parte del producto nacional que corresponde al capital variable total. No hay manera de garantizar ex ante la realización de la parte del producto que corresponde a la plusvalía.

¿Y la deflación?

Según la tesis regulacionista, la única dinámica posible de las crisis modernas es inflacionaria. Esto porque, dado que el valor del dinero surge del valor en proceso, y éste no se puede interrumpir, los regulacionistas han hecho todo un punto en destacar que, aun en el caso en que no se validaran los trabajos sociales, el sistema bancario continuaría "ante validando" los trabajos privados, o sea emitiendo dinero crediticio; y la banca central "post validando" esos trabajos, o sea, convirtiendo las acreencias bancarias en dinero de banca central. La consecuencia de cualquier problema en la validación de los trabajos sería entonces la inflación, porque una mayor suma de medios monetarios se compararía con una suma menor de valores realizados.

Para verlo, y siguiendo el razonamiento regulacionista, supongamos primero que en una economía 200 horas de trabajo total generan un output de 100 productos, frente a una masa monetaria en circulación (dinero bancario, "ante-validación") de $400. El precio de cada producto es por lo tanto $4 y el valor de cada unidad monetaria es 30 minutos de tiempo de trabajo.

Supongamos ahora que existe un problema en la realización del producto. Una parte de la producción, por alguna razón[5], no se puede realizar. Supongamos que de los 100 productos del ejemplo anterior, sólo se venden 80. Dado que la banca "ante-valida" la producción (y el banco central "pseudo-valida" a través del dinero de curso forzoso), genera, como antes, una masa monetaria de $400. El precio del producto por lo tanto aumenta a $5. Una quinta parte del tiempo de trabajo no se ha validado y ahora cada unidad monetaria representa 24 minutos de tiempo de trabajo. O sea, la ante y pseudo validaciones se han traducido en aumento de los precios y baja del valor del dinero. Por eso en el enfoque regulacionista la crisis, en régimen de inconvertibilidad y fiat money, sólo puede desarrollarse por un canal inflacionario[6] .

Sin embargo es un hecho que en los últimos años han ocurrido crisis deflacionarias. Esto es, la típica crisis "del siglo 19", con caída de los precios y aumento del valor del dinero. ¿Cómo se explica esta forma de crisis con el anterior enfoque? Es imposible, dado el supuesto de la ante-validación y la pseudo-validación. Sin embargo se puede explicar si se deja de lado la tesis del valor del dinero "reflejo del trabajo" y se adopta el punto de vista marxiano.

Para seguir con el ejemplo anterior, supongamos que caen las ventas, esto es, existe imposibilidad de validar las 200 horas de trabajo invertidas en la producción de los 100 productos. Supongamos que sólo se pueden validar 150 horas de trabajo; esto se traduce en una baja de los precios y los productos se venden a $3 en lugar de $4. El valor producido -o sea, el tiempo de trabajo que cuenta como trabajo objetivado- equivale a $300. No hay aquí "pre-validación" alguna. En el mercado los tiempos de trabajo se validan o no. Según el esquema regulacionista esto no puede suceder porque se supone que los bancos siguen "ante-validando" por una masa monetaria de $400. Sin embargo en la realidad las crisis deflacionarias ocurren, y se pueden explicar si se considera que el dinero representa valor en sí mismo. Y que sólo circula la cantidad de dinero que, dados los precios y la velocidad de circulación, es necesaria para la realización de las mercancías. En el ejemplo que nos ocupa, si el valor realizado equivale a $300, sólo circula una masa monetaria de $300 (no consideramos ahora la velocidad del dinero) y cada unidad monetaria sigue expresando, como antes, 30 minutos de tiempo de trabajo socialmente necesario. Esto es, el dinero se ha valorizado con respecto a las mercancías (capital mercancía) que se han desvalorizado. De esta manera se explica que mantenerse líquido -en la forma de stocks monetarios, no de flujos- sea un buen negocio durante una crisis deflacionaria. Una situación incomprensible desde la óptica regulacionista. El tema es importante no sólo para dar cuenta teórica de las crisis con presiones deflacionistas, que se registraron en la década de los noventa (como en Japón), sino también para comprender la competencia tecnológica entre empresas con caída de precios[7].

Una teoría cuantitativa "marxista"

Las elaboraciones regulacionistas sobre el dinero crédito y su relación con el dinero de alta potencia tienen el mérito de posibilitar la crítica a la teoría cuantitativa, en cuanto ésta mete en una misma bolsa los diferentes tipos de dinero. Pero hemos visto que el regulacionismo exige postular, en última instancia, la existencia de un activo "con valor en sí mismo", lo cual entra en contradicción con la afirmación de que el valor del dinero deriva de la circulación.

La alternativa es sostener (pasajes citados de Aglietta, Carchedi) que es la "masa de dinero" que circula (sin distinciones, o sea, metálico + billete + dinero bancario) la que se compara con el valor. Pero con esta perspectiva aparece la teoría cuantitativa del dinero, vestida esta vez de un extraño ropaje "marxista".

Efectivamente, la tesis cuantitativa es una consecuencia de postular que la masa de dinero se compara con las mercancías, que el valor del dinero surge de esta comparación, y que los diferentes tipos de dinero se pueden agrupar en una masa indiferenciada. El enfoque marxiano dice, por el contrario, que es a partir de un valor del dinero central dado que los precios, la velocidad o las transacciones pueden modificarse; o, alternativamente, que una variación del valor del dinero de banca central provoca variaciones en los precios y por consiguiente también debe generar cambios en la masa monetaria y/o en la velocidad de circulación del dinero. Ahora bien, la tesis del dinero (= masa indiferenciada de dinero) como reflejo del trabajo social encaja directamente en la concepción cuantitativa; y no tiene forma de congeniar con la visión de Marx. Ese enfoque cuantitativista está claramente expresado por Carchedi cuando afirma que

"[l]a inflación moderna entonces es una suba de los precios debida a un aumento de la cantidad de dinero..." [Carchedi (1991) p.170].

Obsérvese por otra parte que, a fin de que suceda lo que dice Carchedi, debe postularse que todo el dinero -salvo los encajes monetarios, que deben ser estables- circula. Es la única manera de sostener que un "aumento de la cantidad de dinero" genera un aumento de los precios por mera comparación de cantidades de dinero y de valor. Lo cual acaba de un plumazo con cualquier concepción endógena del dinero. Pero de esta manera no se pueden entender las leyes de la circulación del dinero crediticio, ni las jerarquías en el sistema monetario, que correctamente han destacado Aglietta y Lipietz (siguiendo en esto la tradición de Marx, la Banking School; y de Wicksell).

Una falsa perspectiva histórica

Entre otros elementos, la fuerza de una teoría se demuestra en su capacidad para interpretar los hechos históricos. En este terreno la tesis de la desmaterialización del dinero tampoco pasa la prueba. Es que los defensores de esta tesis deben postular que en algún momento se produjo un corte abrupto por el pasaje de un régimen de convertibilidad, con referencia del billete al oro, a un régimen de no convertibilidad, en el cual el billete es creación estatal pura, sin referencia al oro. Pero esa división sólo puede efectuarse por un acto de abstracción analítica que deja de lado las condiciones históricas concretas en que se desenvolvieron la convertibilidad, primero, y la inconvertibilidad después.

Por ejemplo, en el siglo 19 durante largos años se estableció oficialmente la inconvertibilidad de la libra esterlina. Y el banco de Inglaterra durante la mayor parte de su historia se manejó con muy pocas reservas de oro. ¿Por qué no se postula entonces que en esos períodos el dinero era creación estatal pura? Otro caso es el de Prusia, donde existía el billete de curso forzoso, sin convertibilidad. Al respecto Marx afirmaba que

"...la convertibilidad del billete, es decir, la posibilidad de cambiarlo por oro o plata sigue siendo la ley económica, diga lo que dijere la ley jurídica" [Marx (1980) p. 69].

¿Es correcta esta afirmación, según la tesis de la desmaterialización del dinero? Pero incluso siglos antes de que Marx escribiera su obra las monedas metálicas constituían en la práctica moneda fiduciaria, esto es, eran signos que se recibían aun sabiendo que no se podría vender a ese mismo valor en cualquier parte[8]. Por eso insiste Vilar, en la misma línea de pensamiento del pasaje de Marx antes citado:

"Nuestra calderilla e, incluso antes de 1914, las monedas divisionarias "pasan" por valores superiores a su valor como objeto-mercancía. Todas estas monedas son "fiduciarias" en el sentido de que deben su capacidad de pago a la decisión de un poder y que la conservan en la medida en que el público confía, ya sea en la capacidad de reembolso de la autoridad emisora (es el caso de la moneda "convertible" en oro), ya sea en una suficiente estabilidad del poder de compra que representa (si no es convertible en oro)" [Vilar (1982) p. 26].

Tampoco es correcto sostener -como hace Lipietz (1983) p. 161- que la emisión de moneda crediticia estuviera limitada necesariamente por la moneda mercancía. La generación de dinero crediticio era, en términos relativos, por lo menos tan importante como lo es en la actualidad. Por esa razón Marx sostenía, en crítica a la ley bancaria inglesa inspirada en Ricardo, que era absurdo atar la generación de dinero bancario a las leyes de la emisión de billete de curso forzoso. Incluso, como también señala Vilar, ya en el siglo 16 las "compensaciones" (esto es, el crédito) en los libros de feria en Europa liquidaban mayor número de negocios que el oro y la plata, que sólo intervenían para liquidar los saldos; esto es, una gran pirámide de créditos se elevaba sobre una muy estrecha base metálica[9]. Lo cual era necesario en la medida en que la cantidad física de oro extraído de la tierra jamás podría haber cubierto las transacciones: se calcula que todo el oro disponible en Europa hacia 1500 podía ser contenido en un bloque cúbico de 2 metros de lado [Vilar (1982) p. 24].

Por otra parte, ¿cómo se consideran, desde la tesis de la desmaterialización del dinero, las décadas que van de 1914 al sistema de Bretton Woods? Si bien Estados Unidos vuelve al patrón oro en 1919, y Gran Bretaña, y luego otros países lo hacen en 1925, en la mayoría de los casos no se trató de la vuelta a un verdadero patrón oro. Esto es, a un sistema en el cual las monedas de oro circulan libremente y los billetes son fácilmente convertibles al oro. Salvo Estados Unidos, Suecia, los Países Bajos y algunos países latinoamericanos, la mayoría de los países "adoptaron una versión atenuada del patrón completo con restricciones a la convertibilidad del dinero metálico en oro y a la exportación de oro" [Aldcroft (1985) p.158]. Ya hacia fines de la década del veinte, y profundizando una tendencia que se había iniciado a principios de siglo, la mayoría de los países tenían importantes reservas en monedas extranjeras que estaban respaldadas por oro. En 1910 el porcentaje de monedas extranjeras en las reservas de los bancos centrales era, en promedio, el 36% del total; y en 1930, antes de la crisis, del 37% [Bordo y Eichengreen (1998)]. O sea, se trataba de un sistema patrón cambio oro. La inconvertibilidad era un hecho para la mayoría de las monedas. Por otra parte es importante destacar que la crisis bancaria y financiera de 1931, con la inconvertibilidad de la libra y otras monedas, provoca una corrida hacia el oro, que se veía como reserva última de valor. En 1932 el porcentaje de monedas extranjeras en las reservas había caído al 11%. ¿Por qué esta vuelta al oro si el dinero, según la tesis de la desmaterialización, puede referenciarse a sí mismo en cuanto signo de valor?

En cuanto al sistema establecido en Bretton Woods, hasta 1968, por lo menos, hubo convertibilidad oficial del dólar al oro. Esto es, regía un sistema cambio patrón oro internacional. Los partidarios de la tesis de la desmaterialización del dinero sostienen que el dinero ya se había desmaterializado. Pero entonces, ¿por qué las corridas hacia el oro desde finales de los sesenta? ¿Por qué la preocupación por el precio oficial del oro y por las reservas que se evidencia hasta la crisis del sistema de Bretton Woods? Sólo al precio de restringir la validación del dinero al ámbito nacional, esto es, al precio de hacer abstracción de las condiciones de validación internacional del dinero, se puede sostener que el dinero de banca central se había desligado, en aquellos años, completamente del oro.

Se desconoce la permanencia del oro en el sistema monetario

Además de presentar una falsa división en términos históricos, la tesis de la desmaterialización del dinero no puede explicar por qué el oro sigue funcionando como medio de reserva y atesoramiento. Remarcamos algunos hechos:
a) Luego de casi tres décadas de inconvertibilidad del dinero al oro, las reservas oficiales siguen por encima de las 30.000 toneladas de oro; esto representa aproximadamente una cuarta parte del oro extraído a lo largo de la historia.

b) En contrapartida, los DEG (derechos especiales de giro) no pudieron convertirse en moneda fiduciaria internacional, en especial a partir de que perdieron el respaldo oro; o sea, los DEG no legalizan "la pseudo validación internacional" de la moneda. Ni el dólar ni el euro se vinculan a los DEG como referencia última de valor.

c) La proporción de oro/reservas oficiales en Estados Unidos es del 61,6%; en Francia el 55,4%; en Alemania el 30,6%; en Italia el 44,2%; en Suiza el 49,5%, en Austria el 29%; en Bélgica el 41% (datos de 1994).

d) El FMI afirmó, en 1995, el rol monetario del oro y decidió que debía evitarse cualquier movilización de su stock de oro que debilitara su posición financiera global; sostuvo que las tenencias de oro le daban capacidad de maniobra y agregaban credibilidad a sus balances.

e) Cuando se crea el Banco Central Europeo se decide que el 15% de sus reservas estén constituidas por oro.

f) La suba del precio del oro que se produjo desde setiembre de 1999 a marzo de 2005, desde 265 a 425 dólares, no se correspondió con una suba parecida de los metales en general. Tampoco corresponde a un aumento de la demanda del oro por razones industriales.

g) A mediados de los noventa se calculaba que los stocks privados de oro comprendían unas 60.000 toneladas en joyería -incluye la joyería que tiene como principal motivo la inversión- y otras 24.000 toneladas en forma de barras y monedas.

h) El oro se comercializa principalmente a través de bancos, los bullion banks, como el Credit Suisse, Union Bank of Switzerland, Suisse Bank Corporation, Republic National Bank y N. M. Rotschild. Estos bancos tienen sus propias refinerías de oro y mecanismos para la fijación de precios. Este mecanismo "bancario" de fijación de precios es digno de notar, y volveremos luego sobre él.

i) Se calcula que el volumen comercializado de oro - físico o en contratos- excede las 300.000 toneladas anuales, lo que representa una cifra más de 100 veces superior a la producción anual, y más del doble del stock mundial. A fines de los noventa el volumen diario de transacciones equivalía al volumen que se negociaba diariamente entre dos monedas importantes, el yen y el marco, por ejemplo. Este movimiento no se puede explicar si se considera al oro como un metal más, sin funciones monetarias

Estos datos no pueden ser explicados por la tesis de la desmaterialización del dinero. Insistimos en esta pregunta: ¿por qué se mantiene semejante cantidad de valor inmovilizado, en especial en lo que hace a las reservas oficiales, si el oro ha perdido todo rol monetario? Notemos que el rol de "reserva" es clave entre las funciones de la moneda. Con razón Lipietz, luego de referirse a las tres funciones clásicas del dinero - patrón de precios, medio de circulación y medio de pago y de atesoramiento, o de reserva - afirma que, como lo destacaba Marx

"...sólo la tercera implica la forma social de la "verdadera moneda", es decir, la capacidad de validar socialmente una producción social sin tener necesidad de ser ella misma validada" [Lipietz (1983) p. 140].

Si bien actualmente el oro no cumple el rol de medio de pago, sí lo hace en cuanto medio de atesoramiento en el sistema monetario internacional. En el atesoramiento el dinero se petrifica como encarnación pura del valor, de la riqueza y del poder social, y "el oro se retiene como dinero" [Marx (1999) t. 1, p. 91]. Esto implica, en primer lugar, que el oro no es demandado en cuanto simple metal, sino en cuanto equivalente general, por su existencia económica como dinero-mercancía. En segundo término significa que no se lo demanda como moneda acuñada bajo forma nacional, sino como pura y simple encarnación de trabajo humano, como equivalente general mundial. Su valor de uso es conservar valor, tiempo de trabajo directamente social. ¿Cómo se puede pasar por alto esta circunstancia cuando se ha reconocido que el atesoramiento implica una (la otra es el medio de pago) de las formas de la "verdadera moneda"?

Obsérvese que esta cuestión remite al tema de cuál es el respaldo último del dólar, o el euro. En este respecto los altos funcionarios de los bancos centrales parecen tener una percepción más justa de la verdadera relación entre los billetes y el oro cuando justifican la tenencia de reservas de oro -y la compra del metal cuando crece la desconfianza en el billete- diciendo que, después de todo, "el oro es la única reserva que no es constituye el pasivo de algún gobierno". O, como dijo Alan Greenspan, "el oro todavía representa la última forma de pago en el mundo... in extremis el fiat money no es aceptado por nadie"[10].

El equivalente en Marx y una relación simbólica compleja

En la teoría de Marx, y a diferencia de la tesis sobre la desmaterialización del dinero, el equivalente "encarna" tiempo de directamente trabajo social no a posteriori del intercambio de la mercancía, sino en forma previa al mismo. Esto sucede porque el equivalente tiene propiedades específicas: en él el valor de uso expresa su contrario, el valor; el trabajo concreto se convierte en la forma de manifestación del trabajo humano abstracto; y el trabajo privado adopta la forma de trabajo directamente social. Dicho de otra manera,

"... el carácter social del trabajo se presenta como la existencia dineraria de la mercancía, y por consiguiente como una cosa situada fuera de la producción..." [Marx (1999) t. 3 p. 666].

Por lo tanto el valor del equivalente no surge de la comparación entre tiempo de trabajo global y "masa" monetaria, sino de la relación con el trabajo invertido en su producción -si se trata directamente del dinero mercancía, el oro- o con el trabajo que representa a partir de una relación simbólica compleja con el dinero mercancía. En este último sentido estamos ante una relación que evolucionó históricamente hasta llegar al estadio en que el dinero-signo adquiere una "existencia ideal derivada de su función" [Marx (1980) p. 96]. Lo que explica por qué el valor del dinero hoy no se relaciona directamente con el tiempo de trabajo invertido en la producción del oro, a la vez que el oro ha continuado ejerciendo un rol en el sistema monetario.

Ya en su función de medio de circulación el oro adquiere la forma de moneda y comienza a producirse la diferencia entre su existencia real y su existencia funcional. Efectivamente, si cada pieza de oro realiza un promedio de 10 ciclos diarios, se realizará una suma global de precios de mercancías por un monto 10 veces superior a la masa de oro en circulación. Esto hace que la existencia de la moneda sea igual a la cantidad de oro multiplicada por el número de ciclos que en promedio recorre cada pieza [Marx (1980) pp. 95-96]. Se produce así una primera "idealización del medio de circulación" (ibídem, p. 96) a partir de la sustitución de la cantidad por la velocidad. Este proceso adquiere luego impulso por el carácter circular de la metamorfosis de la mercancía, M - D - M. El oro, arrojado constantemente a la circulación, tiene una existencia dineraria evanescente; frente a la mercancía encarna valor sólo en un momento fugaz, porque inmediatamente es sustituido por otra mercancía. Por eso aquí basta con que el dinero exista de manera simbólica[11]. La idealización del medio de circulación adquiere una nueva entidad.

Pero además, y debido al desgaste de la moneda acuñada por la fricción de la circulación, cada vez más el valor dinerario se va separando de su valor mercantil y se produce un divorcio entre el contenido nominal de la moneda y su contenido real, entre su existencia en cuanto moneda y su existencia en oro. Se da así una "segunda idealización" del dinero metálico. La moneda "resulta idealizada por la práctica, transformada en mera existencia aparente de su cuerpo de oro y plata"(ibídem p. 96). Progresivamente la circulación convierte a toda moneda en mero signo de su sustancia, abriendo el camino para que el oro sea reemplazado por monedas subsidiarias - de plata o cobre- que actúan como sus símbolos. Es lo que señala Vilar (1982), acerca de que ya en la Edad Moderna la ley-metal no se verificaba para la mayoría de las monedas corrientes, en tanto no hubiera una gran diferencia entre su poder de compra y el de la moneda "fuerte" o moneda mercancía internacionalmente válida.

Por fin el tercer paso en el proceso de idealización es el reemplazo del metal por el billete de curso forzoso. Si ya la moneda metálica tiene inevitablemente un "carácter local y político" [Marx (1999) t. 1 p. 95], este carácter se acentúa con el billete. El signo se separa de aquello que significa, el oro. Ahora es un "mero signo de valor". El papel de curso forzoso es signo de oro o de dinero. Este proceso explica entonces por qué, a pesar de que el papel es signo de oro, no todo el papel moneda puede ser cambiado por el metal. Precisamente la existencia ideal del dinero en el proceso de circulación, el que sea un símbolo y que en ese carácter incida la instancia legal y política, hace que la masa de signos no coincida con la masa de oro que lo respalda. Por ejemplo, en 1913, período de convertibilidad, la ratio oro/billetes + depósitos a la vista de los bancos centrales era -promedio para 35 países- de 48%; y en 1925 de 41% [Bordo y Eichengreen (1998)] . Por eso también el Estado emisor podía "violar mecánicamente desde afuera" (Marx) las leyes de la circulación simple de las mercancías. Se trata entonces de una relación simbólica y compleja.

Sin embargo, si la convertibilidad de las monedas nacionales con el oro se abolió ya completamente en los años treinta, y la convertibilidad internacional del dólar con el oro terminó oficialmente en 1973, cabe preguntarse ¿dónde se establece hoy la vinculación entre el oro y el billete? La respuesta se puede dar según el mismo criterio con que Marx consideraba el billete inconvertible de Prusia como un signo de oro: de hecho, en el mercado del oro se establece la vinculación del billete con el metal. Y es en las corridas cuando esta vinculación adquiere una importancia insoslayable. Por eso hoy cuando se habla de la "cotización del oro" no se la debe considerar con el mismo status que tiene la cotización de cualquier otro metal en los mercados internacionales, sino como la expresión mistificada del contenido oro del billete. O sea, y como ya lo había señalado Mandel, el precio del oro es una expresión del valor del dólar[12]. Así, si desde principios de octubre de 2002 a marzo de 2005 el oro subió su precio de 320 a 425 dólares, según este criterio el dólar pasó de valer 0,003125 onzas de oro a valer 0,0023529 onzas.

Esto no significa, por otra parte, que el valor del billete se modifique al modificarse los costos de extracción del oro. En este sentido los partidarios de la tesis de la desmaterialización del dinero tienen razón cuando argumentan que los precios de las mercancías no cambian al modificarse los costos de producción del oro. Sostener esto último sería negar el proceso de idealización que se ha operado con respecto al dinero mercancía, y el hecho que el equivalente ha adquirido una "existencia funcional", que se profundiza en la circulación de mercancías y adquiere su plenitud en el billete donde el signo se separa de aquello que significa. Recuérdese además que las instancias legales y políticas sobredeterminan este desarrollo. De ahí la autonomización del signo con respecto al oro, y las largas divergencias que pueden producirse entre el precio del oro en los mercados (= valor del billete) y sus costos de producción. Esta posibilidad de divergencia todavía se potencia porque el oro, en cuanto reserva de valor, permanece atesorado en su mayor parte. Esto explica, además, las fluctuaciones de su precio, ligadas a desatesoramientos o atesoramientos, cualitativamente distintas de lo que sucede con cualquier otra mercancía. Por eso, y como señala Loranger,

"... el precio de una onza de oro no expresa su costo de producción, sino corresponde bien a la definición de la unidad monetaria internacional, esto es, que un dólar americano es una cierta fracción de una onza de oro. Que esta definición se acerque o aleje de su costo de producción es otra cuestión." [Loranger (1982), pp. 130-131].

Esto significa que el oro, una "sustancia de valor", se escinde del signo que lo simboliza al establecerse un precio de los stocks de oro acumulados. Por lo tanto el precio al que se realiza la conversión dólar-oro no tiene relación directa, ni expresa, el precio de producción. Por el contrario, el precio se establece siguiendo una lógica monetaria. Esto lo evidencia el hecho que en la refinación, comercialización y establecimiento del precio del oro intervienen los bullion bank; y es con base a ese precio que la industria del oro amplía o contrae la producción. Por eso debe insistirse que la demanda y oferta actual del oro es un fenómeno monetario, vinculado a su función de medio de atesoramiento. Se trata de una situación en este respecto muy distinta a la del siglo 19, cuando Senior sostenía que la primera causa de la utilidad del oro era la joyería y las aplicaciones para el dorado de objetos, y su uso como dinero era una utilidad secundaria[13].

Lo anterior explica que una baja prolongada de los precios del oro -como la que ocur

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