La crisis internacional

Alfredo Eric Calcagno
La actual crisis internacional no sólo se refleja en una depresión de la economía real, sino que suscita variadas interpretaciones teóricas. Frente a la emergencia, las fuerzas políticas, económicas y sociales expresan sus intereses y su ideología; y en definitiva, cada gobierno decide su posición. A grandes rasgos, existen dos grupos antagónicos: por una parte, los países más poderosos defienden al sistema financiero internacional, y por la otra, los emergentes tratan de resguardar el crecimiento de su economía y el mantenimiento del empleo. Los organismos económicos y financieros internacionales participan en esta pugna y cada cual "muestra su hilacha". Con muy pocas excepciones, defienden la hegemonía del sector financiero, tanto mundial como de cada país. Más aún, adoptan una posición militante: no sólo teorizan en favor del sector financiero, sino que proveen los cuadros políticos gobernantes, que hasta hace muy poco tiempo fueron sus empleados en organismos financieros internacionales, en empresas financieras o bancos. El problema es que tienen a su cargo la elaboración y solución de las políticas anticrisis financiera; es algo así como si se encargara la campaña de desratización al rey de los ratones.

La troika encargada de solucionar la crisis internacional está integrada por el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo, que formulan un diagnóstico equivocado que lleva a soluciones falsas: primero, sostienen, con error, que la crisis es fiscal, olvidando sus raíces en el sistema financiero; segundo, que debe aplicarse un fuerte proceso de ajuste, en especial al gasto público; tercero, que la prioridad es recuperar la confianza de los mercados financieros y rehabilitar a los bancos; cuarto, que el ajuste debe ser dirigido por la troika; quinto, que conviene infundir el principio moral y religioso de la redención por el sufrimiento (véase Miradas al Sur del 5/8/2012).

Frente a este coro de apoyo al sector financiero, son pocos los organismos internacionales que plantean una posición crítica. Entre ellos, sobresale la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad), cuyo Informe sobre Comercio y Desarrollo, subtitulado "Políticas para un crecimiento incluyente y equilibrado", fue presentado esta semana en Buenos Aires.

El Informe de la Unctad pone en evidencia que la troika comete errores esenciales de diagnóstico. Ante todo, la mayor dificultad en los países desarrollados no reside en el aumento de la deuda pública, sino en la falta de demanda interna. Los elevados déficit fiscales son la consecuencia y no la causa de la crisis; y los países desarrollados incurren en el desatino de limitar la demanda en medio de una recesión.

Una vez auxiliados los bancos, con salvatajes que exceden la imaginación (llegan a trillones de dólares...), se restringe el gasto que active los mercados nacionales. Para ellos, el problema dejó de ser fiscal, y se transformó en el pago de la deuda contraída para salvar a los bancos. En resumen, se deprime el crecimiento de los países desarrollados sin que disminuyan los déficit fiscales (porque cae la recaudación), con aumento del desempleo y sin lograr la confianza de los "mercados."

El Informe de la Unctad señala que en los últimos tres decenios creció la desigualdad de ingresos en el mundo, entre los países y dentro de ellos. Aumentó la diferencia del ingreso por habitante entre los 15 países más ricos y los 15 más pobres: en 1980 era 44 veces mayor, y en 2009, 56 veces. Pero se incrementó también significativamente la desigualdad dentro mismo de los países, entre la parte del trabajo y la del capital, y entre los grupos de altos y de bajos ingresos. Ello fue la consecuencia, sobre todo, de la globalización con hegemonía del sector financiero y de la deslocalización de actividades industriales.

En la mayoría de los países desarrollados se redujo la participación de los salarios en el ingreso total, que disminuyó 5 puntos en Estados Unidos y el Reino Unido y más de 10 puntos en Alemania y Francia. En varios de esos países, entre el 10 y el 20% del producto interno bruto se concentra en el 1% de la población.

Se señala en el Informe que el aumento en la desigualdad obedece en parte al cambio en los comportamientos del sector empresarial, que frente a la mayor competencia internacional, en lugar de aumentar las inversiones para elevar la productividad, trasladó su producción a países con salarios bajos, o negó aumentos con la amenaza de la deslocalización; y utilizó una parte importante de sus beneficios para pagar dividendos y recomprar acciones. De tal modo, la restricción salarial benefició a los accionistas y a los directivos de las empresas.

Sostiene el Informe, "la concentración excesiva de los ingresos fue uno de los factores que condujo a la crisis mundial, ya que estaba vinculada a incentivos perversos para las personas con mayores ingresos y a un alto grado de endeudamiento en los grupos más pobres"; agrega que es probable que no se salga de la recesión hasta que los grupos de renta media y baja tengan más ingresos para aumentar su consumo.

También aumentó la desigualdad en la mayoría de los países en desarrollo. En algunos casos, ese aumento vino junto con un crecimiento económico, como en China, ya que la rápida industrialización y urbanización concentró sus beneficios en las regiones urbanas costeras y los empleados formales, más que en las zonas rurales y los inmigrantes ilegales. Pero por lo general, la desigualdad aumentó de la mano de la desindustrialización y la depresión económica.

En América latina se produjo una oscilación pendular entre el régimen neoliberal de los decenios de 1980 y 1990, y la recuperación comenzada a principios del siglo XXI. La desindustrialización generada por la política neoliberal que culminó en el decenio de 1990, provocó una caída en el crecimiento económico junto con un recrudecimiento de la desigualdad. Se sumaron un proceso de desindustrialización, que derivó trabajadores del sector formal hacia el desempleo, el subempleo y la informalidad; todo dentro de una política global basada en la hegemonía del sector financiero, el enorme endeudamiento internacional, la apertura externa, las privatizaciones, la caída de la inversión, del consumo y de los salarios. Se produjo la pauperización de los sectores de ingresos medios y bajos, mientras otros agentes económicos prosperaban, en particular por las rentas financieras. Fue un período de desigualdad con crisis.

Alrededor de 2003, en varios países emergentes, en especial de América latina, se generó un proceso inverso al anterior. En esos casos, la disminución de la desigualdad fortaleció la recuperación económica. Del círculo vicioso crisis-desigualdad-crisis se pasó al círculo virtuoso crecimiento económico-mayor igualdad-crecimiento. Existió una recuperación de la acción del Estado, que reasumió su función económica, recuperó su capacidad de recaudación, aumentó la inversión pública, financió transferencias a sectores relegados, mejoró empleos y salarios y, en definitiva, logró una mejor distribución del ingreso con crecimiento.

Desarrollando las tesis del Informe de la Unctad, puede señalarse como caso típico el de la Argentina, que tuvo un importante crecimiento económico con mayor igualdad, como se advierte en el cuadro:
El eje de la política económica seguida fue el mantenimiento o crecimiento a toda costa del mercado interno y del empleo, como mecanismo de defensa frente a la crisis internacional. Los resultados fueron exitosos.

Miradas al Sur - 16 de septiembre de 2012

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