Esclavos blancos y esclavos negros

No hay nada peor que una guerra civil. Los coterráneos son los seres que más se odian cuando se entremeten en un conflicto armado. Estados Unidos puede dar testimonio de la veracidad de tal afirmación. El Norte y el Sur llevaron a cabo, entre 1860 y 1865, una guerra feroz, sanguinaria. La excusa fue la esclavitud. El Norte quería abolirla. El Sur conservarla. El Norte quería obreros libres para sus industrias. El Sur, esclavos para sus plantaciones de algodón y tabaco. El Norte sabía, siguiendo el ejemplo de Inglaterra, que sólo el valor agregado que la industria añadía a los productos del suelo establecía un valor superior. El monocultivo sureño conducía al atraso.

Las calles de Baltimore y el racismo

Una meditación histórica a cuenta de la protesta ante los juzgados de Ann Arbor

Edgar Allan Poe murió en las calles de Baltimore en 1849. Unos años antes había sido procesado por un tribunal militar de West Point, en una época en que los licenciados por esta escuela militar se convirtieron en oficiales del Ejército estadounidense al mando de harapientos pobres blancos empleados para matar indios o apoyar a propietarios de plantaciones, terratenientes y especuladores cuando se expandía el Reino del Algodón y los esclavos se insubordinaban. Poe no podía tragar eso, así que se envolvió en el asunto antes de escribir obras de ficción e inventar historias de detectives y misterios policíacos, los ancestros literarios de series televisivas como The Wire, ahora tan vista en Baltimore.

No escribió directamente sobre la esclavitud, pero todo su misterio, todo el horror macabro y gótico de su poesía y de su prosa refleja su realidad circundante: el terror y la inhumanidad de los campos de trabajo, de las violaciones, de la cría forzosa, de la forzada separación de padres e hijos y del inevitable destino del trabajo forzado.