El cacerolazo del 13-N

Nuevamente salieron a las calles con carteles y reclamos de aparente contenido institucional. Ya no tienen el nivel de convocatoria de aquel 8-N, pero algunos medios y políticos siguen insistiendo en sus sentidos democráticos y republicanos. No obstante, desde aquellas primeras protestas y marchas de 2012 hasta éstas, hubo tiempo para indagar frente a qué tipo de fenómenos estamos y para darnos cuenta de la necesidad de encontrar nuevos criterios para definirlas y distinguirlas, sobre todo de aquellas que recordamos de los comienzos del siglo, con las que se pueden confundir.

Paradójicamente, las protestas de 2001-2002, a pesar de forzar las renuncias de miembros de las instituciones más importantes del país, son consideradas acontecimientos significativos en la lucha por la democratización de nuestro país. En cambio, éstas que se presentan como “guardianas de la democracia republicana” no son ubicables en esos mismos espacios. Por eso, con el interrogante ¿qué se vio del 13-N en las calles de la Ciudad de Buenos Aires?, nos hacemos otro interrogante que reenvía a la búsqueda de criterios para caracterizar las protestas que interpelan a los gobiernos de la democracia que no hace tanto conseguimos.

El “cacerolazo” del 8 de noviembre

La especificidad del "cacerolazo" del 8 de noviembre de 2012 es de difícil categorización. Tiene complejas condiciones de contorno que lo diferencia de otras protestas, sobre todo de las ocurridas durante 2001-2002. Después de una elección donde la presidenta Cristina Kirchner logra el 54% de los votos, el gobierno despliega políticas públicas que irritan sobre todo a los sectores medios de la sociedad.

* In memoriam Norma Giarracca, compañera y amiga fallecida el 7 de junio de 2015

Cacerolazo modelo 2012

El jueves salieron nuevamente miles de argentinos a las calles de Buenos Aires y de muchas ciudades de las provincias. La convocatoria, por los medios informáticos, fue apoyada por sectores de poder en situación de confrontación con el gobierno nacional. Los cacerolazos siempre remiten a 2001-2002, no obstante consideramos que, más allá de cierta estética de personas formando mareas humanas por las calles, no hubo nada en común. Más bien, a nuestro juicio, hubo ciertas similitudes organizativas y de composición social con los cacerolazos y marchas que acompañaron el conflicto del campo en 2008. En los dos casos (2008 y 2012) en el vértice superior del conflicto, si se nos permite esta imagen, aparecen sectores empresariales nacionales de gran capacidad económica confrontando por demandas corporativas con el Gobierno. En 2008, fue la Mesa de Enlace (la Sociedad Rural Argentina fue su símbolo); en la del jueves, en el vértice estaban los grandes medios de comunicación con su conocida demanda. En ambas, además, todo el arco opositor político apoyó a quienes protestaban. Y en tercer lugar, entre ese vértice de poder y los miles y miles de personas que salieron no se puede registrar con seriedad una conexión directa en la convocatoria.

Tanto en 2008 como el jueves marchó una importante cantidad de ciudadanos que votaron en forma diferente, que pertenecen a esa abigarrada clase media argentina que va desde un vendedor ambulante de baratijas importadas de China, que manda a sus hijos a una escuela privada, hasta empresarios, comerciantes o profesionales. En 2008 todos se sentían aunados por “un campo” que remitía al utópico (y pasado) trabajo sobre la tierra y a personajes que supuestamente hablaban con un lenguaje sencillo (a diferencia del poder). El jueves no había un signo unificador más allá del malestar con el Gobierno, pero la cuestión de la comunicación, de las palabras, estaba presente.