El peso neoconservador en la política exterior de Bush

UN LIBRO DE FRANCIS FUKUYAMA EXPLICA LA INFLUENCIA DE ESTA CORRIENTE DE PENSAMIENTO EN LA CASA BLANCA JACOB WEISBERG Fuente: EL Cronista 3.0

La idea de que EE.UU., como poder dominante, debe brindar liderazgo moral en el mundo aplicando la fuerza si es necesario, está detrás del fracaso en la ocupación de Irak

Los neoconservadores niegan la noción realista, más fuertemente identificada con Kissinger

Mientras Irak sigue deteriorándose bajo la ocupación estadounidense, cada vez se vuelve más urgente saber cómo nos metimos en este lío. Ya se publicaron varios relatos de personas allegadas a la toma de decisiones de la administración Bush. Pero hay un libro sin reportes original que explica mucho mejor porqué el desastre se fue desarrollando de esta manera. Estados Unidos en una Encrucijada, escrito por Francis Fukuyama, asegura que ese país cometió el error de entrar en Irak sin prepararse para una ocupación hostil y eso se debió al equivocado razonamiento de política exterior por parte de un grupo pequeño de personas denominadas neoconservadoras.

"Neo-conservador" se convirtió en un término tan cargado que tiende a borrar la discusión civil. Algunos europeos lo usan como sinónimo de defensores de la guerra de Irak o de belicistas sofisticados. En la extrema derecha y la extrema izquierda norteamericana, "neocon" a menudo enfatiza que la mayoría de sus adherentes son judíos, lo que implica que les interesa más Israel que Estados Unidos. Fukuyama, que hasta hace poco se consideraba un neoconservador, define el término no por la historia compartida de sus miembros, sino por un grupo de ideas en común.

Si bien hay incontables excepciones, los neoconservadores más influyentes son Wilsonianos "duros" con respecto a la política exterior. Ellos niegan la noción realista, más fuertemente identificada con Henry Kissinger, de que EE.UU. debería actuar solo acorde a sus intereses. En cambio, los neoconsevadores creen que EE.UU. debe brindar liderazgo moral al mundo, difundiendo la libertad y las ideas democráticas, aplicando la fuerza si es necesario. A ellos les agradan las alianzas, pero tienen poco tiempo para las instituciones internacionales. Aplicando esta caracterización, Fukuyama cuenta entre los neoconservadores a Ronald Reagan y al George W. Bush del segundo mandato, que no puede estar más lejos de un intelectual judío.

Si bien simpatiza con la misión de difundir la democracia, Fukuyama castiga los giros unilaterales y militaristas que originaron los conceptos de "guerra preventiva" y "cambio de régimen".

Los neoconservaodres, sostiene, han abandonado su visión política fundamental, es decir que los programas ambiciosos para rehacer las sociedades están destinadas al fracaso y a consecuencias no intencionadas. Sin embargo, los neoconservadores de hoy están empantanados en su intento por rehacer un semi-país de Medio Oriente muy poco comprendido y catastróficamente dañado. La pregunta es qué fue lo que desvió de su camino a estas inteligentes personas. En el primer acto de la tragedia neoconservadora, un movimiento intelectual surge a principios de los '60, animado por la equivocada expansión del estado benefactor estadounidense que condujo Lyndon B. Johnson.

Lo que distingue a esos pensadores de sus colegas liberales con ideas más convencionales es el acertado escepticismo sobre la posibilidad de una transformación social y el fuerte uso de métodos empíricos para estudiar a la gente, los programas y los resultados.

En el segundo acto, a fines de los setenta, un elenco neoconservador levemente distinto aplica la misma idea frente a la política exterior norteamericana de la era de distensión. Acá hay escenas de hostilidad hacia las Naciones Unidas y de sus batallas con el realismo de Kissinger, que ellos ven como demasiado complaciente con el comunismo.

Recién en el tercer acto el neoconservadurismo se equivoca catastróficamente. Imbuidos de las revoluciones de 1989 con una sensación de su propia virtud y del dominio de EE.UU, los neoconservadores imaginan que hasta las sociedades subdesarrolladas no occidentales sin tradiciones liberales pueden seguir un sendero pos-totalitario polaco.

Después del fracaso, convencen al vicepresidente y secretario de defensa de EE.UU. -y finalmente al presidente mismo- de que una vez que los militares estadounidenses terminen el trabajo, los iraquíes abrazarán a sus ocupantes. Para ganar esta batalla, los neoconservadores se olvidan de lo que son. Sus dos mejores cualidades -el escepticismo en cuanto al cambio encabezado por el gobierno y el uso de métodos empíricos sociológicos- se perdieron por el camino.

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