Abstenerse de la codicia y del dogma: La política contra el SIDA que debemos exigir para 2007

Una generación entera ha crecido con la pandemia del SIDA y ahora tenemos un importante (aunque todavía no suficiente) conocimiento de cómo combatir la enfermedad. Pero mientras el conocimiento colectivo ha ido creciendo gradualmente, la política de Estados Unidos contra el SIDA permanece anclada en una visión económica y social de extrema derecha que está reduciendo el progreso y costando vidas. Autor: [b][color=336600]Yifat Susskind*[/color][/b]

De hecho los políticos que dirigen la política de Estados Unidos contra el SIDA y la salud sexual y reproductora en general, se han desplazado tanto a la derecha que muchos en Estados Unidos ya no se indignan ante lo verdaderamente indignante. Algo que en el pasado hubiera parecido una locura completa, como requerir a las clínicas de salud que firmen un juramento condenando la prostitución, actualmente suena como algo común y corriente.

Pero aunque el debate público se desliza hacia la derecha, debemos negarnos a seguir su deriva.

Debemos mantenernos firmes y continuar insistiendo en una política que refleje nuestras convicciones. Las elecciones del mes pasado de las que salió elegido un Congreso Demócrata nos ofrecen un poco de esperanza, pero sólo si conseguimos desplazar el debate público hacia un terreno más razonable. Una forma de empezar es ayudar a la gente a reconocer las diferentes maneras en que la codicia financiera, el dogma religioso y la hostilidad hacia los derechos de las mujeres inspiran la política contra el SIDA Después podremos empezar a reparar la brecha entre lo que la política contra el SIDA es y lo que debiera ser.

La codicia financiera

La política actual es la siguiente: Después de otros tres millones de muertos por el SIDA este año, la administración Bush todavía da más prioridad a los beneficios de las industrias farmacéuticas que a asegurar el acceso universal a las medicinas. Las patentes que permiten a los laboratorios médicos con base en Estados Unidos y Europa controlar la fabricación y la venta de los medicamentos contra el SIDA, impiden a países de Asia, África y América Latina proveer a sus habitantes de medicinas contra el sida baratas y genéricas (incluso a pesar de que el 95% de los pacientes son de estos países). Mientras tanto, las nueve compañías más grandes de los Estados Unidos han obtenido el año pasado, unos beneficios cercanos a cuarenta y tres mil millones de dólares, superiores al producto nacional bruto de algunos de los países con mayor número de afectados por el SIDA. La última tendencia, implantada por Bill Clinton, es regatear con los laboratorios farmacéuticos para reducir los precios o recibir donaciones. Pero no es caridad lo que los países del hemisferio sur exigen.

Qué política debería llevarse a cabo: La caridad a regañadientes de las corporaciones no es la manera de luchar contra la peor epidemia de la historia. Por el contrario, como el agua y los alimentos, las medicinas deberían ser excluidas de las normas sobre patentes de la Organización Mundial del Comercio. No solamente se trata de una petición asumible sino que Estados Unidos ya la ha aceptado en las conversaciones sobre el comercio mantenidas en Doha en 2001. Necesitamos presionar a la Administración para que cumpla su promesa. Esto significa renegociar tratados recientes como el Tratado de Libre Comercio en Centroamérica que no respeta los compromisos asumidos en Doha e impide que los gobiernos provean de medicamentos genéricos a personas que padecen SIDA.

El Dogma religioso

Lo que sucede actualmente es que un tercio de los fondos internacionales que destina Estados Unidos para la prevención del SIDA está encomendado a programas que promueven la abstinencia o la fidelidad como estrategias de prevención (se menosprecia a los preservativos como un "último recurso"). Es ridículo. No existe ninguna evidencia sobre que moralizar acerca de la abstinencia reduzca la propagación del VIH. Todo lo contrario: en Uganda en sólo dos años, los índices de VIH se duplicaron después de que misioneros estadounidenses, convertidos en políticos, cambiaran de manera efectiva el énfasis de los programas de prevención del sida de este país del uso del condón a la abstinencia.

Aun así, Bush continúa favoreciendo a las organizaciones cristianas de extrema derecha que predican la abstinencia desembolsándoles fondos federales contra el SIDA. Ha llenado su junta de consejeros presidenciales sobre SIDA/VIH con religiosos fundamentalistas e ideólogos incompetentes como el sorprendente nombramiento realizado este año de Herbert Lusk, un pastor abiertamente anti gay sin experiencia en asuntos relacionados con VIH. Y el mes pasado, Bush eligió a Eric Keroack, contrario a los métodos anticonceptivos, para liderar los programas de planificación familiar en el Departamento de Salud y Servicios Humanos.

Keroack cree que la educación sexual subvencionada públicamente debe consistir casi exclusivamente en promocionar la abstinencia.

Lo que debería hacerse: ¿Recuerdan cuando la política sobre la sanidad pública se basaba en la sanidad pública?. No es demasiado tarde. En lugar de la fantasía fundamentalista de erradicar las relaciones sexuales, la estrategia para la prevención del SIDA debe basarse en lo que sabemos que funciona: educación y acceso a condones dentro de un marco que promueva los derechos de las mujeres y las jóvenes a negociar las relaciones sexuales y tomar las mejores decisiones para su bienestar.

El desprecio de los derechos de las mujeres

La política actual contra el SIDA de Estados Unidos entrega a las compañías farmacéuticas el control sobre las opciones de tratamiento y permite a los fundamentalistas religiosos establecer las estrategias para la prevención. Esta unión de dogma y codicia ha producido una política contra el SIDA que socava los derechos humanos de las mujeres en el momento en que más mujeres que nunca se ven infectadas por el VIH.

La hostilidad de la industria farmacéutica hacia los productos genéricos es desproporcionadamente peligrosa para las mujeres puesto que entre la mayoría de las personas pobres y aquellos cuya salud está normalmente más desatendida dentro de la familia y de las comunidades, las mujeres son las que tienen menor acceso a las costosas medicinas contra el SIDA. Las mujeres también están más expuestas al peligro por el mantra de "abstinencia y fidelidad" de la derecha religiosa al ignorar el hecho de que muchas mujeres carecen de poder para rechazar las relaciones sexuales, especialmente con sus maridos.

En los países subsaharianos, donde se ha producido el 65 por ciento de los nuevos casos de infectados con VIH este año, estar casada incrementa de hecho las posibilidades de las mujeres de contraer el virus. Y los ataques de los fundamentalistas contra el derecho a abortar ahora permiten que el programa internacional de Estados Unidos para la salud continúe avivando la propagación del SIDA. La "regla de la mordaza global" (The Global gag rule, en inglés)* ha hecho retirar fondos estadounidenses a cualquier organización sanitaria que proporcione información sobre el aborto.

Como resultado, clínicas que anteriormente ofrecían una variedad de servicios sanitarios fundamentales, entre ellos programas para la prevención y el tratamiento contra el SIDA para mujeres en algunos de los países más pobres, se han visto forzadas a cerrar.

Todo lo que sabemos sobre la forma de combatir la pandemia del SIDA indica la necesidad de una síntesis entre las estrategias de prevención y tratamiento en el marco de los derechos humanos. Y no es responsabilidad de Bono o de Oprah desarrollar o llevar a cabo esas estrategias. El cuidado de la salud pública y el respeto de los derechos humanos son responsabilidad del Gobierno y, para alcanzar esos objetivos, los programas federales contra el SIDA deberían basarse en medicamentos genéricos que, con sólo una parte del coste de las marcas patentadas, constituyen la clave para asegurar el acceso universal al tratamiento.

La Global Gag Rule* y la cruzada de Bush contra la prostitución deberían abolirse. Y la política estadounidense debería ajustarse al plan de acción desarrollado por defensores de la sanidad pública y de los derechos de las mujeres en la Conferencia sobre Población y Desarrollo de Naciones Unidas en 1994.

No se necesita haber memorizado el último informe de las Naciones Unidas contra el SIDA para saber que la codicia de las corporaciones y el dogma religioso no son el sustituto de una política internacional contra el SIDA basada en los derechos humanos. Este debe ser nuestro mensaje para el nuevo y mejorado Congreso en este Día Mundial contra el SIDA.

*Algunos sitios por donde empezar*

Llama a tu representante en el Congreso para que apoye la propuesta de Barbara Lee para rechazar el requisito de que un tercio de los fondos de Estados Unidos para la prevención de VIH/SIDA tengan que dedicarse a programas que aconsejan la abstinencia, y exige al Presidente y al Coordinador Mundial contra el SIDA el desarrollo de una estrategia exhaustiva para afrontar el impacto del VIH/SIDA en mujeres y niñas.

Ahora que los Demócratas controlan el Senado y el Congreso, deberíamos presionar para que realice otra votación en la que se derogue "la regla de la mordaza global"*. El pasado año, el Senado votó para rescindirla pero la medida no prosperó en la Cámara de Representantes.

El presupuesto para VIH/SIDA del próximo año fiscal debe reflejar el compromiso de Estados Unidos para financiar su justa participación en el Fondo Mundial de las Naciones Unidas para la Lucha contra el SIDA, la tuberculosis y la malaria. El Fondo Mundial que depende de las medicinas genéricas, opera dentro del marco de los derechos humanos y facilita la cooperación internacional, por lo que es la institución mejor situada para combatir la propagación del sida a nivel mundial.

El Acuerdo de Libre Mercado en Centro América fue aprobado con tan poco margen el año pasado que la victoria de noviembre puede ofrecer una posibilidad real de futuros acuerdos de mercado que realmente cumplan con las obligaciones de Estados Unidos de permitir la fabricación y venta de medicinas genéricas. Hazle saber a tu representante que estas estipulaciones son importantes.

Yifat Susskind es la Directora de Comunicaciones de MADRE, una organización internacional de los derechos humanos de la mujer. Sus críticos análisis sobre la política exterior de Estados Unidos, la justicia económica y los derechos humanos de las mujeres han aparecido en Internet y han sido publicados en sitios como TomPaine.com, Foreign Policy in Focus, Common Dreams y The W Effect: Bush´s War on Women, publicado por Feminist Press en 2004. Susskind ha aparecido como comentadora en programas de CNN, National Public Radio y BBC Radio. Es autora de un libro sobre la política exterior de Estados Unidos y los derechos de la mujer y de un informe sobre la culpabilidad de Estados Unidos en la violación de los derechos humanos de las mujeres en Iraq, ambos de próxima publicación.

*N del T: La regla de la mordaza global (The global gag rule) fue reimpuesta el 22 de enero de 2001, su primer día de mandato, por el Presidente Bush y prohíbe todos los programas populares de ayuda contra del SIDA de Estados Unidos. Por lo tanto a las organizaciones extranjeras, que a menudo son los únicos proveedores de cuidados médicos en zonas rurales remotas, no solo les prohíben usar sus propios fondos para practicar abortos sino que también se les prohíbe dar consejos e información sobre el aborto, mandarlos a otros centros médicos o presionar a su propio gobierno en asuntos relacionados con las leyes sobre el aborto.

Fuente: VIHpositivo.com – enero 2007

Compartir en