Todo es de acuerdo al color del cristal con que se mira

Salvador Treber
La vigencia de distintos enfoques, no siempre expuestos con la rigurosidad necesaria, han hecho bastante difícil al lector no especializado sobre aspectos básicos de la situación y política económica, adoptar con fundamentos una posición propia sobre ciertas facetas que le incumben en muy alta medida. Esta situación es bastante frecuente en el ámbito de las Ciencias Sociales pues no son exactas y permiten asumir diversas posiciones, según los principios liminares a que se adhiera; sea racionalmente o por mera intuición. Es lo que está sucediendo actualmente en la valoración del programa de desendeudamiento que viene cumpliéndose.

Este proceso, después de cancelar el importante compromiso que vence el 7 de diciembre próximo de u$s 3.400 millones, reducirá el pasivo contraído con acreedores privados a una cifra muy baja; que en 2013 que exigirá disponer a ese efecto nada más que u$s 4.500 millones en todo su transcurso. Por otra parte, el monto que quedará pendiente para ser atendido en los años subsiguientes totaliza apenas u$s 19.3 miles de millones.

Era de suponer que, al margen de errores, ambigüedades y hasta ciertas torpezas, esta acción del Gobierno satisfaría las expectativas de todos; aunque, sorpresivamente aparecen una serie de acerbos críticos que no la aprueban. Conviene tener en cuenta que a nivel internacional, la magnitud de las respectivas deudas -tanto pública como privada- están ahogando a la mayoría de los principales países del Hemisferio Norte sin permitir una recuperación; pese a que han transcurrido algo mas de cuatro años.

Tales planteos son muy poco comprensibles. Argentina, durante el lapso 2003/11, ha logrado que su producto bruto interno crezca en un inusitado 87.9% -lo cual no tiene antecedentes anteriores en ninguna época de nuestra vida independiente- pero son los más objetores de la gestión que quienes la consideran buena o, por lo menos, aceptable. Semejante juicio de valor, que se expone como si fuera la única verdad admisible, aparece como consecuencia de prejuicios e intencionalidad que procuran desvalorizar todo lo que haga, sin excepción. Y ello resulta problemático para el país.

La evolución de la deuda externa a nivel internacional.

En oportunidad de establecerse las condiciones para la creación del “área-euro”, se resolvió imponer a los componentes que sus respectivas deudas públicas no debían ser superiores al 60.0% del producto bruto interno; para que así el máximo nivel de la misma no ponga en riesgo la estabilidad de un país. Dado que había varios miembros que excedían con amplitud ese virtual “techo”, debían comprometerse a corregir esa irregularidad.

En ese momento aparecía como el caso más conflictivo el de Italia, donde dicho indicador llegaba al 117.4%; seguido por Bélgica, con un 107.9%. Transcurridas dos décadas, tales relaciones no han bajado un ápice y es obvio que la conducción centralizada actuó con un alto grado de tolerancia lo cual, en buena medida, coadyuvó a hacer más grave los desajustes que están sufriendo en la actualidad.

A nivel ecuménico, Japón constituye el testimonio paradigmático máximo, pues esa relación es la más elevada ascendiendo a un insólito e inusitado 229.8%. El proceso en que llegó a semejante distorsión ha sido paralelo a la pérdida de presencia internacional y las condiciones logradas en el período 1950/90. Por entonces protagonizó una transformación tan extraordinaria ubicándose como segunda mayor potencia, incluso con aspiraciones de llegar a la cúspide. La situación pasó luego a revertirse y, al cabo de diez años de estancamiento, tuvo inicio una caída que no encuentra límites. Su enorme pasivo sectorial es la máxima evidencia.

En cuanto a Estados Unidos, hasta la eclosión de septiembre de 2008, dicha deuda a 7.8 billones que equivalía al 54.9% del PBI pero desde entonces comenzó una acelerada suba de la misma; a punto tal, que actualmente supera los 15.3 billones y según surge de los anuncios del presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, acrecería próximamente en un billón más para intentar inyectar liquidez y reactivar el mercado. En nuestro Continente Brasil que poco antes que nosotros canceló su deuda con el F.M.I., ha logrado bajarla tanto en términos absolutos como relativos de forma tal que para fines del presente año, la relación precitada se ubicaría en el 66.2% del PBI; aunque con una particularidad: todas las obligaciones son pagaderas en moneda local. Otro ejemplo digno de especial atención es el de Perú, donde la actividad económica ha venido creciendo a un ritmo promedio del 5.2% y paralelamente se verifica un descenso de su deuda externa, que a la fecha registra un notable índice del 21.6% del PBI. Bastante semejante es la realidad de Colombia, llegando la antes mencionada relación a un 34.7%. Los comentarios relativos a estas conducciones, sin excepción, han sido muy elogiosos y dignos de gran encomio.

La diversa evaluación de la realidad argentina.

No hay en todo el planeta antecedentes de haber logrado una evolución tan rápida y positiva como la de nuestro país en este aspecto; pese a lo cual, son muchos los críticos que formulan una catarata de objeciones. Aquí sostienen que había que conservar mas reservas y endeudarnos nuevamente. ¿Por qué será que lo mismo que tan calurosamente elogian para Brasil, Perú o Colombia, merece un juicio tan adverso cuando se trata de Argentina? Cabe recordar que el tema fue particularmente álgido entre 1974 y 2.002 pues en ese lapso dichos pasivos se elevaron de u$s 7.850 millones a casi 200 mil millones; es decir, ¡más de 25 veces!

Resulta evidente que muchos seudo especialistas integran grupos económicos hegemónicos que nada tienen que ver con los legítimos intereses del país. Son los mismos que impulsaron y siguen manteniendo la vigencia del tipo de cambio denominado “blue”, en procura de forzar una macro devaluación. Desde la primera, en diciembre de 1958, hasta la última, ocurrida en 2002, siempre han traído miseria y mayor concentración de la riqueza en la cúspide; lo cual es genuinamente patriótico evitar que se vuelva a reiterar.

Estudiotreber - 7 de septiembre de 2012

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