Qué les enseñan

Martín Kalos y Martín Rodríguez Miglio *
Las propuestas académicas de la gran mayoría de las casas de estudio del país se jactan de formar profesionales para tres ámbitos bien diferenciados: las necesidades del sector privado, de la gestión pública, y de la academia para docencia e investigación. Pero ninguna de las tres orientaciones logra desarrollarse satisfactoriamente. Así, buena parte de los graduados en Economía no poseen los conocimientos necesarios para los distintos sectores sociales. A esto se suma que diversos conflictos político-económicos en la última década dejaron en evidencia la incapacidad de la doctrina económica aún dominante para explicar los procesos y proponer salidas a las crisis. Basta con recordar el silencio que adoptó buena parte de la “academia” en Economía sobre la debacle argentina en 2001 o las crisis que sacuden a los países centrales desde 2007.

Lejos de ser casual, esta acumulación de fallas y carencias para comprender la realidad tiene una raíz profunda en la forma en que se enseña Economía en las universidades argentinas. Los actuales planes de estudio de las carreras de economía se encuentran estructurados bajo el eje del pensamiento económico marginalista, entre cuyos estandartes se cuentan las nociones de que los precios son determinados por las fuerzas de oferta y demanda en el mercado, el mercado es el garante de las libertades individuales de todos los individuos, todos los individuos son a su vez libres e iguales poseedores de mercancías, y –entonces– existe una tasa óptima de crecimiento de la economía que puede alcanzarse con tan sólo eludir la tentación de que el Estado intervenga en la economía. Este sesgo hacia el pensamiento único en la currícula domina también todas las demás carreras que incluyen contenidos de Economía. Así se construye en las universidades e institutos terciarios argentinos un “sentido común” económico, que aleja de la real comprensión de los fenómenos a economistas y no economistas.

Esta doctrina hegemónica carece de respuestas concretas y aplicables a las problemáticas planteadas, pero se presenta como una serie de “verdades acumuladas” cuyos conceptos no tienen historia ni superación posible. A esto se suma la ausencia de otros contenidos sobre los cuales reconstruir los conceptos fundamentales de la Economía, o como forma de incentivar la reflexión crítica entre los profesionales en la materia.

Existen excepciones: cursos donde se adicionan contenidos “alternativos” o se introducen críticas al modelo neoclásico. Pero casi en ninguna universidad se incorpora la necesidad del pluralismo en la enseñanza en Economía como una columna vertebral de la carrera. Así, el desarrollo de estos otros enfoques con frecuencia se entrecorta, se amontona, se menosprecia, se repite en distintos cursos para unos u otros alumnos. La suma de algunas voluntades individuales para incorporar enfoques críticos a la currícula no es suficiente para garantizar la formación plural y de calidad de los economistas.

Como elemento retroalimentador, en la misma formación de docentes se reproducen las condiciones descriptas. Así, para encarar la transformación de los contenidos actuales, en muchos lugares se genera una acuciante necesidad de docentes formados en otras escuelas de pensamiento; y su aparente escasez es usada por muchas autoridades como una excusa para prevenir las mejoras de la currícula.

En pos de enfrentar estos problemas, desde 1997 se han multiplicado los grupos de estudiantes, investigadores y docentes que (en una decena de universidades nacionales) buscan disputar el rol de la construcción del conocimiento a través de diferentes espacios de participación. Así, extra curricularmente se da lugar a los debates y formación que las instituciones universitarias prefieren olvidar. Las Jornadas de Economía Crítica son actualmente el espacio abierto de encuentro, discusión y formación para estas experiencias.

Sin lugar a dudas, las reformas integrales de los planes de estudio (y de ese “sentido común” que se enseña actualmente) son indispensables para cualquier perfil de graduado en Economía que nuestra sociedad pretenda. Ya sea para el ámbito público o privado, profesional o académico, cualquier orientación requiere economistas con las herramientas para analizar, interpretar y actuar cabalmente sobre la realidad. Pero el rol del economista no es meramente técnico: ese accionar dependerá de los sectores sociales y políticos a los cuales pertenezca. Ante la evidente necesidad de economistas críticos, es indispensable una educación verdaderamente de calidad: esto es, que incorpore la pluralidad de enfoques, la historicidad de las teorías económicas y el pensamiento reflexivo como piedra fundamental de la educación universitaria.

* Licenciados en Economía, docentes UBA y miembros de la Escuela de Economía Política.

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