“Lo que hay que poner en agenda es el tema del suelo”

Entrevista a María Cristina Cravino por Enrique de la Calle
APU: Una problemática sobre la que siempre se vuelve para referirse al déficit habitacional tiene que ver con los denominados “barrios informales”. ¿Cuántos hay en el país, cuáles son sus características, cuál es su historia, cuanta gente vive en ellos?

María Cristina Cravino: Todavía hay algunos datos que están pendientes: el fenómeno es difícil de abordar cuantitativamente, el problema de los asentamientos es de muy larga data, de principios del siglo XX y tiene que ver con el crecimiento urbano y las dificultades de los sectores para acceder a una vivienda tanto en alquiler como en propiedad.

Fueron mutando las características. Primero eran migrantes europeos, después migrantes internos y después se agregaron de los países limítrofes. La primera modalidad fue de villas, de agrupaciones más espontáneas y sin una trama urbana regular; la gente si iba sumando una a una, tenía que ver con una perspectiva de que era un lugar provisorio, una puerta de entrada a la ciudad.

APU: ¿Después de la última dictadura el fenómeno cambia?

MCC: En los ochenta, dictadura mediante, se cambiaron drásticamente las condiciones de acceso a la ciudad, algunas de esas condiciones persisten. La gente apostó a que la ocupación era una forma de acceder a la ciudad, porque también cambió el paradigma a nivel internacional. El Estado se ocupó, en vez de desalojarlos en muchos casos, si las condiciones del terreno eran propicias, e intervino regularizando.

Significa que esas tierras que en muchos casos eran fiscales y en otros de propiedad privada, pero que no tenían ningún uso, se expropian y se las dan a los habitantes y ellos pagan en cuotas más bien accesibles. Se hace mejoramiento de las viviendas, en muchos casos por los propios vecinos, incluso hacen las calles. El Estado interviene después de que se construyó el barrio. En la última década también participó ofreciendo vivienda nueva, en el mismo barrio o en zonas muy cercanas descomprimiendo cuando la densidad del barrio es muy grande.

APU: Esos fueron los programas federales.

MCC: Si, sobre todo fueron una reivindicación de una deuda histórica de asentamientos que eran de la década del cuarenta, como algunas villas del primer cordón del conurbano, pero es un fenómeno en todo el país.

APU: Los programas federales se desarrollaron hasta 2008.

MCC: No, se siguen desarrollando: desde el 2011 en adelante han sido mucho más lentos, no sé por qué razón. En paralelo aparecieron otros programas ya de vivienda en mano, viviendas unifamiliares, pero sigue vigente, comenzaron en 2004. En algunos barrios como Villa Palito se siguen construyendo con la confluencia de distintos programas: las viviendas que estaban en malas condiciones se reemplazan y algunas que están en buenas condiciones se dejan y se hacen programas de mejoramiento.

APU: ¿Nos puede hacer un diagnóstico de la última década en relación al problema de la vivienda? Uno tiene la sensación que el déficit habitacional no ha aumentado pero tampoco se ha reducido fuertemente. ¿El núcleo duro de déficit habitacional se mantiene estable?

MCC: Hubo algunas mejoras en las condiciones si uno ve el censo 2010. El hacinamiento sigue siendo muy crítico, la gente sigue viviendo hacinada pero en casa de mejores condiciones. También, las mejoras en el trabajo hicieron que la gente invirtiera en su vivienda. No crecieron algunos aspectos del déficit, la informalidad se mantiene como porcentaje relativo más o menos constante. Igualmente, la cantidad de gente en asentamientos crece, porque con el crecimiento económico creció en forma importante el precio del suelo, el precio del alquiler, entonces no hay una relación directa entre mejoramiento del salario y el acceso a la vivienda. Mejoró el salario, mejoraron las condiciones de vida, mejoró el acceso a la infraestructura, hubo una expansión muy fuerte del agua y de las cloacas pero, sin embargo, acceder a una vivienda sigue siendo un gran problema inclusive para la clase media. De hecho el PROCREAR viene a cubrir una demanda de clase media, sobre todo clase media trabajadora, no tanto clase media baja.

APU: ¿Cuáles cree que son las políticas que podrían indagarse y que no se han contemplado en este último tiempo?

MCC: Algunas ya están disponibles a partir de la ley de “acceso justo al hábitat”, que tiene que ver con la captación de tierras. El gran problema de los programas federales, salvo en el de villas, es el de la tierra. Lo que hay que poner en agenda es el tema del suelo. Es un mercado totalmente desregulado el de venta de los lotes. De hecho el mismo Estado cayó en la trampa del precio del suelo.

APU: En el primer PROCREAR, por ejemplo.

MCC: Con los conjuntos de vivienda de llave en mano, tuvo que salir a comprar suelo, entonces el precio aumentó. El PROCREAR generó ese impacto negativo: en una semana los lotes duplicaron su precio. Como ofrecían un crédito para vivienda con gente que no tenía lote, eso fue renta de gente que no hizo nada. La agenda es el control del precio del suelo. La ley de “acceso justo al hábitat” permite un impuesto para grandes emprendimientos para captar suelo para que el Estado y los municipios tengan tierra disponible para los planes de vivienda. Hay que penalizar el lote vacante por especulación.

Después hay que pensar medidas complementarias como alquiler social o una garantía social, el alquiler es un tema muy delicado, si hay mucho control los propietarios retiran el inmueble del mercado, es muy sensible a cualquier tipo de control.

APU: La intervención estatal debe contemplar la casa nueva y también la reparación de la existente.

MCC: Nunca hay una respuesta única, porque las demandas siempre son heterogéneas. Esa es una de las ventajas del programa federal que ofreció vivienda llave en mano, que ofreció mejoramientos para el déficit cualitativo, porque no todo déficit significa vivienda nueva, a veces significa agregar un dormitorio, que no haya hacinamiento, que haya agua potable o se impermeabilicen las paredes. Por último, creo que hay que alentar el rol de las cooperativas para la construcción y no tanto el de las empresas. Hubo experiencias muy buenas en relación a calidad y precio.

APU: ¿Y el formato de casa prefabricada?

MCC: No hay buenas evaluaciones, hay una deuda de la academia en el tema. Está la experiencia de las Madres de Plaza de Mayo que quedó muy asociada al contexto de Schoklender, pero si uno separa eso la experiencia no es mala.

APU: ¿Son baratas y de buena calidad?

MCC: El tema con ese tipo de tecnología es que tiene que estar muy bien aplicada. Caso contrario, puede tener deficiencias, se hacen muy rápidamente vulnerables a la humedad. Entonces requiere que sean muy bien hechas pero no es mala la experiencia, en realidad hay una resistencia cultural. Por ejemplo no permite ciertas modificaciones, una apertura, una ventana nueva, es imposible en ese tipo de construcciones pero conozco gente que vive en las casas de las Madres y en general están contentos por el tamaño, por haber accedido rápidamente.

APU: En el caso de la casa prefabricada no se puede ampliar, no?

MCC: No permite y además son de planta baja o dos pisos. En CABA donde no hay tanta tierra disponible, esta forma más industrializada puede ser una alternativa. En cambio cuando es vivienda unifamiliar con posibilidad de que sea de crecimiento progresivo la forma artesanal permite modificaciones más rápidas, es más adaptable.

Agencia Paco Urondo - 9 de febrero de 2015

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