Socialismo bolivariano del siglo XXI

Tomás Lukin
El camino que emprendió Venezuela con Hugo Chávez está plagado de barreras, burocracias y riesgos de clientelismo, pero el país ha comenzado un cambio copernicano que les otorgó a millones de venezolanos derechos sociales básicos que las elites les negaron por décadas.

La economía en números

Por Andrés Asiain

Las prontas elecciones en Venezuela son una buena excusa para realizar un balance de los resultados económicos de los gobiernos de Hugo Chávez. La revolución bolivariana constituye un rico experimento de transformaciones sociales a contracorriente de un mundo signado por el avance del capitalismo financiero sobre los derechos sociales y económicos de las mayorías. Entre expropiaciones, presupuestos participativos, emprendimientos cooperativos, grandes obras de infraestructura y transporte y acuerdos internacionales que fomentan la unidad latinoamericana y desafían al imperialismo de las potencias, la sociedad venezolana se ha transformado profundamente. En esta breve nota presentaremos algunos datos de los resultados alcanzados por una gestión económica que se propuso construir el socialismo.

Desde la recuperación del manejo de Pdvsa en el marco de un paro y lock out petrolero y general que produjo una brutal contracción del producto interno en el año 2002-3, pasando a un período de tasas de crecimiento promedio del 15 por ciento anual entre 2004 y 2007, hasta el último tramo de vicisitudes frente a un contexto de crisis internacional, la economía venezolana atravesó diferentes etapas. Sin embargo, se impone como tendencia una serie de transformaciones estructurales.

El cambio de paradigma desde una economía donde la exportación de petróleo derramaba en el consumo minoritario de una pequeña oligarquía hacia una expansión del consumo de masas se refleja en la creciente participación del consumo y la inversión en el producto interno. El consumo público y privado crece un 91 por ciento durante la era Chávez, pasando a representar el 88 por ciento del producto interno en 2011 (22 puntos porcentuales más que en 1999, medidos a precios constantes de 1997). La inversión en capital fijo creció un 80 por ciento en el mismo período, alcanzando a representar casi el 30 por ciento del producto interno (si se suma la acumulación de existencias, Venezuela invierte casi el 40 por ciento de sus ingresos internos). Un elemento a destacar es que el crecimiento del 47 por ciento de la actividad económica entre 1999 y 2011 se debe exclusivamente a las actividades no petroleras (la actividad del sector petróleo decreció un 13 por ciento en ese período, medida a precios constantes). Más de un tercio del crecimiento lo explican las manufacturas, la construcción y las comunicaciones.

La expansión de la producción y el consumo bajo los gobiernos bolivarianos generó un fuerte incremento de las importaciones (se incrementaron cuatro veces más rápido que la producción durante el período chavista, alcanzando una magnitud equivalente al 42 por ciento del PIB) que fueron financiadas por las exportaciones de petróleo. Estas alcanzaron los 88 mil millones de dólares en 2011, un 427 por ciento más que las de 1999 cuando el precio del crudo alcanzaba uno de sus pisos históricos (contexto en el que se privatizaba YPF en Argentina). Las exportaciones de hidrocarburos permitieron que entre 2011 y 1999 se dupliquen las reservas internacionales, se elimine la deuda externa, se sostengan fuertes préstamos a países de la región, todo ello en un contexto en que, pese a los controles cambiarios, la fuga de capitales de los sectores empresariales y medios representó la pérdida de unos 9700 millones de dólares anuales promedio.

El incremento en la actividad permitió crear unos tres millones y medio de empleos durante los 13 años y medio de gobierno bolivariano disminuyendo en seis puntos porcentuales la tasa de desempleo. El incremento del empleo junto con las políticas públicas redistributivas sacaron de la pobreza y la indigencia a millones de venezolanos. Medida por ingreso, el 50 por ciento de la población era pobre y el 20 por ciento indigente en 1999. En 2011, la pobreza cubría al 31,6 por ciento de los venezolanos y la indigencia al 8,5 por ciento. La más equitativa distribución de los ingresos durante los gobiernos de Chávez es evidente: mientras que en 1999 el 20 por ciento más rico de la población ganaba 14 veces los ingresos del 20 por ciento más pobre, esa diferencia se había reducido ocho veces en el año 2011.

La mejora en las condiciones de vida de la mayoría de los venezolanos se refleja también en el incremento de la población con acceso a agua potable, que se incrementó un 15 por ciento entre 1999 y 2011 hasta cubrir al 95 por ciento de los hogares. La reinserción en el sistema escolar primario de casi 20.000 niños en el mismo período y la reducción del 5 por ciento de los hogares sin acceso a los servicios básicos son otras muestras de los cambios producidos. Respecto de los servicios de salud, la misión Barrio Adentro implicó la instalación en los barrios más humildes del país de 6700 consultorios, 550 centros de diagnóstico, 578 salas de rehabilitación y 33 centros de alta tecnología. Los resultados se reflejan en las estadísticas: entre 1999 y el 2011, la esperanza de vida se incrementó en 2 años, la mortalidad infantil de los menores de 5 años se redujo del 21 al 16 por mil y la desnutrición bajó del 5,3 al 2,9 por ciento.

A la vista de esas cifras que dan cuenta de la importante mejora en las condiciones de vida de los venezolanos en el marco de la revolución bolivariana, se comprende la amplia base de apoyo social a un nuevo mandato con que cuenta el presidente Hugo Chávez.

Contradicciones y posibilidades

Por Mariano Féliz y Melina Deledicque

Hasta fines de los años ochenta, Venezuela era conocida fundamentalmente por su petróleo, sus playas y sus Miss Universo. En 1989, en el estallido popular denominado Caracazo, el pueblo venezolano decidió comenzar a dar vuelta la historia. En 1992, el comandante Hugo Chávez encabezó un nuevo alzamiento contra el neoliberalismo y, si bien fracasó, abrió una esperanza. Veinte años después, Venezuela está a la vanguardia del cambio posneoliberal en la región.

Venezuela es un país basado en el rentismo petrolero y ejemplo de los costos de seguir ese camino. El proceso iniciado en 1998 intenta –trabajosamente y lejos de la perfección– avanzar en un cambio copernicano que aproveche los ingresos extraordinarios de la explotación petrolera (que representa casi la totalidad de las exportaciones) para otorgar a millones de venezolanos los derechos sociales básicos y, a su vez, pueda conformar las bases de un nuevo proyecto social-político, que desde 2006 se conoce como Socialismo del siglo XXI.

El primer gran paso en esta dirección fue la recuperación para el pueblo de la empresa Petróleos de Venezuela (Pdvsa) en el año 2003, ciento por ciento estatal e instrumento clave en la redistribución social de la renta petrolera, equivalente a casi la mitad de la recaudación fiscal. Con la “siembra petrolera”, el gobierno bolivariano ha avanzado en la construcción de ciudadanía para los millones que habitan las barriadas populares de Caracas y más allá las cuales no existían para el Estado. Ese proceso involucró la promoción de la organización popular en el relevamiento de las necesidades barriales y en su solución a través de una multitud de misiones que permitieron conformar una red de mercados populares para luchar contra la especulación y la inflación, crear miles de salas médicas que desarrollan la salud preventiva, impulsar campañas que erradicaron el analfabetismo, entre otras. En menos de una década, millones de venezolanos/as accedieron a bienes y servicios que les fueron históricamente negados por las elites gobernantes.

Esa estrategia es acompañada de una política de desarrollo que busca garantizar la soberanía alimentaria y productiva del país. A través de convenios de cooperación e intercambio solidario con las naciones aliadas, el gobierno ha conseguido la construcción de decenas de emprendimientos para la producción de alimentos, bienes de consumo y maquinaria. Estos intercambios compensados buscan superar la lógica del comercio capitalista, apuntalando la posibilidad de sacar a Venezuela de años de dependencia importadora. La misión Gran Vivienda Venezuela, que concluirá sus primeros dos años construyendo 300 mil casas nuevas, se apoya en el aporte material y humano de Rusia, Bielorrusia, China y otros socios, y en una multitud de emprendimientos autogestivos.

El proyecto de revolución del siglo XXI en Venezuela busca –con dificultades y limitaciones– construir un nuevo tipo de Estado en un nuevo tipo de sociedad. A través de las leyes del Poder Popular (aprobadas en 2010) se impulsa, financia y apoya la auto-organización popular por la vía de miles de consejos comunales y decenas de comunas socialistas en construcción. Si el pueblo logra aprovechar la oportunidad que estos instrumentos proporcionan, ellos podrán conformarse en experiencias embrionarias de formas de auto-gobierno popular que desplacen al Estado burgués que todavía prevalece. El principal riesgo es el uso clientelístico y burocrático que en muchos casos impera. A estas nuevas formas organizativas se las intenta complementar con la promoción de nuevas formas de propiedad comunitaria y cooperativa que impulsen otro estilo de desarrollo.

El camino del Socialismo del siglo XXI está plagado de barreras. Los propios aparatos del Estado existente suelen bloquear las iniciativas populares por el peso de viejas estructuras políticas. En una alianza de gobierno que lejos está de ser ejemplo de pureza ideológica o política, Chávez sigue siendo fundamental como factor de unidad pero también de radicalidad. La política macroeconómica enfrenta las barreras de una economía capitalista aún minada por grandes empresas que pretenden continuar imponiendo sus intereses al proyecto colectivo. Por sobre todas las cosas, enfrenta la dificultad de avanzar en un cambio trascendental en una región donde Argentina y Brasil buscan imponer proyectos neodesarrollistas de capitalismo periférico. La incorporación de Venezuela al Mercosur (estrategia de integración de raíz neoliberal) plantea el interrogante sobre las posibles contradicciones con la apuesta de una integración posneoliberal en el ALBA. Venezuela es hoy el faro que ilumina un posible horizonte de superación del desarrollo capitalista. La continuidad y profundización de ese proceso son la esperanza de los pueblos del mundo en esta etapa de crisis y cambios en el capitalismo a escala internacional.

Página/12 - 01 de octubre de 2012

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