Salvador Treber: "En la Argentina el cuánto está bien, el problema es el cómo"

Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Córdoba, contador de profesión y asiduo columnista en medios periodísticos y especializados, ante nuestra consulta el profesor Treber se refirió a algunas pautas básicas para realizar modificaciones en el esquema tributario a fin de lograr mayores márgenes de equidad distributiva en nuestro país. Los analistas coinciden en señalar que una de las principales características del sistema tributario argentino, como en gran parte de Latinoamérica, es su carácter regresivo. Esto significa que la recaudación se realiza sobre la base de una estructura que en lugar de tender a disminuir la aún muy considerable brecha de ingresos que separa al 10 por ciento más rico y al 10 por ciento más pobre de la población, tiende a cristalizar o agudizar esas diferencias, al cargar una mayor presión sobre las espaldas de los que menos tienen. Treber toma como referencia un cálculo realizado en los países del área del Euro sobre el efecto de la carga tributaria. “Antes de que se incorporen los impuestos la relación del coeficiente de Gini -que mide grados de distribución del ingreso sobre un colectivo- era de 0,41, y con esquema tributario baja al 0,28. Cuando el coeficiente se acerca a cero, el sistema es más equitativo; esto quiere decir que el esquema tributario establece un mayor grado de equidad”.

En cambio en la Argentina el esquema casi no modifica el coeficiente de Gini. “Al ser neutro el efecto distributivo, se están beneficiando los más ricos, ya que el sistema tributario es el único instrumento realmente efectivo para modificar la estructura de distribución del ingreso”, observa el economista. “La lógica distributiva dicta que los gravámenes deberían incidir positivamente sobre esa relación, tendiendo a disminuir las diferencias; pero si los impuestos no se cobran, o se cargan por igual sobre los distintos sectores sociales, esa meta es imposible de alcanzar, o sólo se producen leves modificaciones que están muy lejos de una solución estructural para el problema”.

El cuánto y el cómo

El profesor Treber sostiene que en nuestro país el problema no es cuánto se recauda, sino cómo; lograr una mayor equidad implicaría entonces revisar los fundamentos sobre los que se asienta la filosofía del esquema global.
Por eso la primera aclaración del economista para fundamentar este diagnóstico se refiere al concepto difundido de “presión tributaria”.
Lo explica de este modo: “En un trabajo dirigido por el especialista Gómez Sabaini del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que toca al tema de la evasión tributaria en la Argentina, se realiza un cálculo de la relación impuesto/producto con el que coincido, porque lo que se suele llamar ‘presión tributaria’, que es resultado de la recaudación de un año sobre el producto, no es una relación e n t re elementos homogéneos. Si se dividen peras sobre bananas, no se obtiene ninguna relación cuantitativa”.
“La recaudación (el numerador) es un valor bruto –continúa Treber-, corresponde en parte al mismo año, pero además en parte a un saldo del año anterior, más anticipos del año siguiente, más resultados de los ajustes que haya efectuado la administración por evasión. El denominador es un valor agregado; sumatorio de los factores de la producción. No incluyen los valores intermedios y se toman sólo los finales. La presión tributaria debería calcularse sobre la base de todos los impuestos que recaen sobre el denominador. Es decir, el impuesto total, pagado y a pagar de ese período. En una empresa cuando se calculan costos se piensa en lo que hay que pagar: IVA, Ganancias, etc. No interesa cuándo se va a pagar sino en la medida en que recae sobre la producción de ese período”, ejemplifica Treber, y aclara que “esa otra relación que se utiliza habitualmente es el rendimiento que tiene el régimen tributario de un país: cuánto es lo que entra a la caja sobre el producto”.
En el referido trabajo de Gómez Sabaini se toma entonces el impuesto total, pagado o a pagar. Se estableció que esa relación en el orden nacional fue para el año 2009 equivalente al 25,2% del PBI. En los países de E u ropa occidental esta relación está por encima del 40%, con un máximo cercano al 50% (Suecia). En EEUU la relación es de alrededor de un 35%, dividido entre un 23% federal y 12% estadual. En Brasil el índice llega al 37,4%, y en Chile está en 23,2%.
“O sea que nosotros estamos a la misma distancia de Brasil que de Chile. La Argentina no es, por lo tanto, de los países con más alta presión tributaria. Es un error afirmar esto, o es un error interesado. Personalmente pienso que es un nivel adecuado de recaudación; lo que no es adecuado es el esquema tributario”, concluye Treber.
El cuadro se completa con el sentido y la eficacia del gasto público. Para explicar su punto de vista Treber recurre a una anécdota: “En un viaje que hice por Escandinavia le pregunté al guía sueco: ‘¿Usted cuánto gana?’ Me contestó: ´Yo gano tres mil coronas. Mil quinientas son mías, y mil quinientas son del Estado. Y yo, que soy conservador, no quiero que me bajen los impuestos, porque lo que me da el Estado es mucho más que lo que yo pago. Me da salud, educación, todos los medicamentos gratis...’. En el año 1976 se hizo consulta en ese país. Curiosamente, se decidió no tocar los impuestos”.

Revertir la inequidad

Ahora bien, ¿sobre qué bases encarar una modificación significativa de ese esquema? Treber menciona algunos ítems a considerar:
• Hoy el impuesto a los débitos y créditos bancarios reporta el 11% de la recaudación; el IVA, el 30%, y Ganancias, el 24%. Los impuestos provinciales reportan el 4% de PBI.
• Las 4/5 partes de los impuestos caen sobre consumo final. Estos impuestos, que no son directos, se recaudan en forma rápida, instantánea, y a veces anticipada. El que más incide es el IVA (21%). Si al empresario le dicen que va a aumentar el IVA, ya lo carga desde ese momento. Y a su vez está influido por la carga tributaria del período anterior. El problema más grave es que en este esquema el impuesto se vuelca en forma directa sobre los precios al consumidor en forma piramidal. Para paliar esta situación debería estudiarse una amplia excepción a los productos de la canasta básica.
• El impuesto que tiene una estructura y una filosofía distintas es sobre la renta neta, pero de las personas. En la mayoría de los países desarrollados, el mayor porcentaje no corresponde a impuestos al consumo sino a impuestos obre la renta neta (es decir, Ganancias), con una diferencia sustancial: 4/5 partes recaen sobre cabeza de persona física, no sobre empresas. El que grava la renta de las sociedades juega un rol tan regresivo como cualquier impuesto a consumo. Distinto es si alguien cobra un alquiler y además es profesional y además tiene un campito y además es socio de una fábrica, debe sumarse toda esa renta para saber cuál es la base imponible. Por lo tanto, al recaer sobre empresas que lo suman al costo, nuestro esquema es altamente regresivo. El accionista titular de rentas financieras, incluso, queda liberado de la carga.
• El impuesto a las Ganancias en la Argentina representa menos del 5% del Producto; mientras que en la mayoría de los países representa entre el 10 y el 12%. Esto quiere decir que hay mucho espacio para mejorar el rendimiento del impuesto a las Ganancias.
• El replanteo de la importancia de la renta neta debería ser acompañado por una modificación en el accionar del organismo recaudador. Los grandes empresarios tienen equipos para cometer, no sólo elusión, que son formas legales de evitarlo, sino mecanismos de evasión. De otra forma no podría suceder que se evada el 49,5 de Ganancias y 21,2 en IVA.
• Por otra parte hay una “escala achatada” en Ganancias. El tope de 120.000 al año no ha sido modificado. Entre los que ganan más y los que ganan menos la diferencia de la alícuota promedio es muy cercana. Para los que ganan más del tope, el impuesto es proporcional no progresivo.
• Se re afirma la necesidad de revisar el artículo 20 de las Deducciones, donde están estipuladas las exenciones. Por ejemplo, la renta derivada de la actividad financiera, que en la Argentina no está gravada en cabeza de persona, lo mismo que las transferencias, ganancias de capital y otras operaciones. Deben revisarse excepciones y desgravaciones. Hay algunas que son explícitas y otras que no se sabe cuánto cuestan al fisco, ya que al no quedar explicitadas no se sabe cuál es el costo tributario de esa excepción.
• En el ámbito provincial es grave que se haya perdido de vista la importancia del impuesto inmobiliario urbano y rural. Hoy no se recauda por esa vía más de un 16%. De este modo quedan liberados de la carga tributaria sectores que están entre los de más altos niveles de ingresos.
• Hoy un 35,3% de la población económicamente activa ocupada está en negro. Esto representa una pingüe ganancia para los empresarios, porque no solo se ahorran el tributo, sino que está demostrado estadísticamente que la remuneración de esta franja tan importante de la población es de la mitad de lo que percibe por igual trabajo quienes están en blanco. Esto se convierte en una doble ganancia ilegal. Los dos sectores con mayor personal en negro son la construcción y el sector del trabajo rural. No son sectores que ganen poco. Esta carga se transfiere a toda la sociedad. Muchas veces se ve la relación macroeconómica y no el escenario macro, que marca el aumento en la inequidad.
• Es preciso diferenciar entre “grandes” y “chicos”. Para que estas modificaciones guarden una coherencia con la intención redistributiva, que se diferencie a las empresas pequeñas y medianas de las grandes unidades y las corporaciones. “En algunos países no se gravan los primeros años de actividad, o se establecen escalones, porque existe un tratamiento diferenciado según el tamaño de las empresas. En Canadá, por ejemplo, la alícuota el impuesto de renta neta que recae sobre las pequeñas y medianas empresas es casi la mitad del que corresponde a las grandes empresas. En cambio en la Argentina tenemos el absurdo de que se grave a la Sociedad de Responsabilidad Limitada como una sociedad de capital.

Conclusiones

Si bien en el último tiempo se han logrado medidas con efecto positivo en términos de equidad social como la reforma previsional, la creación de la Asignación Universal por Hijo, la protección a sectores productivos con alta incidencia de Mypymes, etc., persiste una tendencia estructural de desigualdad social y económica que es preciso revertir.
“El financiamiento del gasto público está sustentado en relación inversa con lo aconsejable para cumplir el objetivo”, apunta en una nota reciente Salvador Treber. “A ello se agrega que la evasión es sustancialmente mayor en los impuestos que recaen sobre la renta neta, lo que se convierte en un factor que agrava la polarización social. Por lo tanto, el incremento global del ingreso, superior al 75% en el periodo 2003/2010, mantuvo la misma tendencia distributiva, lo que beneficia en mayor medida a los más ricos”.
El sistema tributario podría ser una vía eficaz para modificar este orden de cosas, orientando la distribución en un sentido progresivo, pero para que pueda cumplir ese papel es preciso encarar modificaciones de fondo orientadas a disminuir la carga sobre la variable consumo y acentuar, en forma selectiva y creciente, la carga sobre los sectores de altos ingresos.

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