“Nuestros socios internacionales tienen mucho que perder, si persisten en su actual política de austeridad”.

Entrevista en Liubliana a Alexis Tsipras
Alexis Tsipras, el dirigente del Partido Syriza en Grecia, es una gran esperanza de la nueva izquierda europea y un candidato a la presidencia de la Comisión Europea. Hace dos años, su partido casi se hizo con el poder político en un país que había sufrido un increíblemente rápido deterioro a causa de las duras medidas de austeridad: como devastado por una guerra, se convirtió como quien dice en un país del tercer mundo en el que se registraba una acelerada desaparición de la democracia y del estilo griego –europeo— de vida. Si las elecciones legislativas en Grecia se celebraran mañana, Syriza las ganaría con toda seguridad.

Pero la izquierda griega se halla indeciblemente dividida, de modo que sigue abierta la cuestión de si Syriza sería capaz de poder formar gobierno. Tsi`ras, 39 años, presidente del único partido de la nueva izquierda europea con posibilidades de lograr el poder político, es optimista. Como candidato de la Izquierda Europea a la presidencia de la Comisión Europea en las elecciones del próximo 25 de mayo al Parlamento Europeo, visitó Lubliana el pasado sábado (1 de marzo de 2014) y saludó al auditorio del congreso fundacional de la Izquierda Unida eslovena. El texto que a continuación se reproduce es una traducción castellana de la entrevista realizada por Bostjan Videmsek para la revista eslovena Chronos Magazine.

Tras seis años de crisis, Grecia está devastada a muchos niveles. El país ha cambiado muy rápidamente y de forma tan radical, que su actual situación nos trae a la memoria los cambios registrados en un país en guerra. Pero el experimento neoliberal sigue su curso y, entretanto, la crisis se ha convertido en un campo de negocios. ¿Dónde está el punto de inflexión? ¿Cuándo se hartará verdaderamente la gente y dirá basta a quienes están arruinando sus vidas y su dignidad?

Estos últimos seis años hemos estado viviendo en un estado de recesión continuada y de austeridad. No sólo ha pasado en Grecia, pero Grecia ha sido el conejillo de Indias del neoliberalismo en la Unión Europea, y hemos sido nosotros quienes más, y por mucho, hemos sufrido. Nada parecido había ocurrido antes en Europa. Nuestro PIB es ahora un 25% menor que antes de la crisis. El número de parados es el mayor de la UE: la tasa de desempleo roza el 30%, y la tasa de desempleo juvenil se acerca la 60%. Más de tres millones de personas [sobre una población de 10 millones] se hallan en situación de “crisis humanitaria”. Muchos han perdido su seguro de salud y están sin acceso a los servicios de asistencia sanitaria. Ellos y sus hijos. La situación empeora a cada día que pasa.

La cuestión es qué podemos hacer para frenar esta tendencia extremadamente negativa. Estamos en una situación muy difícil, pero las soluciones están ahí. Con toda seguridad, la solución no pasa por continuar la política de austeridad. La “cura” para la crisis en Grecia fue peor y causó más daños que la propia crisis. ¡Tenemos que abandonar inmediatamente esa cura y terminar con las políticas de austeridad! Tenemos que abandonar los Memorándums de austeridad firmados por la UE, Alemania y las instituciones financieras internacionales con los distintos gobiernos que se han sucedido en Grecia. ¡Tenemos que frenar a la Troika! Tenemos que empezar a poner por obra programas de crecimiento y reconstrucción de la base productiva de la economía griega.

Grecia es un miembro de la UE. Somos uno de los eslabones de la cadena que mantiene unida la moneda europea común. Luego de que la Canciller alemana Angela Merkel dijera –en su última visita a Bruselas— que la Eurozona habría colapsado si la UE no hubiera decidido adoptar un programa de rescate para Grecia, debería resultar más que evidente para todo el mundo que la Unión Europea no buscó rescatar a Grecia. Buscó rescatar al euro. A la Eurozona. Y a sus bancos.

Grecia se salvaría si un gobierno de izquierda radical llegara al poder con el apoyo popular y si se pusiera fin al mandato de la Troika. En otras palabras: tenemos que decir ¡basta! ¡No seguiremos con medidas de austeridad y con políticas impuestas a la fuerza! Queremos un programa alternativo de crecimiento y progreso. Tomaremos nuestras propias decisiones a la hora de poner en práctica ese programa: después de todo, la UE es una unión democrática. Si tenemos éxito, será un momento decisivo preparatorio de grandes cambios políticos, sociales y económicos en toda Europa.

No queda mucho tiempo. La austeridad ha devastado a buena parte de la Europa meridional y nada indica que las cosas vayan a cambiar. Al contrario. El dogma neoliberal se ha convertido en una suerte de situación natural para mucha gente. ¿Qué planes tiene Syriza para conquistar el poder político, ahora que las encuestas le dan resultados récord? ¿Esperna ustedes elecciones anticipadas en Grecia? ¿Puede haber grandes cambios con el actual sistema político y electoral?

¿Quiere usted saber qué planes tenemos luego de alcanzar el poder político?

Bueno, antes tienen ustedes que ganar las elecciones…

¡Desde luego! En las elecciones de junio de 2012 Syriza estuvo a punto de ganar, y mucha gente se percató de que todas las amenazas y mentiras difundidas por nuestros adversarios y rivales políticos, así como por los medios de comunicación establecidos, griegos y extranjeros, carecían de toda justificación. Decían que, caso de ganar nosotros, la gente perdería sus puestos de trabajo, sus ahorros y sus empresas. Decían que perderíamos todo lo que teníamos y que el sistema entero se desplomaría. Lo cierto es que todo eso ha sucedido, ¡pero a causa precisamente de la austeridad y de las medidas tomadas por nuestro gobierno! Prácticamente todo el sistema de medios de comunicación se prestó al juego de chantajear literalmente al pueblo con esas patrañas. Hicieron lo imposible para evitar que los griegos votaran a Syriza. Pero cuando se publicaron los resultados electorales y cuando el gobierno de Antonis Samaras comenzó a tomar decisiones completamente diferentes de las prometidas en el curso de la campaña electoral, la gente se dio cuenta de que habían sido víctimas de un chantaje. Se percataron de la falsedad de las promesas realizadas. Y de que hasta las amenazas eran falsas. La situación en Grecia empeoró drásticamente con la ocupación del poder político por parte de la Nueva Democracia de Samaras coaligada con el PASOK. Esos dos partidos son, con mucho, los mayores responsables de la actual situación en Grecia. Pretendían ser los salvadores de Grecia, y lo que han conseguido es destruir al país y arruinar las vidas de las gentes.

Yo estoy seguro de que el grueso de los votantes se halla ahora dispuesto a dar el paso que no dieron en junio de 2012. Tras las próximas elecciones –cuando quiera que se celebren—, nos convertiremos en un partido mayoritario en el parlamento [al partido ganador en el parlamento griego, la ley electoral vigente le concede una ventaja adicional de 50 escaños]. Los problemas a los que tendremos que enfrentarnos serán enormes, la cosa no ofrece duda. Tendremos que trabajar arduamente, porque la situación del país solo puede ir a peor. Llegaremos al poder en un país cuya base productiva ha sido destruida y con una tasa de desempleo desapoderadamente elevada. Grecia es un país que se halla en una profunda “crisis humanitaria”. Por eso tendremos que cooperar con otros partidos políticos y con movimientos de la sociedad civil.

Si usted gana las elecciones, ¿cuál será el primer mensaje a Bruselas y a Berlín?

No hay soluciones fáciles. Lo hemos dicho repetidamente. Nuestra prioridad es la prevención de la destrucción y la catástrofe. Por eso buscamos una dura negociación con nuestros socios en Bruselas. Nos gustaría encontrar una solución “colectiva” satisfactoria para todas las partes. La situación en la Unión Europa y en la Eurozona es extremadamente complicada. El programa de rescate a Grecia no sólo ha resultado en un colapso económico y social, sino también político. Antes de firmarse los Memorándums de austeridad, la deuda pública griega representaba el 120% del PIB. Hoy, tras años de medidas de austeridad, rebasa el 175%. Y sigue creciendo. Es meridianamente claro para cualquiera que no puede gestionarse una crisis con una deuda pública tan elevada, y todo el mundo sabe que Grecia nunca será capaz de devolver tamaño volumen de dinero. La única solución pasa por la condonación de una gran parte de la deuda.

Propondremos a nuestros acreedores que renuncien al 50-60% de la deuda griega. Será una solución adecuada para un país profundamente endeudado y para sus acreedores. Si nuestra deuda pública sigue creciendo, muy pronto dejará de haber soluciones factibles y tendremos que declararnos en bancarrota. En tal caso, los acreedores perderían todo su dinero. Pero si somos capaces de alcanzar un acuerdo, todos saldrán ganando. Grecia será capaz de mantenerse en pie y tendrá oportunidades para pagar el resto de su deuda. Una condonación parcial de la deuda no es, desde luego, una solución radical, y la historia registra muchos precedentes. La comunidad internacional condonó el grueso de la deuda de Alemania en la Conferencia de Londres de 1953, porque el país había resultado devastado en el curso de la II Guerra Mundial: un 60%, más o menos. Se logró un acuerdo, por el que Alemania pagaría el resto de la deuda si su economía comenzaba a crecer.

Es verdad… pero en Alemania. El Plan Marshall estaba ya funcionando y (sobre todo) los Estados Unidos de América, que ocupaban una gran parte del territorio de la Alemania de posguerra, estaban muy interesados en la recuperación de la economía alemana. ¿Se puede decir algo análogo de Grecia?

El Plan Marshall no sólo se puso en práctica en Alemania, sino muchas otras partes de Europa. Y Europa necesita ahora una Conferencia de este tipo que adoptara una moratoria sobre el pago de la deuda. Podría llevar a un New Deal europeo: necesitamos eso desesperadamente, sobre todo para financiar el crecimiento y las inversiones en la Periferia europea. Podría ser el paquete de medidas conveniente para poner fin a la crisis. La economía empezaría pronto a crecer, y todos nos beneficiaríamos de eso. Yo creo que es una expectativa harto realista, y esa es la propuesta que hacemos a los acreedores. ¿Hay otra propuesta a la vista? ¿Cuál es la propuesta de los actuales dirigentes de la UE y de la hegemonía alemana en la UE? Lo que proponen es una división de Europa. Están dividiendo a Europa entre países presuestariamente superavitarios y países presupuestariamente deficitarios. Entre Norte y Sur. Entre ricos y pobres. ¡Ese no es el futuro de la Europa que queremos! Esa situación no tiene que ver con la idea básica de una Europa fundada en la solidaridad. Pero para presentar nuestra propuesta, lo primero que necesitamos es el mandato del pueblo griego.

La que sugerimos es la única solución real para toda Europa. Yo creo que la señora Merkel es una política realista. Hasta ahora, ninguno de sus socios europeos se ha presentado ante ella con una contrapropuesta seria. Cuando las cosas vayan demasiado lejos, se verá obligada a comenzar a negociar para encontrar una solución nueva y eficaz. Alemania y la Unión Europea no quieren asistir al colapso de la Eurozona, porque todos perderían.

Pero los autores de la política de austeridad no soltarán su proyecto así como así. Lo han creado con la ayuda de las instituciones financieras internacionales y de las elites locales. El proyecto de transformar la Europa meridional en una región de fuerza de trabajo barata y rebosante de “zonas económicas libres” con derechos humanos y laborales limitados. Es decir, el proyecto de hacer de la Europa meridional una región “asiática dentro de Europa”: un proyecto bastante exitoso, realmente. Usted mismo mencionó eso en conversaciones anteriores. ¿Por qué deberían apearse de él y cambiar nada?

Ellos mismos han admitido que cometieron errores. Y en el caso de Grecia, que cometieron muchos errores.

Es verdad que representantes del Fondo Monetario Internacional (FMI) dijeron eso. Pero suena más a una “autocrítica aceptable” que realmente no dice nada…

Los representantes del FMI llegaron a decir en el informe al que se acaba de aludir que “cometieron graves errores”. El Parlamento Europeo acaba de declarar que la Troika no tenía legitimidad para actuar. Resulta un tanto extraño: admiten sus errores y dicen que no aplicaron la terapia correcta para nuestra enfermedad, y al propio tiempo, mantienen la presión sobre Grecia para que cumpla con sus exigencias y siga las líneas de los Memorándums de austeridad… [risas]

Yo estoy convencido de que para Grecia –y en general, para la crisis— no hay solución tecnocrática. La solución sólo puede ser política. Lo que cuenta en política es la correlación de fuerzas, no las emociones. Es la única vía para cambiar cualquier cosa. No convenceremos a nuestros socios internacionales con apelaciones a la solidaridad; sólo lo lograremos mostrándoles claramente que tienen mucho que perder si persisten en la actual política de austeridad. Cuando Angela Merkel se percate de que puede salir perdiendo, cambiará su forma de hacer las cosas.

Alemania ha ganado un montón de dinero con la crisis de la Eurozona y la crisis de los países de la Periferia europea, y la señora Merkel no tuvo que cambiar su forma de pensar. Todo el mundo se llena la boca y la pluma con los malhadados contribuyentes alemanes y europeos obligados a pagar por el rescate de Grecia, aun cuando eso es una gran mentira. Los contribuyentes pagan por el rescate de los bancos: el 98% de todo el dinero del rescate fue a parar directamente al agujero negro de los bancos para pagar sus deudas. Sólo el 2% de todos los paquetes de rescate fue a parar a la economía real. Entretanto, Alemania ganó un montón de dinero con sus bonos públicos (cerca de 40 mil millones de euros en cuatro años). Y durante ese período, Alemania y otros países que sostenían el mecanismo de rescate apenas pagaron 800 millones de euros para ayudar a los países en apuros. La crisis ha sido un proyecto muy rentable para Alemania, y es claro que sus representantes políticos no tienen ahora el menor interés en ponerle fin precisamente ahora. Pero tampoco quieren destruir una moneda, el euro, que tanto dinero les ha reportado; no quieren volver al viejo marco alemán. Por eso creo que, al final, seremos capaces de discutir esos problemas.

El precio que Grecia tuvo que pagar durante esos años de crisis no fue sólo económico, social y político. La crisis ha socavado la democracia. No sólo a causa del terrible auge del partido neonazi de Alba Dorada y su brutal violencia contra los inmigrantes, sino también a causa del desplome de los valores y de las instituciones democráticos. Grecia ha cambiado de muchas formas. ¿Cómo puede frenarse la “sedimentación” de la libertad? ¿Cómo pretenden ustedes luchar contra las corrientes sociales negativas?

Lleva usted razón. La primera víctima de la crisis y de los Memorándums de austeridad ha sido la democracia misma. Pero la esperanza no ha muerto todavía: con cambios políticos radicales y un robusto mandato popular para el nuevo gobierno venidero se generará seguramente también una nueva atmósfera política en Grecia. El nuevo gobierno tendrá que incorporar e incluir al pueblo, lo que significará una ciclópeo paso hacia delante en la evolución de las cosas. Si llegamos a conseguir el poder político en el país, democratizaremos las instituciones. Tomaremos decisiones conjuntamente con el pueblo, y no sin él, como es notorio que hicieron los gobiernos anteriores. Eso vale para todas las decisiones cruciales que pretendemos tomar. Por eso habrá muchos referéndums en la Grecia del futuro: por esa vía buscaremos contrastar repetidamente la confianza depositada en nosotros por el pueblo. Pediremos su participación en el proceso de toma de decisiones.

Pero disponer del poder político y tener influencia real son dos cosas distintas en Grecia. Aun cuando formemos gobierno, una buena parte del poder seguirá en manos del capital. Quiero decir: en manos de las grandes empresas, de los oligarcas, de los constructores navales, de los banqueros, de los propietarios de los grandes medios de comunicación… Nos veremos implicados en un gran conflicto, y tendremos que prepararnos para esa situación. En pleno conflicto, necesitaremos la ayuda de la gente del común. Por eso no nos cansamos de repetir: si queremos lograr cambios políticos radicales, necesitamos una movilización política. La necesitamos cada día, no sólo el día de las elecciones.

Tras varios años de protestas que no consiguieron cambiar prácticamente nada y tras varios años de tercermundización del país, los griegos están exhaustos. Muchos de ellos se han distanciado deliberadamente de la política, a la que ven con creciente disgusto. No es que sean apolíticos, es que se han vuelto antipolíticos. Se han refugiado en los movimientos de la sociedad civil griega, que son, y por mucho, los más activos y progresistas de Europa. ¿Cómo piensa usted convencer a esa masa crítica de la población que experimenta una gran ansiedad en lo tocante a su futuro?

Es muy cierto lo que usted dice. La gente está cansada y encolerizada. Pero la esperanza es una necesidad humana básica, lo que explica que todos andemos buscando salir de esta difícil situación. La tarea de Syriza es volver a ofrecer a la gente una esperanza realista de futuro.

La gente está harta de todo. El problema es que no creen en la posibilidad de grandes cambios. Los griegos son muy reacios ahora a pasar a la acción. Han sido muy activos estos cuatro últimos años, especialmente en 2010 y 2011. Ahora hay que reorientar hacia la política sus esperanzas de cambio, hacia la posibilidad de un cambio político. Toda la rabia y toda la decepción pueden moverles a tomar parte en las elecciones. Y esas gentes, definitivamente, votarán por Syriza. Pero si la gente que, decepcionada de todo, decide votarnos cree que sus problemas se terminarán una vez hayan depositado su papeleta en las urnas, tendremos un grave problema. No es sólo su voto lo que necesitamos. Necesitamos su energía, su participación activa, su cooperación, su movilización. Y las necesitamos cada día. No sólo antes y durante las elecciones, sino luego también.

¿No ha tenido usted nunca la sensación a lo largo de estos últimos años de vivir al borde de un enorme estallido social, si no de algo peor?

No. No creo que la situación haya llegado a ese punto crítico. El conflicto social está aquí, huelga decirlo, pero no es tan grande. La gente protesta todavía mucho, pero no tanto como solía antes. Están en la calle. Hacen lo que está en su mano, pero el gobierno no los escucha. Al contrario, las autoridades les envían a la policía y se sirven de la violencia para parar las protestas.

La violencia continúa. Y no me refiero tanto a la violencia de la policía, cuanto a la de los medios de comunicación. Es violencia psicológica. Todo el mundo sabe a estas alturas que las medidas de austeridad y la política que va con ellas son erróneas. Pero los medios de comunicación no se cansan de repetir que esas medidas son correctas, que lo política del gobierno es correcta y que vamos en la dirección correcta. No se puede creer la pasión puesta por los medios de comunicación en su apoyo al gobierno de Antonis Samaras y su Nueva Democracia. Lo que redunda en una mayor decepción de la gente: no sólo vienen los medios de comunicación en apoyo directo del gobierno, sino que crean la sensación general de que no hay otra opción factible. Que no hay alternativa. Que tendremos que sufrir hasta la muerte y que nada podemos hacer. Así están las cosas. Al propio tiempo, acusan a todo el mundo que trate de pensar diferente de no ofrecer sugerencias para lidiar con la crisis. Una situación harto peculiar. La mejor forma de describir la atmósfera que se respira en Grecia sería decir que la gente está deprimida. Ponen todas sus esperanzas en los cambios políticos: las últimas encuestas de opinión muestran que la gran mayoría de los griegos cree que Syriza ganaría ahora unas elecciones anticipadas.

Así pues, les ven a ustedes como a una suerte de fármaco antidepresivo…

Ja, ja, no estaría mal como consigna… El problema es que esa mayoría de gentes que creen que ganaríamos las elecciones no cree que seamos capaces de traer cambio alguno.

¿Porque disponer del poder político no es lo mismo que tener una influencia real en Grecia, como usted mismo ha dicho antes?

Esa es una de las razones. Pero en este caso no se trata de una “visión teórica”; se trata de emociones. De sentimientos. Muestra a las claras hasta qué punto está decepcionado todo el mundo. Los medios de comunicación se las han ingeniado para terminar por convencerles de que no hay otra vía que la de la austeridad, y de que nuestro destino está escrito y sellado. Tenemos que sufrir.

Yo soy un gran optimista. Ganaremos las elecciones. Pero tendremos que enfrentarnos a grandísimos problemas. Tendremos que convencer a las gentes de que empiecen a participar en el proceso político, porque depositar la papeleta en las urnas no significa mucho. Si Grecia consigue un gobierno de izquierda, la gente tendrá que participar en política más que nunca.

Ustedes no serán capaces de gobernar solos el país: ¿cómo se puede unir a unos partidos de izquierda que, como los griegos, ostentan el récord mundial de la división y la pugna intestina? Después de todo, un movimiento de izquierda pega aquí sus afiches callejeros sobre los afiches de otro, y luego un tercer y hasta un séptimo vienen a pegar sucesivamente sus carteles sobre los anteriores de otros movimientos y partidos de izquierda: ¿no está minando a la izquierda griega (y no sólo a ella) una especie de dictadura de los pequeños narcisismos?

Precisamente por eso Syriza es una historia de éxito. Hemos logrado unir a trece movimientos distintos de izquierda. Somos un partido “fundamentalista”, curiosamente capaz de unir a gentes con muy distintos puntos de vista… [risas]. Eso es verdad especialmente en una época de grandes oposiciones y de total fragmentación de los movimientos de izquierda. Nosotros fuimos los únicos que declaramos no estar interesados en las divisiones de los movimientos de izquierda. Que deseábamos cooperar sinceramente, porque sólo una izquierda griega unida podría hacer algo importante. El Partido Comunista de Grecia se opuso a nosotros. Su enfoque es harto conocido: cualquiera que esté cerca de ellos es su peor enemigo, peor incluso que los enemigos reales de la derecha. Acusan de muchas cosas a otros partidos y movimientos de izquierda, y se comportan muy agresivamente con ellos. Nosotros decidimos no jugar a su juego, no responder a sus acusaciones y no devolverles los ataques. Por lo demás, siempre estaremos dispuestos a ofrecerles propuestas de cooperación. Nuestro enemigo no está en la izquierda, sino en el otro lado. Aparte del desencanto con otros partidos, eso fue lo que ayudó principalmente a la creación del fenómeno Syriza: la capacidad para conectar, para unir. Y, claro está, nuestra determinación a no limitarnos a protestar y a criticar, sino a gobernar el país también.

En Eslovenia, la situación entre los movimientos políticos de izquierda no es muy diferente. La diferencia es que no tenemos una Syriza…

Pero lograsteis formar una coalición de izquierda unida que sigue el paradigma de Syriza. Yo creo que eso es una razón para ser optimista. Es algo que llama a la esperanza. Para mí y para cualquiera de Syriza eso fue una gratísima sorpresa. Sería bueno que en todos los países de la Unión Europea en los que se han puesto en práctica procesos de “saneamiento” neoliberal la gente formara movimientos opuestos a esos enfoques y presentaran alternativas.

Hay muchísimas oportunidades para hacer eso. Especialmente tras la última revisión de las consecuencias desastrosas de la política de austeridad en la Europa meridional. Yo estoy convencido de que los grandes shocks políticos, sociales y económicos, lo mismo que en la vida, traen siempre consigo nuevas oportunidades y abren nuevos espacios de acción. El espacio ha de llenarse. Tienes que estar en el lugar oportuno en el momento oportuno. Es decir, que vivimos en unos tiempos en los que los partidos políticos tienen gravísimos problemas con la participación popular. Los partidos que tradicionalmente representaron a las clases medias han dejado de hacerlo. Eso vale especialmente para los socialdemócratas, que se han acercado mucho a los partidos conservadores a lo largo de estos diez últimos años en Europa. No se aprecian las diferencias. Han incluido la agenda neoliberal en sus programas. Eso ha creado un espacio para la política de la izquierda alternativa. Es preciso llenarlo con un programa claro, capaz de cambiar a mejor las vidas de las gentes. Yo sugiero a mis colegas eslovenos que tal vez no disfruten ahora mismo de un gran apoyo público que se conviertan en una fuerza política que diga alto y claro a la gente que quiere gobernar el país. Una fuerza que cambiará las cosas a mejor.

Sinpermiso - 23 de marzo de 2014

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