El gobierno argentino, con un ojo en Brasil

Martín Granovsky
En su discurso de Argentinos Juniors, ayer, la Presidenta ensayó una línea argumental que le resultó útil en 2011. En tono de campaña presidencial dijo que no convenía cambiar el rumbo en medio de un mundo inestable. Sonó como un llamado a redoblar el apoyo a su gestión cuando aún quedan dos años de mandato. Cuando habló de los problemas, no solo se refirió a la crisis de los países de-sarrollados. También introdujo una palabra asociada a esos problemas: “regionales”. No dijo “Brasil”, pero a buen entendedor, pocas palabras.

Rebotes. El kirchnerismo casi no habla en público de lo que sucede en Brasil. El diputado del Frente para la Victoria Eric Calcagno elogió al gobierno brasileño por su decisión de escuchar las demandas sociales, darles una respuesta política y canalizarlas institucionalmente. En privado, funcionarios y dirigentes se tomaron la cuestión de Brasil en serio. No cayeron, por caso, en una visión futbolera al estilo de “a ellos también les tocó” o “tan buenos no eran”. Al revés. Desde el principio buscaron acopiar datos y relevar tendencias de comportamiento. “No queremos que se instale ningún tipo de inestabilidad regional”, dijo a este diario un funcionario que pidió reserva de su nombre. “Los conservadores argentinos que elogiaban a Lula y Dilma para criticar a Néstor y Cristina hacían ese juego para castigarnos, pero ya dejaron de hacerlo, porque su opción no es ni Lula ni Dilma ni Néstor ni Cristina sino las opciones que están a la derecha”, resumió otro.

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Marco. Diana Tussie, directora del área internacional de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, puso un marco de análisis que parece útil. Dijo que las turbulencias en Brasil muestran “la crisis del Estado oligárquico y el cuestionamiento al apartheid social” para cuya liquidación todavía falta mucho pese a los avances desde que Lula asumió, el 1ª de enero de 2003.

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Carapintada. Uno de los análisis más interesantes sobre Brasil partió del propio Partido de los Trabajadores. Lo hizo Lindbergh Farias, senador por Río de Janeiro y precandidato a gobernador para 2014. Farias, de 43 años, tiene una historia personal relacionada con los movimientos de protesta en la calle. Fue presidente de la Unión Nacional de Estudiantes en 1992 y resultó uno de los líderes de los llamados “carapintadas”. A diferencia de la Argentina, no eran integristas militares que se rebelaban, camuflados, contra el orden constitucional sino grupos de jóvenes que fueron claves en las manifestaciones en favor del juicio político al entonces presidente Fernando Collor de Mello. Ese momento marcó, también, uno de los grandes saltos masivos del PT, cabeza de aquella campaña. En un reportaje largo concedido a la web de Folha, dijo que el tema del transporte no es cualquier tema. “En Río o San Pablo la gente pasa tres o cuatro horas por día presa en un transporte público que además es caro”, dijo. La paradoja que describe Farias es que en los últimos diez años hubo grandes avances, como 40 millones de personas que ascendieron socialmente y muchos hijos de trabajadores que inclusive llegaron a la universidad, pero que “la vida en las grandes metrópolis es un infierno”. Los que protestan son jóvenes irritados, en parte de la periferia, de la llamada clase media. Y se concentran en parte en la Copa del Mundo porque la ven alejada de las necesidades cotidianas.

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Agenda. El pronóstico de Farias es que los movimientos de masas no decaerán de aquí a la Copa de 2014 sino lo contrario. Y como poco después de la Copa llegarán las presidenciales de octubre, donde hasta ahora el PT plantea la reelección de Dilma Rousseff, “las respuestas de los gobiernos deberían apuntar a una agenda que discuta transporte, seguridad pública, salud y educación”. La ventaja, para el senador del PT, es que los movimientos no están dirigidos especialmente contra Dilma y que los reclamos cuestionaban más a los gobiernos estaduales que al federal. La desventaja es que en parte los movimientos son “contra todo”. Según Farias, “si nos quedamos con la agenda de los últimos diez años vamos a ser superados”. La agenda de los diez años es el gran cambio de Brasil. Para la agenda nueva hay un ejemplo: “Entre las obras para la Copa estará el bus de tránsito rápido del Aeropuerto de Galeao a la Barra de Tijuca. Pero es para los turistas. O sea que hay desfase con las necesidades de la gente común”. Y para el ex dirigente estudiantil, el propio PT quedó desfasado.

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Cifras. Un lector, Henrique Júdice Magalhâes, consultor del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, compartió por mail un análisis en el que sugiere sopesar mejor algunos datos. Andar en colectivo en Brasil “sale como promedio tres reales, unos 8 pesos al cambio oficial de la Argentina”. Agrega el texto: “Me acuerdo de que cuando Macri quiso fijar el boleto de subte a 3,50 pesos, mucha gente puso el grito al cielo, y con razón. ¿Le parece disparatado que los brasileños salgamos a las calles para no pagar 8 pesos por servicios que son, quizá con la excepción de Río de Janeiro, bastante peores que el de Buenos Aires en términos de confort, horarios, etcétera? A mí parece que no, sobre todo si se considera otro dato: los ingresos de los trabajadores. En Brasil, el salario mínimo es de 678 reales (1800 pesos). Como hay acá una ley que permite a los estados fijar mínimos para las categorías que no los tengan establecidos en convenio colectivo (el salario de convenio, sin embargo, puede ser inferior a los montos fijados por los Estados, aunque no al salario mínimo nacional), se puede considerar que es un poquitito mayor en San Pablo (755 reales), Rio Grande do Sul (770) y Santa Catarina (765), algo mayor en Rio de Janeiro (802) y bastante mayor en Paraná (915 reales), que son los Estados que ejercen esa prerrogativa. Así tenemos que si el salario mínimo de Brasil apenas supera, con excepción de Paraná, la mitad del argentino, y si el boleto del colectivo acá cuesta 4,5 veces más que en Argentina, (estoy considerando la tarifa de Buenos Aires como 1,60, que es lo que se paga con la SUBE), cada viaje en colectivo sale 8 o 9 veces más caro para un brasileño que cobre el mínimo que para un argentino en igual situación. Y ojo que acá las asignaciones familiares son mucho menores que en Argentina y las cobra mucho menos gente, así que si se considera el presupuesto familiar, la situación en Brasil se vuelve todavía peor”. Otro punto que el lector propone discutir es que “en Brasil las líneas oficiales de pobreza e indigencia no están vinculadas con la canasta familiar como en la Argentina: las fija el gobierno por decreto, de modo totalmente arbitrario, y son muy bajas: 140 reales (372 pesos) por persona para pobreza, 70 reales (186 pesos) para indigencia. Ni el Indec intervenido ha llegado a tal punto, pero acá muy poca gente cuestiona eso. Cuando el gobierno brasileño dice que sacó de la indigencia 40 millones de personas, está diciendo, en verdad, que hizo (con el Bolsa-família) que el ingreso de esas personas alcanzara esa línea de indigencia bajísima”.

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Encuestas. Un sondeo de Datafolha difundido ayer muestra que el 30 por ciento de los brasileños consideran buena u óptima la gestión de Dilma. En la primera semana de junio, la cifra total era del 57 por ciento. Y Dilma había alcanzado antes el 65 por ciento. La caída, pues, es un gran pozo de aire y según la empresa si las elecciones fuesen hoy la presidenta no tendría asegurado un triunfo en primera vuelta frente al candidato de Fernando Henrique Cardoso Aecio Neves, la verde Marina Silva o eventualmente el gobernador de Pernambuco Eduardo Campos. Una parte de la encuesta introduce un matiz que siempre es crucial para el análisis político: el conteo de quienes se enrolan en una opinión regular, que en términos electorales, por ejemplo, muchas veces se suma a la opinión buena. Al preguntar sobre el desempeño presidencial frente a las protestas, el 32 por ciento dijo que fue óptimo o bueno, el 38 por ciento lo consideró regular y solo el 26 por ciento opinó que había sido malo o pésimo. En cambio es muy alta la opinión positiva sobre el anuncio presidencial de llamar a un plebiscito para la reforma política: 68 por ciento a favor. En otro orden, aunque emparentado con los datos anteriores, el 65 por ciento está de acuerdo con la realización de la Copa del Mundo en Brasil.

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Lista sábana. Cuando el PT habla de reforma política, se refiere entre otras cosas a eliminar el financiamiento privado de las campañas y a terminar con la posibilidad de elegir candidatos con margen autónomo respecto de las listas de partidos. En la Argentina la cuestión de las listas sábana fue muy discutida durante años. El debate partía, quizá, de un prejuicio: que los desconocidos habían sido los responsables de los mayores desastres. Era un prejuicio porque siempre los responsables de las mejores hazañas o los peores resultados son los más conocidos. No por una cuestión de fama sino porque esa fama deriva habitualmente de su cuota de poder relativamente más importante que el de otros. En Brasil, el PT siempre opinó que la personalización de las candidaturas llevó al transfuguismo, al debilitamiento de las instituciones y a la necesidad de tejer alianzas no ya partidarias sino personales en el Parlamento y en los Estados. Por eso, una de las repuestas del PT y de Dilma a las protestas fue tratar de instalar la necesidad de una reforma política. Por esa razón, también, una de las movidas de Dilma fue hablar delante de los gobernadores de los Estados y de los intendentes de las capitales estaduales. Quiso comprometerlos.

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Constitución. El abogado Pedro Estevan Serrano suele ser consultado por el semanario Carta Capital sobre temas jurídicos. Le preguntaron si conviene una Constituyente originaria reformadora o no. Opinió que no. Dijo que “es posible realizar la reforma política sometiendo sus principales cuestiones al voto popular directo, lo que mitigaría la presencia de posibles desvíos en la deliberación parlamentaria”. La discusión hoy, en Brasil, opone a los partidarios del plebiscito y a los simpatizantes del referéndum, encabezados por el líder opositor Aecio Neves, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB, neoliberal). La diferencia elemental es que el plebiscito precede a la discusión parlamentaria. El referéndum, en cambio, vendría después. El plebiscito pondría un marco político al debate legislativo. El referéndum solo daría su aprobación posterior o marcaría el desacuerdo popular con lo que hubiera sido legislado antes. “Aunque la decisión final sea del parlamento, no tendría la osadía de contrariar la voluntad directa expresada por el pueblo”, dijo Serrano. Su defensa de la posición de no abrir la Constitución es que la Carta Magna vigente, la de 1988, surgió de “un gran pacto nacional que dio sustentación a nuestra democracia”. Romper con la Constitución del ’88 podría abrir la puerta para que “en el futuro mayorías arbitrarias y ocasionales pasen por encima de valores y derechos fundamentales para la existencia libre y civilizada”.

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Reacción. El gobernador de Río Grande do Sul, el petista Tarso Genro, ya anunció que implementará el boleto libre en Porto Alegre y las ciudades más importantes del Estado. También convocó a discutir la reforma política no solo por los canales tradicionales sino a través de las redes de Internet.

Página/12 - 30 de junio de 2013

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