El FMI quiere volver a incidir en la política económica

Marcelo Bonelli

La misión fue secreta y sólo duró 48 horas en Buenos Aires: en las últimas jornadas estuvo en la Argentina un importante enviado del FMI. Rajit Teja -de él se trata- tuvo tres reuniones y en ellas dejó un claro mensaje: el Fondo quiere retomar el diálogo con el equipo económico e influir en la elaboración de un futuro plan de mediano plazo. Teja estuvo reunido con la ministra Felisa Micelli y concurrió al despacho de Martín Redrado. En la Secretaria de Finanzas lo vieron dialogar una hora con Alfredo Mc Laughlin. En los tres encuentros insistió en una idea: retomar un diálogo "normal" entre la Argentina y el FMI. Así lo dijo: "Queremos una relación constructiva".

También insistió en que la fuerte recuperación económica le daba al Gobierno la oportunidad de avanzar en un plan de mediano plazo para crear un clima de negocios que atraiga inversiones y logre mantener el crecimiento. Para el FMI es lo que le falta a la Argentina. Se despidió así de la ministra: "Esta misión es secreta. Lo mejor es tener la mayor discreción".

El funcionario del FMI tomó la iniciativa del viaje y en el Palacio de Hacienda interpretan que Teja vino a Buenos Aires con dos claros objetivos:
? Buscar una reinserción del FMI y restablecer el diálogo con Buenos Aires después del pago total de la deuda.
? Volver a liderar un grupo de presión de intereses internacionales, para que el Gobierno avance en reformas que banqueros y empresas de servicios consideran pendientes.

Teja es un calificado funcionario en la nueva estructura del FMI. Hasta fin de año ocupaba la estratégica Jefatura de Gabinete que asesora a Rodrigo Rato. Ahora fue designado vicepresidente de la Dirección del Hemisferio Occidental, el área que debe controlar la economía argentina. Ahí reemplazó a John Dodsworth, el auditor que incluso vivió en Buenos Aires durante la crisis. Hoy Teja es el segundo de Anoop Singh y ambos forman parte de la logia de economistas "hindú" del FMI.

El viaje secreto de Teja a Buenos Aires no fue el único movimiento político del FMI. La semana pasada el Fondo elevó al Banco Mundial y al BID un informe sobre la Argentina. La "carta" que firmó Anoop Singh tiene una redacción "liviana" y está lejos de las versiones que decían que el documento iba a condenar la marcha de la economía argentina. Singh utilizó un lenguaje conciliador: puso mucho énfasis en la recuperación económica y obvió insistir en las habituales exigencias de reformas estructurales. Sólo en algunos párrafos hace alusión a las asignaturas pendientes de la Casa Rosada. Pero -para disimular las críticas- siempre uti lizó un lenguaje encriptado y evitó la acusación directa que tiene el FMI sobre las inconsistencias macroeconómicas del modelo argentino.

La "carta" fue un gesto conciliador del Fondo, para facilitar la reapertura del diálogo político con el Palacio de Hacienda. Sería ilógica una posición adversa después del pago de la deuda que inesperadamente concretó el país. Así, con su nota, Singh abrió los grifos para el desembolso de los préstamos institucionales del Banco Mundial y el BID. Argentina -a su vez- canceló hace una semana fuertes vencimientos -se habla de 660 millones de dólares- con ambas entidades.

Kirchner quiere profundizar la política de desendeudamiento y hacer cambios en la representación ante el Banco Mundial: la Casa Rosada busca un reemplazante para el delegado argentino Alieto Guadagni. Ya fue tentado Mario Blejer, pero el economista prefirió continuar en el Banco de Inglaterra.

Ambos hechos -la misión secreta de Teja y la carta de Singh- formarían parte de otra jugada. Néstor Kirchner fue sondeado informalmente para mantener un diálogo directo con Anne Krueger. Ocurrió pocos días atrás, en medio de una comunicación con Miguel de Sebastián. El jefe de asesores de Rodríguez Zapatero le transmitió el deseo de Krueger de mantener un diálogo directo con el Presidente. La respuesta de Kirchner fue la siguiente: "Yo no tengo problemas, si quiere venir a la Argentina. Porque hasta abril no tengo previsto viajar al exterior".

Krueger intenta volver al "caso argentino". Estuvo un tiempo alejada, después de que cometió innumerables errores políticos. La visión de la "dama de hierro" coincide con la de muchos hombres de las finanzas internacionales. Ahora pondera el crecimiento de la Argentina y afirma que el comportamiento de la economía internacional garantiza la temporaria continuidad de la bonanza.

Pero Krueger sostiene -como muchos empresarios- que el Gobierno debe aprovechar este holgado momento para realizar cambios y tomar medidas estructurales que favorezcan las inversiones y el crecimiento. También Krueger insiste en una realidad: Argentina debe encarar la negociación de la deuda con el Club de París, para normalizar su situación financiera internacional. Y -obvio- cree que es necesario elevar las tarifas. Las gestiones que hace Madrid para concretar ese encuentro estarían impulsadas por los "chairman" de las empresas que manejan los servicios, el petróleo y la banca en la Argentina. Los empresarios españoles alientan ese "papel político" del FMI frente al desamparo que dicen tener del gobierno de Madrid. Este grupo de influyentes hombres de negocios -como anticipó Clarín-, se quejó de los incumplimientos de Argentina. Los dueños de las privatizadas protestan contra Rodríguez Zapatero porque dicen que están librados a su suerte y buscan -de vuelta- el cobijo del FMI con la complicidad de Rodrigo Rato.

En la Casa Rosada observan con atención estos movimientos. A esta cuestión obedeció la decisión del Presidente de sugerirle a Felisa Micelli que suspenda el viaje a Washington.

Kirchner considera que su situación negociadora se fortaleció con el pago al Fondo y el crecimiento económico. Por ahora, y lejos de estas preocupaciones de los españoles, la estrategia económica tiene dos solos y concretos objetivos inmediatos. Uno es contener la inflación. El otro tiene que ver con el frente externo: fortalecer las reservas y tener un Banco Central con recursos para enfrentar un eventual temblor financiero internacional.

Fuente: Clarín

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