La apertura al mundo de Macri

Mónica Peralta Ramos

 

Corren vientos de primavera pero no traen la lluvia de inversiones ni pobreza cero reiteradamente prometidos por este gobierno. En su lugar, furiosas ráfagas desparraman la hojarasca de promesas incumplidas y exponen la inminencia de una “tormenta perfecta”: rápido vaciamiento del país, acumulación de miseria y creciente inestabilidad política.

En un contexto global de crisis del capitalismo, la política de apertura al mundo ha colocado al gobierno de Macri en un callejón sin salida. El acceso de Donald Trump al gobierno de los Estados Unidos no hará más que apresurar el ritmo de las turbulencias económicas tanto en el mundo como en nuestro país. En lo que sigue sintetizamos los fenómenos que explican esto último.

La dinámica actual del capitalismo global lleva de un modo inevitable a una crisis del sistema financiero internacional. Mientras el desarrollo de alta tecnología y la creciente robotización de la producción contribuyen rápidamente a la caída del empleo industrial en el mundo, el planeta está hoy mas endeudado que en ningún otro momento de la historia de la humanidad. Ni el mundo, ni las economías más desarrolladas pueden generar hoy los ingresos necesarios para enfrentar 200 trillones de dólares de deuda global pública y privada, a los que hay que sumar más de 600 trillones de deuda financiera con derivados (contratos financieros atados al valor de otros activos)

En las tres últimas décadas la acumulación del capital ha generado una tendencia estructural al estancamiento crónico de la producción. La introducción de alta tecnología al proceso productivo, el de- sempleo creciente, el estancamiento de los salarios, la menor demanda de consumo, la menor rentabilidad, la sobreproducción y la deflación han culminado en periódicas crisis cíclicas resueltas siempre a partir de un mayor endeudamiento. Hoy el crecimiento letárgico de la producción, la magnitud del endeudamiento acumulado y la “magia” del interés compuesto han dado lugar a una brecha creciente entre la tasa de crecimiento de la economía real y el crecimiento exponencial de la deuda y sus intereses, generando así las condiciones para una crisis sistémica de índole global e inédita.

Desde la crisis financiera del 2008 la Reserva Federal y la banca central de los países desarrollados han adoptado una política de facilitación monetaria (QE) con bajas tasas de interés que fluctúan en torno a cero en los Estados Unidos y son negativas en Japón y otros países europeos. Los objetivos de esta política –estimular la producción y eliminar la deflación– no han sido logrados. En su lugar, la especulación financiera multiplica las burbujas en los mercados de bonos y acciones, la concentración económica ha crecido y los grandes bancos siguen enormemente expuestos a la deuda con derivados (PáginaI12: 15/7/2014; 6/1/2015). Este contexto ata las manos de la Reserva Federal quitándole munición para enfrentar una crisis: cualquier aumento de la tasa de interés por más gradual que sea, puede hacer estallar las burbujas financieras. 

Hoy no existen fondos disponibles en el sistema financiero que permitan a las bancas centrales de los países desarrollados enfrentar una corrida bancaria. Se estima que –sin considerar la deuda con derivados–, los Estados Unidos tienen hoy más de 63 trillones de deuda total. Esta cifra contrasta dramáticamente con los 3.8 trillones de dólares en circulación. A pesar de ello, el monto del endeudamiento público y privado sigue creciendo. En un contexto de falta de liquidez disponible, el rápido endeudamiento privado genera una situación insostenible para las grandes corporaciones norteamericanas. En el 2015 la deuda global de las grandes corporaciones evaluadas por Savings & Poor (S&P) fue tres veces mayor que sus ingresos. Un tercio de las mismas tiene hoy gran dificultad para cubrir el costo de su endeudamiento con los ingresos que generan.

En este contexto global, la especulación con divisas adquiere cada vez más importancia. Este mercado, escenario de todo tipo de transacciones con monedas, es el mercado más líquido y alerta del planeta. Su volumen diario de operaciones es veintiséis veces superior al volumen de las operaciones diarias en el mercado global de acciones. Cualquier alteración en el valor de las divisas fuertes reverbera inmediatamente sobre la economía mundial y en particular sobre la economía de los países emergentes endeudados en dólares y otras monedas fuertes. En un escenario de caída global de los precios de los commodities –principal fuente de divisas de la mayoría de estos países– la apreciación del dólar potencia el peso de la deuda externa y acerca el default. Esta exposición a la deuda en dólares no sólo genera gran vulnerabilidad económica en los países emergentes, es también fuente de gran desestabilización del sistema financiero internacional.

El cambio de gobierno en los EE.UU. anuncia el inicio de una nueva etapa de enormes turbulencias en el agujero negro de las finanzas internacionales. Uno de los ejes de la política anunciada por el presidente electo Donald Trump es un ambicioso proyecto destinado a reactivar la economía norteamericana con masivas inversiones públicas en obras de infraestructura. Esto implica necesariamente mayor endeudamiento público e inflación y llevará necesariamente a un aumento de las tasas de interés y a una apreciación del dólar. El mero anuncio de estas medidas por el presidente electo Trump ha provocado la venta masiva de bonos públicos y una notable apreciación del dólar en relación a todas las monedas del mundo. Ambos fenómenos impactan sobre nuestra realidad inmediata y anuncian la inminencia de serios problemas para el gobierno de Macri.

En los once meses transcurridos la política de apertura al mundo de Macri ha derivado en un endeudamiento en dólares (externo e interno) cercano a los 90.000 millones de dólares. Por su rapidez y magnitud este endeudamiento no tiene precedentes en la historia del país. Paradójicamente, esta política de apertura ha puesto al descontrol de la inflación y al creciente empobrecimiento de la población en el centro de la escena política. Como en otros períodos de gobierno en democracia, el nudo gordiano que constituye la estructura de poder argentina se ha vuelto mas visible (PáginaI12:13/11/2011;20/1/2014; 14/3/2014). Sus lazos: la inflación, la corrida cambiaria y la fuga de divisas exponen a la luz del día la enconada lucha entre los sectores monopólicos locales  por apropiarse de una mayor cuota del excedente, de la renta monopólica y de los ingresos de la población. A pesar de que apoyaron abiertamente a Macri en las elecciones pasadas, estos sectores desconfían de la política oficial y pelean por asegurarse –vía aumentos de precios– una mayor cuota de la “torta” a repartir. La apertura al mundo de Macri agudiza esta lucha al plantear la posibilidad de una reducción de la masa del excedente e ingresos a ser apropiada por los monopolios locales, y al institucionalizar nuevas rutas de extracción y fuga del excedente, los ingresos y la riqueza acumulada en el país con el servicio de la deuda externa y nuevas rentas financieras y de servicios    (PáginaI12: 13/ 4 /2016; 4/7/2016).

En este escenario, el tarifazo –crecientemente invisibilizado por el Gobierno– constituye una ventana abierta a estos conflictos. Con este tarifazo el gobierno ha dolarizado las tarifas y sus futuros aumentos, profundizando así las ataduras de nuestra economía a los turbulencias de la crisis capitalista mundial y a los movimientos del dólar. Asimismo, el tarifazo ha colocado a las corporaciones multinacionales del petróleo en la posición privilegiada de determinar la evolución futura de todos los precios de la economía, incluidos los precios de los sectores más concentrados. Esto último, conjuntamente con el cambio de gobierno en los Estados Unidos y la subsiguiente apreciación del dólar a nivel global, aseguran un futuro de continuo descontrol de la inflación local, de corridas cambiarias, de fuga de capitales y de continua sequía de inversiones en el proceso productivo.

Así, la apertura al mundo de Macri ha colocado al país ante un futuro cierto de mayor ajuste, creciente inestabilidad política y nuevo default de la deuda externa. Sin embargo, también ha creado condiciones únicas para impulsar un amplio movimiento social y político que –dejando atrás el sectarismo y los errores de políticas del pasado– sepa nuclear a la población tras un proyecto de país verdaderamente representativo, soberano e inclusivo. Sepamos pues, aprovechar esta oportunidad histórica.

-Mónica Peralta Ramos, Socióloga. Autora de La economía política argentina. Poder y clases sociales.

 

Página/12 - 6 de diciembre de 2016

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