Los límites de la sociología "doctrinaria"

Hervé Do Alto y Pablo Stefanoni

Desde el punto de vista del pensamiento crítico el artículo del sociólogo estadounidense Jaime Petras es bienvenido. Sin embargo, no podemos menos que interrogarnos sobre los objetivos de un artículo de un intelectual de izquierda que caracteriza sin más al presidente electo que aún no entró en funciones como neoliberal, sometido a Estados Unidos y a las multinacionales.

Hervé Do Alto y Pablo Stefanoni
Fuente: Viento Sur

Como él mismo admite, Petras va a contracorriente de la izquierda continental que ve en el "primer presidente indígena de la historia boliviana" una esperanza para Bolivia y América Latina. Y es cierto que Evo Morales, al igual que otros dirigentes populares victoriosos es objeto de idealización y folklorización que, más que echar luces, opacan la comprensión del ciclo político operado en Bolivia desde octubre de 2003. Sin embargo, no cualquier crítica contribuye al noble propósito de entender más y las críticas de Petras parecen ser víctima de la sociología doctrinaria, de escasa base empírica.

En primer lugar, el análisis de Petras se basa en una categoría que oculta más de lo que aclara, cancela ensayos de explicaciones más complejas y es cara a un sector de la (ultra)izquierda: la categoría de "traidor". Sumada a la dicotomía: las masas (casi) siempre son revolucionarias, los dirigentes (casi) siempre conservadores, axioma al que Bolivia aportaría una nueva constatación. Por ejemplo, señala: "(En octubre de 2003) Evo Morales regresó a tiempo para convencer al más de medio millón de insurrectos para que aceptaran al neoliberal vicepresidente Carlos Mesa como nuevo Jefe de Estado". Cualquiera que haya estado en Bolivia en esas fechas sabe que Carlos Mesa fue aclamado en la ciudad de El Alto en un acto del que participaron "radicales" como Felipe Quispe y que, incluso poco antes de su caída, el ex mandatario conservaba un no despreciable apoyo popular en esa "ciudad rebelde".

¿Realmente era tal la capacidad de Evo Morales para "convencer" a una ciudad entera, recorrida por poderosas organizaciones sociales no masistas, que puso varias decenas de muertos en la guerra del gas y en la que el MAS poco después obtuvo solamente el 18 por ciento de los votos en las elecciones municipales?
Casi dos años más tarde Morales habría vuelto a aparecer como una suerte de bombero para apagar el fuego de la ira popular y transformar a los combativos alteños en dóciles artífices de la investidura de Eduardo Rodríguez Veltzé. Esta vez, Petras habla de "incipientes concejos populares", lo cual parece más una expresión de wishful thinking (la toma de los propios deseos como realidad) que una constatación sociológica digna de ese nombre. La confusión entre acciones radicales e intenciones radicales en los movimientos sociales bolivianos recorre todo el artículo en cuestión, lo cual aportó confusión no sólo al proceso boliviano sino tuvo graves consecuencias en el análisis de otras experiencias latinoamericanas como la Argentina (crisis de diciembre de 2001).

También Petras afirma -sin ningún sustento- que el MAS pondrá ministros progresista en carteras marginales y neoliberales en el área económica… por lo pronto Morales dijo que "no nombrará ningún neoliberal en el gabinete" y aún conserva el beneficio de la duda. El sociólogo norteamericano habla de "las exigencias (de tierra) de los campesinos" y aquí vale la pena detenerse unos minutos. Es cierto que la política agraria del MAS es imprecisa y moderada, pero eso tampoco carece de sustento sociológico: el núcleo duro masista, los cocaleros y campesinos del occidente del país, son pequeños propietarios y no tienen la demanda de reforma agraria entre sus ejes programáticos. Más bien los movimientos sin tierra son uno de los movimientos sociales más débiles del país… otra vez, no bastan las fórmulas y se requieren análisis concretos de los procesos concretos.

Igualmente, valdría la pena que Petras eche una mirada más precisa al tema de los intelectuales y "pequeños burgueses" al interior del MAS, una confederación de sindicatos, sin escuelas de cuadros, que intenta un precario equilibrio entre el "asalto corporativo" del Estado por los sindicatos (en una suerte de clientelismo popular) y su copamiento por tecnócratas ajenos al proyecto político masista o paracaidistas recientes en el bando de los ganadores (en una reedición de la vieja política).

El artículo -centrado siempre en los dirigentes o "el" dirigente y alejado de los movimientos de masas- omite las trasformaciones operadas en el último quinquenio en Bolivia: un ciclo de acumulación política plebeya que logró llevar al primer indígena de la historia boliviana a la silla presidencial. Un gesto simbólico para Petras, quizás tanto o más simbólico que cuando Rosa Parks se sentó en un asiento para blancos y dio inicio a un largo proceso de luchas por la igualdad étnica en Estados Unidos. Y en un país cuya historia está atravesada por el desprecio étnico quizás estos "hechos simbólicos" sean la condición necesaria para avanzar en una lucha emancipatoria de dimensiones más amplias.

Como señala Petras, el MAS es reformista, tanto como casi todos los movimientos sociales bolivianos y latinoamericanos, y era igualmente reformista en 2002, cuando el académico veía a este movimiento de matriz sindical con ojos más indulgentes. Cualquier análisis político serio demostrará que, en la actualidad, ninguna organización relevante en Bolivia levanta un programa de transformaciones socialistas y que las diferencias entre moderados y radicales, además de difusa, está referida a la profundidad de la nacionalización, lo cual, dicho en un lenguaje pasado de moda, se encuentra dentro de los márgenes del "nacionalismo burgués".

Al rigor de un análisis sobre el terreno, el sociólogo de la Universidad de Binghamton prefiere la excomunión. Una mala noticia cuando se trata de abordar los desafíos de la izquierda indígena que llega por primera vez al Palacio en un contexto en el que el pueblo boliviano intenta tomar en sus manos su propio destino con las imprecisiones, ensayos y errores del caso. Al nuevo gobierno le aguardan decisiones complejas y riesgosas como la licitación del Mutún, bandera regional de unas elites cruceñas que le ha dado sólo una tregua al nuevo gobierno, o la política frente a petroleras como Repsol, que habría registrado en la bolsa de Nueva York las reservas de gas boliviano como patrimonio propio.

Frente a estos desafíos las condenas inapelables de unos resultan tan inútiles como la admiración acrítica de otros. Para concluir con una paráfrasis, como el artículo comentado, quizás valga aquella expresión de que "quienes buscan revoluciones perfectas no las encontrarán más que en el paraíso".

Publicado en el semanario Pulso. La Paz

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