Innovación y desarrollo: contradicciones en la política oficial

Luján Scarpinelli
Antes de asumir la presidencia, Cristina Kirchner anunció la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Jerarquizó así lo que hasta entonces funcionaba como una secretaría en la cartera de Educación. Esa investidura, sin embargo, no llevó al área a tener mayor relevancia que otras iniciativas oficiales de menor importancia estratégica para el país.

El gasto del ministerio dirigido por Lino Barañao totalizó $ 1019 millones en 2012, y ascendió en el presupuesto del año en curso a $ 1456 millones. La cifra, que incluye herramientas de financiamiento a distintos sectores, es apenas unos $ 200 millones mayor que la partida que el Gobierno destinó este año al Programa Fútbol para Todos. Al Conicet, un organismo descentralizado que subvenciona la formación de recursos humanos y la investigación, le fue mejor: se le asignó el doble que al deporte más popular del país. Los datos muestran una realidad contradictoria. En los últimos años, la inversión pública en Investigación y Desarrollo (I+D) creció. Pero, según especialistas, la inyección de recursos no llega a traducirse en la creación y promoción de empresas innovadoras. El Gobierno, que hace el principal aporte, es también verdugo de su iniciativa, ya que la escasez del aporte privado -que se convierte más rápido en beneficios- es efecto del desaliento provocado por políticas oficiales y la inestabilidad económica.

La Nación - 15 de septiembre de 2013

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