Trabajo infantil, realidad vergonzosa

La Nación

No es una buena noticia en absoluto, pero las cifras no mienten. La organización mundial Save the Children hizo saber que, pese a que la ley lo prohíbe, alrededor de un millón y medio de chicos argentinos de entre 5 y 17 años trabaja en actividades fuera de su casa o en tareas domésticas. Y, lo que es más grave, esta cifra demuestra que la población involucrada en este fenómeno, en lugar de disminuir, creció seis veces entre 1998 y 2005.

Fuente: La Nación

La denuncia cobra más importancia todavía desde el momento en que fue hecha el lunes último, Día Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil, una de las prioridades internacionales del nuevo milenio por declaración de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

El año último, el Ministerio de Trabajo argentino, después de realizar la Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes (Eanna) en cuatro áreas geográficas del país, reveló que el 7 por ciento de los chicos de entre 5 y 13 años cumple alguna tarea, y que el 20 por ciento de los adolescentes de 14 a 17 trabaja. Ambas categorías (que involucran a ocho millones de chicos) suman 900.000 afectados por el trabajo infantil, aunque los especialistas creen que rondan 1,5 millones si se considera el trabajo doméstico en casas particulares; es decir, el mismo número denunciado por Save the Children.

Pero está también el otro dato, ese que señala a la Argentina como el país de América latina donde el trabajo infantil "ha crecido de la forma más alarmante" al aumentar "seis veces" en pocos años, como consecuencia de la crisis económica, que coincide justamente con el período mencionado al principio.

Cartoneros, vendedores de flores, malabaristas callejeros, mendigos, cirujas o explotados sexuales, la vida de estas criaturas no merece llevar ese nombre, sobre todo porque, además de que el trabajo a esas edades atenta contra la educación y limita el acceso al juego y perjudica la salud, hay otro peligro bien presente: el contacto con drogas de todo tipo y su consumo. Según un relevamiento del gobierno porteño, se considera que el 53 por ciento de los chicos que trabaja en la calle, los llamados "recuperadores urbanos", consume droga.

Como lo reconocen todos los informes, la pobreza es la principal causa del trabajo infantil, ya que las familias empobrecidas o pobres estructurales, ante la situación de ajuste económico, son colocadas en situación de vulnerabilidad social, esto es, pierden la capacidad económica y cultural de contención. Entonces el trabajo de los niños está en función de ayudar a sus familias, pero muchos lo hacen en condiciones de explotación o de mucho riesgo para sus vidas.

Pero la pobreza no es la única razón. También influyen la desocupación adulta, el trabajo en negro, la demanda de prostitución o pornografía infantil, y factores culturales que tienden a naturalizarlo.

Es cierto que desde diferentes gobiernos nacionales ha existido la intención de entrar en contacto con esta dura realidad. La creación de la Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (Conaeti), del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, en 2000, es prueba de ello. En ese organismo participan representantes de todos los ministerios de la Nación, organizaciones de trabajadores y empleadores, actores sociales interesados en la temática y la Iglesia Católica, para implementar políticas en este sentido. Y en 2002 se formaron doce Comisiones Provinciales de Erradicación del Trabajo Infantil (Copreti), con la misma finalidad. Otro tanto ocurre en el ámbito del gobierno porteño: desde el Consejo de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes, se ha lanzado la campaña "Los niños tienen derecho a no trabajar" y la semana próxima estará disponible una página web para coordinar políticas conjuntas con la Unidad Metropolitana de Políticas de Infancia.

También existen iniciativas privadas, como el programa Proniño, que llevan adelante desde 2001 la Asociación Conciencia, Movistar y la Fundación Telefónica, o el programa Porvenir, en las provincias de Salta y Jujuy, que se ocupa de los casos de niños trabajadores de zonas rurales.

Pero ninguna de estas acciones tendrá un resultado totalmente exitoso si no las acompaña, también, un cambio en la sociedad argentina. Proteger a los niños de las peores formas del trabajo infantil es el objetivo inmediato y esto debe estar en manos del Estado. Es más, debe ser una política de Estado crear una situación económica favorable para evitar que las familias empobrecidas deban recurrir a sus hijos para reforzar el ingreso de dinero familiar. Pero hay una responsabilidad esencial, la que nos cabe a todos como miembros plenos de la comunidad, y es estar alerta y buscar la forma de incidir como ciudadanos para que esas políticas no sólo existan, sino que se apliquen. No basta con dar una moneda o mirar para otro lado cuando nos cruzamos con esos niños por la calle.

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