La cruel agonía griega

"Todo esfuerzo mío es una condena escrita"
Constantino Cavafis.
La ciudad. POEMAS CANÓNICOS (1895-1915).

Asistimos a un auténtico sacrificio en Europa. La lenta agonía a la que se está sometiendo cruelmente a los ciudadanos griegos no tiene otra razón que salvar los balances de la banca europea para iniciar después una nueva fase de conquista del capital privado en toda Europa.

Como es lógico y era de esperar, el sacrificio se disfraza de buenas palabras y argumentos para hacer creer que lo que en realidad se lleva a cabo es el "rescate" de Grecia para evitar su hundimiento inevitable. Pero no hay nada más lejos de la realidad.

Por si no había estado claro antes, el llamado segundo rescate griego ha puesto de relieve una vez más la verdadera intención de las autoridades europeas. Las mentiras se difunden con objeto de confundir, pero los datos contradicen la propaganda oficial. Ninguna de las medidas de ajuste puestas en marcha hace ya más de dos años por el gobierno griego a instancias de las autoridades europeas e internacionales ha funcionado. Como era predecible, porque en realidad no buscaban su recuperación ni podían conseguirla de ningún modo, la economía griega se ha seguido viniendo abajo, aunque ahora incluso más estrepitosamente: la actividad ha decrecido un 14% en lo que llevamos de crisis, lo que ha demostrado que los ajustes no son un remedio ante una recesión económica.

Y es lógico. Es verdad que Grecia traía de antes un mayor problema de deuda pública (entre otras razones por la corrupción de la dictadura de los coroneles, de las empresas que se lucraron con las Olimpiadas y por las trampas de Goldman Sachs liderado entonces en Europa por el actual gobernador del Banco Central Europeo), que hizo que la incidencia extraordinaria de la crisis financiera causada por la banca internacional fuese aún más grave en aquel país. Como ocurrió en otros países, el gobierno griego tuvo que afrontar una gran cantidad de gasto público suplementario a la vez que disminuían sus ingresos públicos como efecto del parón de la actividad económica, lo que originó la reciente espiral de endeudamiento.

La situación se podría haber resuelto fácilmente en los primeros momentos: se trataba de una deuda entre 40.000 y 50.000 millones de euros, unas veinte veces menor que la cantidad que los gobiernos de Alemania y Francia habían dedicado a salvar a sus bancos privados. Y unas cien veces menor de total gastado en Europa en ese menester. Es decir, muy pequeña en relación con la que se ha estado dedicando al salvamento de los intereses privados (con la diferencia, además, de que éstos eran quienes habían provocado el daño y el pueblo griego quien lo sufría, por mucho que ahora se quiera culpa de la deuda a la corrupción "minorista" que es cierto que se practica bastante en Grecia).

Para afrontar con éxito el problema de la deuda (otra cosa es acabar con los factores estructurales que lo provocan) casi con toda seguridad hubiera bastado que el Banco Central Europeo se hubiera hecho cargo de ella, negociando su pago en plazos razonables con el gobierno griego, después de haber determinado qué parte de ella es odiosa, es decir, impuesta al pueblo griego sin su consentimiento. Y que, al mismo tiempo, se hubiera puesto en marcha, también con el apoyo del BCE y de Bruselas, un plan de apoyo a la actividad económica para reconducir el modelo de crecimiento y regenerar las capacidad de creación de ingresos en la economía helena.

Es cierto que este cambio de dirección hubiera requerido reconfigurar todo el modelo de crecimiento europeo, caracterizado por la existencia de fuertes desequilibrios comerciales internos y por un espectacular incremento de la desigualdad nacional en todos los países, así como poner en marcha planes de estímulo público que requerirían un nuevo sistema fiscal más justo y progresivo en la línea de lo que hemos apuntado junto a Vicenç Navarro en HAY ALTWERNATIVAS. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España. Pero es que esa era justamente la precondición para salvar también al resto de las economías afectadas por la crisis y a la europea en su conjunto.

El problema naturalmente consistía en que un cambio de esa naturaleza no era neutro desde el punto de vista del reparto de la renta y del poder, porque suponía afectar muy seriamente a los privilegios y a las ganancias de la banca y de las grandes empresas europeas y muy particularmente de la banca alemana. Incapaces de enfrentarse a estas últimas, y a pesar de que era evidente que cualquier otra actuación iba a conducir al hundimiento definitivo de Grecia, en primer lugar, y de los demás país después, las autoridades europeas decidieron intervenir en Grecia con un único principio moral y con una sola estrategia económica: la banca primero.

Eso fue lo que llevó a dejar la financiación de la deuda griega en manos de los bancos. Así, y gracias a los rumores lanzados por ellos mismos y a veces por las propias autoridades para hacer subir artificialmente la prima de riesgo griega, la deuda se ha ido encareciéndola progresiva y escandalosamente, hasta llegar a la situación actual, y proporcionando paralelamente suculentos beneficios a bancos y especuladores de todo tipo. Una espiral irracional y cuasi diabólica: la banca provoca la crisis y genera la deuda y la propia banca se encarga, con más deuda, de imponer el pago cada vez más oneroso a costa de destruir la generación de ingresos que puedan pagarla.

Para evidenciar el principio de que las deudas hay que pagarlas por encima de todo, aunque sea con independencia de su forma de nacer y de la responsabilidad de quien las haya provocado, las autoridades europeas no han dudado en estos últimos años en imponer a Grecia medidas de ensañamiento tan brutal como inadecuadas incluso para el objetivo de pagar la deuda que decían persegui: recortes de sueldos y salarios y de gasto social o privatizaciones que han destruido el tejido empresarial y millones de puestos de trabajo, ocasionando la disminución de la actividad y de los ingresos, además de un incremento impresionante de la pobreza y el sufrimiento social de todo tipo. Eso sí, incluso aumentando las compras de armamento a Francia, Italia o Estados Unidos mientras que los gobiernos de estos países imponían al griego que bajara aún más el salario mínimo.

Al obligar a Grecia a endeudarse más en los mercados para refinanciar su deuda pública queda patente el diseño tan absurdo y oneroso de una unión monetaria que renuncia a disponer de un auténtico banco central con tal de conceder privilegios a la banca privada. Algo que no puede considerarse como un simple error sino como la consecuencia trágica de la complicidad entre las autoridades políticas y los poderes económicos y financieros que se viene dando en Europa.

Tan irracional es lo que está ocurriendo que, con tal de salvaguardar hasta el último euro de beneficio bancario, se llega incluso a perturbar el equilibrio financiero que la propia banca necesita para seguir ganando dinero.

Como sabemos, los bancos se encuentran hoy casi completamente descapitalizados como consecuencia de la quiebra que les produjo la acumulación masiva de basura financiera en los últimos años. De ahí que tenga que ser el Banco Central Europeo (convertido en financiero de la banca privada en lugar de serlo de los gobiernos, como es lo que debe hacer cualquier banco central) el que proporcione a los bancos privados todo el dinero que deseen. Así, es que tiene barra libre al 1% en el Banco Central Europeo para que financien a Grecia a tipos de interés mucho más elevados. Pero como consecuencia de las primas tan altas que provocan las presiones de la propia banca y las políticas que imponen las autoridades que la defienden, resulta que el riesgo de impago es cada vez más alto. Tan alto, que es seguro que la banca tendrá que renunciar a cobrar una buena parte de la deuda. Lo que lleva al Banco Central Europeo a intervenir, pero en lugar de salvando a Grecia, salvando de nuevo a la banca privada, ahora comprando títulos de alto riesgo en el llamado mercado secundario, es decir, trasladando de nuevo los riesgos desde los bancos privados hacia su propia entidad.

Así es como las autoridades europeas permiten que los bancos privados hagan el agosto a costa del pueblo griego. El objetivo no es otro que facilitarles que vayan saneando sus balances sin dejar de obtener pingües beneficios con el dinero del banco central, con la fuente inagotable de deuda que nace de Grecia (porque las autoridades le imponen que se endeude para pagar la deuda) y con las compras d Banco central Europeo. Un negocio redondo porque el banquete lo paga otro: el pueblo griego.

La operación es cruel en grado extremo. Para que plan funcione debe extraerse todo el beneficio que se pueda de la deuda de Grecia pero eso hay que hacerlo evitando que colapse el sistema financiero europeo (lo que podría ocurrir si la economía griega llega a la completa extenuación y deja por completo de pagar), para lo cual se precisa que Grecia agonice (haciendo subir al máximo su prima de riesgo) pero sin perder del todo la vida. El Banco Central Europeo y la Unión Europea son quienes se encargan de sostener el hilillo de vida hasta que se ejecute el acto final del plan que consistirá, muy probablemente, en un tercer rescate griego. Aunque entonces ya solo afectará a todos los títulos que el Banco Central Europeo ha comprando a las entidades financieras. Entonces Grecia quedaría liberada del peso de la deuda pero solo después de haber dejado extenuadas a su economía y a su sociedad, y ya podría empezar a librarse allí la batalla común a la de otros países europeos que le queda por ganar al capital privado europeo: desmantelar los sectores públicos y modificar profundamente la regulación económica.

No es cuestión de darle consejos a nadie, pero más les valdría a los griegos dar un definitivo golpe en la mesa y ser ellos los dispuestos a dejar la ruleta rusa en la que le obligan a estar, repudiando la deuda y saliendo del euro si hiciera falta. Pasarán años duros, pero quizá no peor que los que les esperan dentro. Y otro países, como el nuestro, deberían ir tomando nota. Grecia no va a padecer sola.

Grecia debe romper con la Troika y suspender el pago de la deuda

Es urgente que los movimientos sociales de Europa expresen una auténtica solidaridad activa con el pueblo griego y constituyan una plataforma común europea de resistencia a la austeridad con el fin de conseguir la anulación de las deudas ilegítimas.

Una gran parte de la población griega ha mostrado desde el primer memorándum de mayo de 2010 una oposición creciente a las medidas de austeridad impuestas por las autoridades griegas y la Troika: huelgas generales, ocupación de las plazas públicas, manifestaciones en las calles, movimientos de resistencia a los aumentos de las tarifas de los servicios y los transportes, sin olvidar el relanzamiento de la actividad de algunos servicios como el del hospital de Kilkis en Macedonia o la recuperación de la actividad, el 15 de febrero de 2012, del periódico Eleftherotypia conducido por los trabajadores.

La sumisión y el compromiso del gobierno griego con la Troika agravan la situación económica del país y violan los derechos económicos y sociales de la población. El último plan, falazmente llamado «de salvamento», constituye una etapa más del abandono de la soberanía griega a favor de la Unión Europea y los acreedores: el total de los nuevos créditos irá a reembolsar una deuda ampliamente ilegítima y será gestionado directamente por los acreedores.

Los pueblos de los países del sur del planeta han estado sometidos durante dos decenios (desde 1982 a principios de los años 2000) a ese tipo de política que utiliza el pretexto del reembolso de la deuda como arma para destruir una serie de conquistas sociales que constituyen los derechos fundamentales de la sociedad. Argentina es un caso emblemático. Después de 25 años de políticas neoliberales (1976-2001) y una sucesión de planes de austeridad llevados a cabo por el FMI, en diciembre de 2001 estalló una rebelión popular que llevó a la caída del gobierno. Las nuevas autoridades decretaron unilateralmente la suspensión del reembolso de la deuda pública en forma de títulos vendidos en los mercados financieros por un montante de 90.000 millones de dólares. Hasta hoy es la suspensión de pago más importante de la historia. Después de tres años de suspensión de pago durante los cuales el gobierno, en medio de una crisis pre-revolucionaria (Diciembre 2001- inicio 2003), estableció una política de relanzamiento económico y se negó a seguir las recomendaciones del FMI, Argentina impuso a los acreedores una reducción del 65% de la deuda. A finales de diciembre de 2001 Argentina suspendió también el reembolso de su deuda bilateral (por un montante de 6.500 millones de dólares) con respecto a países como España, Francia, Alemania, Italia, Gran Bretaña… agrupados en el Club de París. Esta suspensión de pagos dura desde hace diez años y Argentina va muy bien. Entre 2003 y 2012, su tasa media de crecimiento anual ha llegado al 8%. Si Argentina no hubiera suspendido el reembolso de la deuda y no hubiese rechazado los dictados del FMI y los demás acreedores, habría sido incapaz de beneficiarse a partir de 2004-2005 del aumento de los precios de los productos que exporta al mercado mundial. Todos los beneficios habrían sido engullidos por el reembolso de la deuda. Bajo la presión popular, las autoridades argentinas han rechazado los aumentos de las tarifas eléctricas, del agua, de las telecomunicaciones, etc. que querían imponer las multinacionales extranjeras y el FMI. Las condiciones de vida de los argentinos han mejorado notablemente y en la actualidad los ciudadanos europeos toman el camino de ese país para intentar conseguir un trabajo digno.

El ejemplo de Argentina demuestra que rechazando someterse a los acreedores y al FMI para pagar una deuda ampliamente ilegítima se puede levantar la cabeza y mejorar las condiciones de vida de la población.

Como señalé al principio de este artículo, es necesario que el combate de los griegos no se quede aislado, hay que construir un amplio movimiento de solidaridad con él y que el conjunto de los pueblos europeos construya un frente de resistencia para la anulación de la deuda ilegítima y la total refundación de una Europa de los pueblos por medio de un proceso constituyente auténticamente democrático.

(Traducido para Rebelión por Caty R.) Este articulo ha sido publicado por Eleftherotypia , diario griego

Al capitalismo no le sienta bien la democracia

El filósofo alemán Jürgen Habermas ha escrito en su último libro y repite en varias declaraciones públicas que en Europa se está desmantelando la democracia (Ver Georg Diez, A Philosopher's Mission to Save the EU). Un juicio muy fuerte del que se hacía eco compartiéndolo alguien nada sospechoso de radicalismo y que conoce bien el continente como el ex canciller alemán Helmut Schmidt (L'Allemagne dans et avec l'Europe, L'Economie politique n° 053 - janvier 2012).

No creo que se trate de palabras vacías sino de un proceso real, ya innegable aunque desearía que no llegue a ser imparable a corto y medio plazo.

Bastó con que el ex presidente Papandreu amagara con la convocatoria de un referéndum para que se le hiciese dimitir, o que Berlusconi sacara la cabeza frente a Bruselas para que igualmente saliera por la puerta chica de donde le habían puesto, para mayor o menor fortuna, los electores italianos.

Europa: Todos tienen la intención de alzar un cortafuegos

En la Cumbre de la Unión Europea de diciembre la canciller Angela Merkel aún podía presentarse como la vencedora de la batalla por el rescate del euro: todos habían acabado aceptando la interpretación alemana a la crisis y la solución alemana a la crisis. La unión fiscal, la regla de oro y la tabla de castigos para quienes no la cumplan eran incuestionables e imparable su aplicación. Pero la ironía de la historia ha hecho uso de la peor y más detestada especie, las agencias de calificación crediticia estadounidenses, para frustrar el hermoso plan de campaña.

Con un razonamiento sorprendentemente apropiado, los analistas de Standard & Poor's han dado a entender que la solvencia crediticia de nueve países de la zona euro, así como del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), han sido rebajados porque no se espera de los dogmas de austeridad actualmente en uso ningún efecto positivo en los estados más endeudados.

Presionan a la UE el foro de Davos y el FMI

DAVOS, Suiza.- Los líderes políticos mundiales reunidos en el Foro Económico Mundial, incluido el FMI, presionaron ayer una vez más a Europa para que tome medidas urgentes contra la crisis de la deuda y evite el contagio al resto del mundo, al tiempo que prevén un sombrío futuro para la eurozona.

"Nadie es inmune a la situación actual europea", porque el mundo "nunca estuvo tan interconectado", advirtió desde Davos la directora del FMI, Christine Lagarde. "Todo el mundo tiene interés en que esta crisis se resuelva, ya que puede producir un efecto dominó en todo el mundo", agregó.

Lagarde urgió a los mandatarios europeos, que mañana se reúnen en una nueva cumbre en Bruselas, a que erijan rápidamente un "claro y simple" cortafuegos para evitar el contagio y generar confianza, porque sino la situación no hará más que empeorar. Además, la directora del FMI pidió más esfuerzos para impulsar el crecimiento, la competitividad y la consolidación presupuestaria.

El cepo del euro

La crisis financiera está arrinconando a las naciones europeas. Aunque con distinta intensidad, las convulsiones económicas en Irlanda, Grecia, Portugal, España e Italia dan cuenta de ello. Los tibios intentos de revival keynesiano, que dominó la escena internacional durante 2008, ya fueron archivados. La Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) continúan prescribiendo la antigua receta de apretar el cinturón. Así, el desembolso de fondos de la burocracia financiera internacional queda supeditado a la implementación de planes de austeridad.

En glas de juego. Por ejemplo, el gobierno irlandés se comprometió a crear nuevos impuestolíneas generales, los países afectados aceptaron esas res y a implementar un severo recorte de gastos para reducir el déficit fiscal al 3 por ciento en 2014. El ajuste no incluyó a los 50.000 millones de euros utilizados para el salvataje del sistema financiero, a pesar de que ésa fue la principal causa de que el déficit público ascendiera al 32 por ciento del PIB. El caso griego es bastante similar.

La gran perversión

Para resolver la crisis económico-financiera de Grecia y de Italia se han formado, por exigencia del Banco Central europeo, gobiernos solo de técnicos sin participación de ningún político. Se partía de la ilusión de que se trata de un problema económico que debe resolverse económicamente. Quien solo entiende de economía, acaba no entendiendo ni siquiera la economía. La crisis no es de economía mal manejada, sino de ética y de humanidad. Ambas muy relacionadas con la política. Por eso la primera lección de un marxismo básico es entender que la economía no es parte de la matemática y de la estadística sino un capítulo de la política. Gran parte de la obra de Marx está dedicada a desmontar la economía política del capital. Cuando en Inglaterra ocurrió una crisis semejante a la actual y se creó un gobierno de técnicos, Marx hizo duras críticas mofándose con ironía, pues preveía un fracaso total, como efectivamente ocurrió. No se puede usar el veneno que creó la crisis como remedio para curarla.

Para dirigir los respectivos gobiernos de Grecia y de Italia han llamado a gente que pertenece a los altos niveles bancarios. Los bancos y las bolsas han sido los que han provocado la presente crisis que casi hundió todo el sistema económico. Estos señores son como talibanes fundamentalistas: creen de buena fe en los dogmas del mercado libre y en el juego de las bolsas. ¿En que lugar del universo se proclama el ideal de greed is good, la codicia es buena? ¿Cómo hacer de un vicio (y, digámoslo también, de un pecado) una virtud? Están sentados en Wall Street de Nueva York y en la City de Londres.

La Crisis Económica Internacional goza de buena salud

La crisis financiera internacional, desatada desde el año 2007 con la caída de los fondos de inversión del banco ”Bear Stearns”, y cuyo epicentro es en los EEUU y Europa central, continúa, pese a la recuperación que tuvieron los países centrales en el año 2010, y se extiende en mayor o menor medida al resto del planeta.

Y esto es fundamentalmente así, porque la economía norteamericana y la europea representan aproximadamente el 40% de los bienes y servicios que se producen en el mundo, y su comercio es el 55% del intercambio mundial, con lo que es obvio que la crisis en esos países desarrollados impacta en el precio de las acciones, de los títulos públicos y de las monedas, y a través de ello, en la economía real, donde se produce una desaceleración del nivel de actividad, no solo en esos países, sino por su peso y por la integración económico financiera, en el resto del mundo.

Puerta giratoria

El recorrido de la crisis económica de Estados Unidos y de la Eurozona provoca cierta incredulidad desde la mirada de la experiencia argentina de haber transitado un proceso similar. La debilidad de los liderazgos políticos no se origina simplemente por deficiencias en la gestión, en ingenuidad o negación de los responsables de la gestión. Están subordinados a los intereses de las corporaciones financieras, se asemeja a como aquí los gobiernos adquirían a libro cerrado planes económicos confiando el Ministerio de Economía a Bunge&Born, a Domingo Cavallo con la Fundación Mediterránea, a Roque Fernández con el CEMA o a Ricardo López Murphy con FIEL. El saldo fue la peor crisis de la historia económica argentina. Esos economistas con sus respectivos equipos eran asesores del sector privado, y luego de pasar por la función pública volvieron a sus conchabos originales o a revistar en la plantilla de organismos internacionales. Ese trayecto se conoce como la “puerta giratoria” de representantes de los intereses del poder económico, de quienes no habría que esperar otra cosa que medidas que beneficiaran a su grupo de pertenencia. En Estados Unidos se exhibe con mayor transparencia ese estrecho vínculo de funcionarios en áreas claves de la economía con el sistema financiero. Por eso es una ironía que los mismos que provocaron la crisis sean los que se presenten como los portadores de la solución para superarla.

La desregulación del sistema financiero estadounidense fue instrumentada por funcionarios que previamente trabajaron en instituciones bancarias, y ahora son los responsables de administrar la crisis precipitada por esa medida. Larry Summer, secretario del Tesoro de la administración Clinton, ocupó la presidencia del Consejo Nacional Económico de Obama. Fue el promotor de esa desregulación que incluyó la eliminación de la separación entre bancos comerciales y bancos de inversión. Esa medida había sido establecida en 1932 por la ley Glass-Steagall Act, como consecuencia del crac del ’29, y fue suprimida mediante la ley Gramm-Leach-Billey de 1999. En el siguiente cuadro se observa que esa red “puerta giratoria” tiene una continuidad en gobiernos demócratas y republicanos.

George W. Bush tuvo como secretario del Tesoro a Henry Paulson, quien trabajó en Goldman Sachs desde 1974, y era su director cuando ingresó en ese gobierno. En un esclarecedor documento del economista Julio Sevares publicado en la revista Realidad Económica (Nº 260), se explica que dos años antes de convertirse en funcionario Paulson encabezó un grupo de bancos de inversión que presionó por la reducción de los requerimientos de capital propio a las entidades. “La influencia de las finanzas sobre las regulaciones financieras se canalizó a través de los hombres del sector que participaron o participan en los gobiernos”, señala Sevares en “El poder financiero en la desregulación y liberalización de las finanzas”.

Las instituciones financieras tuvieron un papel central en promover la desregulación del sistema con sus ejecutivos convertidos en funcionarios, para luego también ejercer una impresionante capacidad de lobby para obtener el rescate por la crisis que provocaron. Después de la caída del banco de inversión Bear Sterns, las seis entidades más grandes de Estados Unidos (Goldman Sachs, Bank of America, JP Morgan-Chase, Citigroup, Morgan Stanley y Wells Fargo) ejercieron un activo lobby para influenciar en el Congreso y en el gobierno. Sevares revela que ese grupo ha contratado más de 240 ex funcionarios de gobiernos como lobbystas y gastaron centenares de millones de dólares en esa misión. Muchos de ellos “fueron arquitectos del régimen bancario que llevó a la crisis, cuando eran empleados en el Congreso o en puestos del gobierno federal”, afirma Sevares en base a la investigación de Kevin Connor Big bank takeover. How too-big-to-fail’s army of lobbyists has captured Washington, publicada por el Institute for America’s Future. El saldo que ofrece ese documento es impactante: en el conjunto de lobbystas de los seis grandes bancos y sus asociaciones, 243 trabajaron en el gobierno federal, 202 en el Congreso y el resto en la Casa Blanca, el Tesoro o en agencias gubernamentales de relevancia.

Sevares informa que, según la investigación de una organización de defensa y educación del consumidor de los Estados Unidos, en la última década las organizaciones financieras invirtieron 5100 millones de dólares en comprar influencia política. De ese monto, 1700 millones fueron “contribuciones de campaña” a congresistas y candidatos presidenciales, y el resto como pago a los lobbystas del sector financiero en el Congreso y en otras instancias del Estado. “Los congresistas que apoyaron las medidas favorables al sistema financiero recibieron mucho más dinero que los que no las apoyaron”, revela Sevares. Bajo esas normas institucionales, esa práctica no se la denomina corrupción sólo porque está legalizado ese tráfico de influencias y dinero.

No se trata ya sólo de que la aplicación de teorías económicas incorrectas conduce a políticas incorrectas, como se demostró con el neoliberalismo en la década del noventa en Latinoamérica y ahora en Estados Unidos y Europa. Más aún, esas políticas han fomentado las crisis y exacerbaron su profundidad y duración. Ese resultado no es un “accidente”, como sostiene el mundo de las finanzas y sus propagandistas, sino que se explica en que los protagonistas principales de la actual fase del capitalismo dominado por las finanzas globales tratan de preservar y ampliar su poder sin importar los costos que ello implica. Para esa tarea cuentan con la suficiente capacidad de influir en las áreas sensibles de los gobiernos que les permiten mantener sus privilegios, sin importar que al mismo tiempo se desmorone lo poco o mucho de la estructura social de esos países que aún mantienen la categoría de potencias mundiales.

El dilema europeo

Europa está intentando sortear una crisis financiera derivada de la alta exposición de sus bancos a las deudas soberanas de los países de la región. Los problemas se desencadenaron en Grecia, Irlanda y Portugal, pero también se extienden sobre España e Italia, que tienen un peso específico mucho mayor.

Y en este entorno, debe lidiar con muchos problemas para evitar el mal más temido: el contagio de un país al resto de la región. Tarea difícil por partida doble, por un lado, por la acendrada concepción neoliberal que impera en los dirigentes de la UE, y por otro, por las decisiones indiscutidas del sector privado financiero, y dentro de éste, de las calificadoras de riesgo, que acentúan los riesgos sistémicos.
El ajuste es un callejón sin salida, puesto que además de sus altísimos costos sociales, lleva a una caída del producto y de los ingresos fiscales, intensificando aún más los déficits presupuestarios.