Queríamos tanto a la escuela

Luciano Sanguinetti

No recuerdo que haya habido tanto debate social sobre la escuela desde que se hizo la reforma de los noventa. Antes se había producido el debate "laica o libre". Después, cuando volvió la democracia, fue el Congreso Pedagógico. Claro, aquellos debates tenían dimensiones ideológicas precisas; hoy, la cuestión es más bien chata: ¡Abran las escuelas! 

Resulta una paradoja que en el contexto de la Sociedad del Conocimiento la discusión educativa se haya vuelto tan pedestre. Algunos olvidaron que estamos atravesando una pandemia, la más compleja e inesperada de la historia humana. Además, olvidaron que la escuela es una de esas peculiares instituciones donde las personas hacen cara a cara el porcentaje más grande del trabajo, no hay máquinas. Olvidan, también, que se involucran millones de personas y que la salud de cada una de esas millones de personas es la que está en juego. Para dar sólo dos datos: en la provincia de Buenos Aires, el regreso a la presencialidad implica la movilización conjunta de 450.000 funcionarios públicos (docentes y auxiliares) y cuatro millones y medio de niños y adolescentes. No es poco.

Además, todas las instancias decisorias en el sistema educativo son colegiadas y complejas. Hay normas, hay leyes, hay protocolos. Todos los ministros de educación del país, de todos los colores políticos, estuvieron de acuerdo en suspender la presencialidad, allá por marzo de 2020. Fue en el marco del Consejo Federal de Educación. Epidemiólogos, sanitaristas, educadores, gremios, etcétera, estuvieron de acuerdo. ¿Alguien pensaba allá por abril que la pandemia duraría tanto? Hoy es fácil mirar para atrás y exigir ¡abran las escuelas! Pero pocos advierten, desgraciadamente, que en Argentina murieron 51.000 personas por covid-19 y hay  más de dos millones de contagios.  

Esto no implica desconocer la importancia de que se abran hoy las escuelas, de que volvamos a la presencialidad y de que los niños y los jóvenes se reencuentren con compañeros y docentes. También, de que las familias vuelvan a tener alguna previsibilidad. No va a ser fácil y no debiéramos estar apurados, con una ansiedad que no se justifica. Pero, claro, en el país de los atajos, algunos creen que basta con dejar a los chicos en la escuela. No nos habíamos dado cuenta de que la queríamos tanto (como el famoso cuento  de Cortázar). Pero  les pregunto: ¿habrá llegado la conciencia social a un nivel tan elevado como para que reducir los presupuestos educativos tenga una sanción social y política contundente?

Argentina se debe muchos debates, pero también se debe muchos acuerdos que sean insoslayables. Hace más de una década se sancionó una ley que establece que el 6% del  PBI debe invertirse en la escuela. En base a ese número aparentemente abstracto, miles de personas trabajan, realizan sus sueños, proyectan los de otras, crean cultura, conforman comunidades. ¿Lo sabíamos? ¿Comprendemos ahora su importancia? Cualquiera que en estos días vaya a una escuela a llevar a sus hijos o sólo pase frente alguna de ellas y recuerde cuando entró por esas puertas debería pensarlo de nuevo y comprender su importancia. Estamos volviendo todos al aula y ojalá no olvidemos que la queríamos tanto.

 

Letra P - 18 de febrero de 2021

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