Una apuesta (fuerte) al conocimiento

Entrevista a Patrizio Bianchi por Irene Naselli
Hace unos 20 años, Bernardo “Beni” Kosacoff me presentó a Patrizio Bianchi en la vieja sede de la CEPAL en Buenos Aires. Fue aquella una reunión memorable en la que, por momentos, también intervino Francisco Gatto. Nada más nombrar a éstos expertos de primerísimo nivel da una idea de la riqueza conceptual desplegada en el encuentro. Volví a escuchar al profesor Bianchi varios años más tarde en la UIA y, en la oportunidad, realizamos una entrevista en la que manifestó gran preocupación por la velocidad de los cambios en el mundo. “Ocurren más rápido que el armado de un marco conceptual que los contenga e interprete”, decía con fuerte tono peninsular.

Este eminente intelectual –Ministro de Educación en la región de Emilia Romagna, ex Rector de la Universidad de Ferrara– que siempre amalgamó su sólida formación académica con la práctica en la economía real, hoy sigue insistiendo en que el mejor camino para superar los desafíos que plantea el actual orden económico es lograr vínculos espesos entre el mundo en el que se aprende y el mundo en el que se hace.

– En la actualidad Europa es el centro de problemas financieros y económicos que impactan en forma negativa en el orden internacional. Las cuestiones de fondo ¿son económico-financieras o son políticas?

– La Europa actual es una construcción muy compleja creada con el objetivo preciso de lograr la paz y el bienestar de sus pueblos. El proyecto tiene al desarrollo económico como instrumento de esa idea política, posición que quedó ratificada con la firma del Tratado de Lisboa (que entró en vigor el 1º de diciembre de 2009) cuyo texto modifica, sin sustituir, los Tratados de la Unión y de la Comunidad Europea. El nuevo acuerdo ofrece el marco y diseña los instrumentos jurídicos necesarios para afrontar los desafíos futuros y propone una Europa más eficaz, más democrática y transparente que defiende los derechos civiles, políticos, económicos y sociales de sus habitantes. Así que si nos atenemos a la letra de todos los pactos refrendados por los países-miembro, la cuestión política es fundamental en el armado de Europa y, en consecuencia, los problemas de fondo que hoy se enfrentan también lo son. Creo que es muy claro que la crisis es algo más que el colapso de la economía.

– En una reunión anterior, hace de esto unos 5 años, usted enfatizó que los parecidos entre las zonas norte o sur de varios países son más significativos que los que existen entre el norte y el sur de un mismo país. ¿Sigue así?

– Los procesos de integración suelen subrayar las diferencias que ya existían al interior de cada país. El norte de Italia siempre fue diferente al sur, pero hoy ese norte es parecido a Alemania, al sur de Inglaterra, al este de Francia, a Holanda y constituye parte de un área muy fuerte y muy integrada. Marginales son España, Portugal, el sur de Italia, Grecia y los países del este. Este es el gran riesgo que corremos, una Europa que marcha a dos velocidades. Y también es uno de los grandes desafíos que enfrentamos, porque los procesos de integración tienen una dinámica que no se puede interrumpir y hay que esforzarse en no profundizar las brechas y acordar y trabajar para minimizar las diferencias.

– ¿Pueden?

– Hicimos el euro, ahora tenemos que hacer un gobierno europeo del mismo nivel del euro. Lo cierto es que ahora ningún país puede resolver sus propios problemas sin Europa pero, por otra parte, también es cierto que Europa no tiene la capacidad política de resolver los problemas de todos. Así que debemos reconocer que atravesamos una situación difícil..

– ¿Cómo deberían resolverla?

– Hay posiciones diferentes. Por una parte hay una visión neoclásica, rigurosamente neoliberal, que lo único que comprende es el achique, lo que es fatal porque reduce la demanda interior y provoca que todo el sistema esté en crisis. La otra solución es que Europa asuma la deuda de los países como un problema propio. Y, que a la par de tomar ésta posición, se decida a regular los mercados financieros. También es imprescindible llevar adelante inversiones muy fuertes en servicios, en infraestructura y en los grandes problemas de medio ambiente (limpieza del aire y del agua). Junto a éstas acciones hay que enfrentar y resolver los problemas derivados de la inclusión social. Esta fue la visión del profesor Prodi y la que se sostuvo en Lisboa y ésta es la postura que está en debate. Europa tiene que decidir si va a seguir una guía macroeconómica liberal con discusiones entorno a si es posible la sobrevida mañana por la mañana o si apuesta por la producción y el trabajo.

– ¿Cuál es la posición de Alemania ante ésta disyuntiva?

– Si usted habla con el gobierno lo encuentra muy sensible a los banqueros del Bundesbank, pero resulta que ese gobierno también tiene que responder a la opinión pública. Por su parte los empresarios y las sociedades de empresarios son muy sensibles a la defensa de sus fábricas en toda Europa y creen que si el sur cae, Alemania también va a terminar cayendo. La economía real está mostrando que no podemos cortar relaciones entre el norte y el sur.

El problema real es que seguimos manteniendo la discusión al interior de los estados nacionales y que atravesamos 10 años de gobiernos, de algún modo, euro-escépticos. Ahora tenemos una Comisión débil y yo creo que la única solución para salir de la crisis es entre todos y fortaleciendo la idea de Europa.

– Pero, según se ve y según usted mismo dice, ese no es el “deber ser” generalizado.

– No lo es y necesitamos superar los problemas con una posición política muy fuerte. Ahora atravesamos un momento en que se piensa que si la integración se profundiza y se hace efectiva, la estabilidad polìtica de Europa va a sufrir modificaciones. En ese sentido debemos estar muy atentos a que la vía de elección para la resolución de los conflictos sea alguna forma de autoritarismo.

– Hace unos 20 años usted escribió un libro que me regaló y al que suelo releer:”L’ Europa smarrita” ¿ vive hoy Europa el mismo desgano, la misma confusión?

– Después de 20 años de una economía hiper liberal, donde las fuerzas financieras no responden a ninguna regla, hay que romper con la tiranía financiera y hay que volver a una economía de producción centrada en la dignidad del hombre que trabaja. Este es un tema que requiere de un tratamiento adecuado y tendría que ser enfrentado por países con menos ataduras como China o los Estados Unidos que creo que son los que deben arreglar al sistema financiero.

– Entonces ¿ la solución para Europa está fuera de Europa?

– No, la solución es más Europa, siempre estuve convencido que los problemas pueden resolverse dentro de una Europa unida. Los países de Europa son chicos y por si, en forma individual, solo pueden sufrir. Pero unidos constituyen una potencia capaz de resolver los mil problemas cotidianos y hacer frente al cambio estructural de la economía a nivel global.

– Esos cambios, de algún modo, son muy recientes

– La crisis en 2008-2009 es muy clara pero, en realidad, ya había comenzado en los años 80 en los que se rompe el orden económico instaurado después de la Segunda Guerra Mundial. La desintegración de la URSS significó el colapso de una visión muy simplista en la que de un lado había un mundo regido por los mercados, del otro el mundo de la planificación y después existía el Tercer Mundo. Al final de los noventa comienza a percibirse que es el Tercer Mundo el que empieza a cumplir el rol de motor de la economía y está muy claro que desde fines del siglo XX el mundo es muy diferente al anterior. Cambia el mundo y hoy los grandes actores son países como China que hasta fines del siglo pasado estaban al margen del sistema económico mundial. Cambian las reglas, cambia el tiempo de reacción y la capacidad de trabajar en un mundo en el que la complementariedad de la producción es muy diferente.

– Básicamente ¿en que consisten esas diferencias?

– A principios del siglo XXI Prodi (Romano Prodi, Primer Ministro de Italia y Presidente de la Comisión Europea entre 1999 y 2004)) tenía la idea que si Europa quería sobrevivir en medio de estos cambios y estar entre las potencias mundiales entonces debía ser, en 10 años, la economía del mundo con mayor aporte de conocimiento. Creíamos y seguimos creyendo que la producción europea debe basarse en el conocimiento, es decir en la ciencia que se aplica a la producción. Este objetivo es muy fuerte pero aún no ha sido cabalmente entendido por Europa, porque todos los países pensaron que había que enfrentar el cambio simplemente como país, con sus propios medios. Pero ésta posición no contempla el verdadero cambio del mundo, el que se produce en la producción a nivel mundial. Ahora la competencia no es entre países porque estamos frente a empresas que tienen capacidad para tener una parte de su producción en Italia y otra en China, que tienen capacidad para tener algunas funciones en Argentina y otras en los Estados Unidos. Observamos que, en forma creciente y en un mismo país, hay empresas que son globales y que están creciendo y otras que solo atienden al mercado interno y enfrentan la crisis con mayores problemas. Desde fines de los noventa atravesamos un proceso en el que es evidente la insuficiencia de un cambio incremental, un cambio de estructuras, necesitamos un salto en la organización de la educación porque heredamos una estructura educativa que no se adapta al mundo en el que vivimos y, mucho menos, al mundo en el que viviremos.

– ¿Cómo hacerlo?

– Construyendo puentes entre las escuelas técnicas, las universidades, las centrales empresarias y las comunidades. En estos enormes cambios que hoy se operan se vuelve central el rol del capital humano, vuelven a reaparecer las personas, las personas que tienen un determinado tipo de educación. Esa es la experiencia que llevamos adelante en la Emilia-Romagna. Toda esta transformación implica también un cambio en las comunicaciones que adquieren un rol preponderante. En política industrial no todo es el dinero, tiene enorme importancia que todos tengan en claro cuál es la misión, cuál es el objetivo al que apuntan, para que todos puedan trabajar en la misma dirección. Y debe plantearse con simplicidad la idea de sistema, la idea de un sistema que cambia y que se articula.

– Entonces también estamos frente a un cambio de lo que tradicionalmente se concebía como política industrial.

– Sin ninguna duda, la política industrial hoy es mucho más que transferir incentivos a las empresas, porque usted puede tener los fondos para inversión pero si no tiene una estrategia a nivel global y no tiene a las personas capaces de llevar adelante esa estrategia, lo único que logrará es fundir el fondo.

Repensar las políticas industriales hoy quiere decir redefinir el concepto básico de desarrollo y los instrumentos necesarios para soportar el crecimiento económico y social. Hay que estimular con vigor a la industria como el camino de elección para construir una sociedad más igualitaria en el marco de exigencias medioambientales cada vez más apremiantes y es muy claro que la estructura industrial conocida se ve enfrentada a un cambio liderado por el sistema de ciencia y tecnología. Esa es la nueva frontera, la del conocimiento. En ese escenario la articulación de las políticas de mediano y largo plazo tanto universitarias como productivas, resultan esenciales para que las economías se desarrollen de una manera más dinámica e inclusiva.

– En Argentina la Fundación que dirige Vicente Donato señala la dificultad de las empresas en conseguir mano de obra calificada, ¿pasa en Italia algo parecido?

– En Italia hay desempleo de personas que tienen baja calificación porque lo que hoy importa es la calidad de los productos. Aunque tengo que decir que también tenemos mucho desempleo de jóvenes que están graduados en disciplinas de baja calificación industrial, que no son funcionales a la dinámica del proceso productivo. Pero, al mismo tiempo, hay creciente necesidad de trabajadores calificados a nivel global y las empresas sufren la falta de competencias técnicas específicas: saber ingles, tener capacidad para trabajar y, en especial, para liderar grupos. Son necesarias personas con capacidad crítica, con capacidad para entender, para comprender el sentido, el significado de las cosas. Entender a los chinos no es un tema de idioma, es un tema de cultura.

Hay que formar trabajadores diferentes a los de la década anterior y, para hacerlo, se necesita un sistema muy integrado de escuelas técnicas y universidades que permitan establecer puentes entre el mundo de la enseñanza técnica y universitaria y el nuevo mundo del trabajo. Hay que tener técnicos y profesionales con áreas de práctica porque el objeto de la producción, soy repetitivo en éste aspecto, es la calidad.

En la Emilia Romagna también estamos trabajando en la creación de nuevas empresas de investigación científica que permitan que los doctores hagan sus propias empresas, las que terminan siendo un motor también para otras áreas de la economía.

La Emilia Romagna está situada en el norte de Italia, entre Milán, Venecia y Florencia, es un área de 5 millones de personas con una tradición muy fuerte de pequeñas y medianas empresas del sector mecánico, cerámico, textil, agropecuario y con una fuerte capacidad de vender a nivel internacional. Tenemos 4 universidades muy antiguas, la de Bolonia que fue la más antigua del mundo occidental y las universidades de Ferrara, Módena y Parma. Es una zona de distritos industriales, que son áreas muy integradas de empresas que trabajan juntas, con miles de cooperativas. En ésta región llevamos adelante una idea que es más que un programa educativo, es un proyecto que acompaña un desarrollo industrial que servirá para reducir el riesgo de los empresarios en un contexto abierto y competitivo a nivel global, porque creemos imprescindible aumentar el número de empresas que trabajan a nivel internacional. Somos concientes que enfrentamos un mundo nuevo.

Revista Informe Industrial Nº 235 - 13 de febrero de 2013

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