Argentina bicentenaria

Homenajes a Fanny Edelman - Eugenia Sacerdote de Lustig
El miércoles 24 de noviembre se llevó a cabo, en el Teatro Nacional Cervantes, un homenaje a Fanny Edelman. Por otra parte, reproducimos una entrevista a Eugenia Sacerdote de Lustig -científica argentina quien también cumple 100 años. A estas mujeres de extensa trayectoria de militancia política y científica le dedicamos este agasajo.

Sabiduría, sin duda, coherencia escapándosele hasta por la tranquilidad de su mirada, elocuencia palabra tras palabra, emoción propia y de quienes la rodearon, fueron algunas de las muchas nobles impresiones que tornasolaron las elegantes instalaciones del Teatro Nacional Cervantes cuando Fanny Edelman, presidenta del Partido Comunista argentino recibió un merecido homenaje, a sala colmada, a su vastísima e impecable trayectoria intelectual y política. El encuentro fue una iniciativa de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (Apdh), a la que pronto se sumaron más organizaciones. Entre otras, estuvieron presentes en el dispositivo de la fiesta, el propio Partido Comunista, el Movimiento por la Paz, la Soberanía y la Solidardad, el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini y la Comisión por la Memoria, la Verdad y la Justicia de Zona Norte. Tanta es la vida vivida por Fanny en servicio de la cultura de izquierda militante que las organizaciones de luchas populares no quisieron dejar de estar presentes. Además de los citados organizadores estuvo el sostén de otras figuras, individuales o colectivas, de la política nacional para honrar a Fanny. En las butacas, mezclados entre muchos con digno criterio igualitario, se vio al premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel, al secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Luis Duhalde, a varias damas de pañuelo blanco, al secretario general del Partido Comunista, Patricio Echegaray (y a todos los miembros del Comité Central), a los diputados nacionales Carlos Heller y Martín Sabatella, a los legisladores porteños Tito Nenna, María Elena Naddeo y Diana Maffia. al titular de la CTA, Hugo Yasky, a los principales responsables de la Ladh, José Schulman y Graciela Rosenblum junto a numerosa delegación, al secretario de Relaciones Parlamentarias de la Jefatura de Gabinete, Oscar González, a la embajadora de Bolivia en Argentina, Leonor Arauco, a su par cubano, Jorge Lamadrid, a la titular de Ctera, Stella Maldonado, al máximo referente del Partido Humanista, Luis Amman, y a varios dirigentes nacionales de ese partido, al ex diputado nacional Héctor Polino, a la activista por los derechos de las minorías de género Lohana Berkins. Tampoco faltaron los saludos y adhesiones más variados, desatacándose los enviados por el mismo Ministerio de Defensa de la Nación (ahora dirigido por una mujer), con la firma de la ministra Nilda Garré, por el máximo representante de la Asamblea del Poder Popular de Cuba, Ricardo Alarcón, por las periodistas Estela Calloni y Liliana Dauness, por el cantautor Víctor Heredia, por la legisladora María José Lubertino, por la presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, y por el escritor David Viñas. Ver">http://www.nuestrapropuesta.com.ar/index.php?option=com_docman&task=doc_... Suplemento Especial de Nuestra Propuesta

Desde los gobiernos violentos de Hitler y Mussolini hasta las epidemias de gripe y poliomielitis que afectaron a millones de personas. Desde el cambio hacia la profesionalización de la ciencia al avance de las mujeres. Todos estos momentos atraviesan la vida de Eugenia Sacerdote de Lustig, la científica que se exilió en la Argentina al ser expulsada por el fascismo y que ahora acaba de cumplir 100 años.

“Nunca me propuse llegar a los 100. No hay una fórmula. Lo único que recomiendo es no enojarse, y llevar una vida sana” , dice a Clarín , durante una entrevista en su departamento en el barrio porteño de Belgrano. Su lucidez es asombrosa.

Como un reconocimiento a sus investigaciones sobre virus, cáncer y otras enfermedades, Sacerdote de Lustig acaba de ser reconocida como “prócer de la medicina bicentenaria”, con un diploma de honor que le entregaron días atrás el ex presidente de Uruguay y médico oncólogo, Tabaré Vázquez, el ex rector de la Universidad de Buenos Aires, Guillermo Jaim Etcheverry, y el presidente de la Asociación Médica Argentina, Elías Hurtado Hoyos, entre otras personalidades. El acto de homenaje fue organizado por la revista “Gracias, doctor”, que dirige Tulio Huberman, en la Academia Nacional de Medicina.

Vivió momentos fuertes, como la epidemia de gripe en 1918 y la del año pasado. ¿Notó diferencias?
Sí, claro. En 1918, yo tenía 8 años. Me acuerdo que una tía y una prima fallecieron por gripe. En cambio, el año pasado fue diferente. La gente se cuidó más, y los científicos identificaron el virus, y consiguieron rápido una vacuna.

Pero no fueron las únicas epidemias de las que fue testigo.
Es cierto. En 1953 se desencadenó la epidemia de la poliomielitis. La gente moría, y nadie sabía sobre el virus. Yo estaba trabajando en el Instituto Malbrán, y usamos una técnica que había aprendido en Italia, “gracias” a Hitler.

¿Por qué lo dice?
Porque ese maldito hizo que muchas personas tuvieran que irse de Alemania. Una de ellas fue una joven que sabía usar una técnica de cultivo de tejidos, y que llegó un día a pedir ayuda en el instituto donde yo trabajaba en Italia. A cambio de una habitación, la alemana nos enseñó la técnica a todos, y así pude aprender la modalidad que después introduje y enseñé en la Argentina por décadas. Aún hoy, en el Instituto de Oncología Angel Roffo, se sigue dando el curso.

¿Cómo combatió la epidemia de poliomielitis después?
Trabajábamos de la mañana a la noche y teníamos miedo de infectarnos, porque las condiciones de trabajo no eran las de hoy. Nos enviaban muestras continuamente. Hasta que la Organización Mundial de la Salud me mandó a los Estados Unidos primero y luego a Canadá para participar en el desarrollo de una vacuna contra la poliomielitis, que se llamó la vacuna Salk. Estuve trabajando con monos. ¡Qué difícil que era! Les tenía que poner inyecciones con jeringas de vidrio, que se rompían continuamente.

¿Notó el machismo en la ciencia?
Bueno, ya nos costó bastante llegar a ser médicas.

¿Por qué habla en plural?
Porque con mi prima, Rita Levi-Montalcini, quien ganó el Premio Nobel de Medicina en 1986, decidimos estudiar medicina. Primero, se lo oculté a mi madre. En aquel momento, que una mujer estudiara medicina era anormal. Pero un día mi madre me descubrió con unos huesos y no pude ocultárselo más. Después, nuestros compañeros varones no nos trataban tan bien.

¿Tuvo problemas en Argentina?
Cuando llegué, no me reconocieron el título de médica. Eran pocas las mujeres científicas. Trabajé con Bernardo Houssay, que fue echado por el peronismo. No fue fácil: tenía que salir a comprar gallinas para extraerle la sangre y hacer estudios, o me daban mesadas en las que también se recibían muestras de orina de pacientes. Sin dudas, la ciencia argentina mejoró muchísimo. Ahora hay becas y subsidios, y muchos pueden ir al exterior y volver.

Su prima ya tiene 101 años. ¿Todavía se comunican?
Sí, cada sábado nos llamamos por teléfono. Ella está en Italia.

¿Y hablan de ciencia?
Bueno … (se ríe) Eso era antes. Ahora, hablamos de nuestra salud. Ella tiene problemas para caminar, y yo estoy ciega desde hace 10 años.

¿Había pensado en cumplir los 100 años?
Nunca lo pensé. Siempre he vivido con muchas ocupaciones como científica y como madre de tres hijos. Fue una vida de mucho sacrificio.

Pero se la ve activa.
Por la mañana, escucho radio, y tengo un software que me lee el diario Clarín . Por las tardes, me visitan mis 9 nietos, mis 4 bisnietos, y amigas que me leen.

¿Le leen noticias?
Con las de la mañana ya son suficientes. Me leen libros. Bueno, la tengo que dejar ahora. Mi hija dice que, por el dolor de ciática que tengo, debería ir al médico.

Fuente:">http://www.clarin.com/sociedad/tiempos-mujer-estudiara-medicina-anormal_... Clarín - 05.12.2010

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