El espejo del deporte

Ezequiel Fernández Moores*
El deporte, en realidad, siempre ha sido una formidable caja de resonancia. Y la era de la sociedad-espectáculo lo ha instalado en el centro de la escena. Los Pumas han ganado justos elogios por su juego y su mística. ¿Pero no se está exagerando al proponerlos como nuevos referentes sociales? Hoy el rugby es un mundo feliz. Una familia Ingalls. El deporte, rugby incluido, es en realidad algo más complejo, con sus soles y sus lunas, como la vida. [size=xx-small][b]Artículos relacionados:[/b] . La mancha del puma . El apartheid sudafricano: ¿Una construcción ideológica? [/size]

"El deporte moviliza las emociones de la gente de manera que ningún político puede ni siquiera acercarse". Se lo dijo Nelson Mandela al periodista John Carlin, quien acaba de escribir un libro sobre la final del Mundial de rugby ganado por Sudáfrica en 1995. Su libro será llevado al cine por Clint Eastwood con Morgan Freeman en el rol de Mandela. Esa final, dijo Carlin a la prensa española, tuvo un momento histórico: cuando Mandela, ya presidente sudafricano, ingresó al campo con la camiseta verde del capitán Francois Pienaar, "símbolo del opresor blanco". En las tribunas, siguió Carlin, había 72.000 personas, casi todas blancas y conservadoras que "habían lamentado su excarcelación" y que no se habrían opuesto a una eventual ejecución de Mandela. Hubo "un silencio total de cinco segundos para la historia", hasta que todos comenzaron a gritar "¡Nelson, Nelson!".

Los Springboks, a pedido de Mandela, entonaron el nuevo himno en lengua zulú, el mismo que había cantado la población negra durante décadas de protestas. "Ganamos por Mandela", dijeron los jugadores a Carlin. El periodista no tiene dudas: ese día, tras esa final que fue seguida masivamente en los barrios negros de Soweto, donde antes se odiaba a los Springboks, Mandela, quien había pasado 27 años preso por el régimen racista, fue aceptado definitivamente como presidente y "se acabó la extrema derecha en Sudáfrica", que hasta ese entonces, según Carlin, "era el país más dividido del mundo".

El episodio ocurrió en un país que parecía al borde de la guerra civil. Por eso puede ser tal vez la excepción a la regla. Y vale citarlo porque Sudáfrica, justamente, será el rival este domingo de Los Pumas, que hoy ocupan entre nosotros un merecido sitio de privilegio mediático. El deporte, en realidad, siempre ha sido una formidable caja de resonancia. Y la era de la sociedad-espectáculo lo ha instalado en el centro de la escena. Los Pumas han ganado justos elogios por su juego y su mística.

¿Pero no se está exagerando al proponerlos como nuevos referentes sociales? Lo hace, entre otros, la revista Noticias desde su última portada, aunque luego, afortunadamente, el colega Jorge Búsico corrige tapa y titulares simplicadores escribiendo allí un análisis formidable sobre el fenómeno del rugby. Pero la moda se ha instalado. Y pocos resisten a la tentación de señalar a Los Pumas como modelos de un país mejor. Todos subidos a la postal de la tele. Hoy el rugby es un mundo feliz. Una familia Ingalls. ¿No carga ya con muchos problemas el deporte profesional para que se lo postule además como modelo social? El deporte, rugby incluido, es en realidad algo más complejo, con sus soles y sus lunas, como la vida.

Hubo otros casos, y en otros países, donde se tentaron con trasladar a la sociedad los resultados del deporte. Estuve en la Francia eufórica del Mundial 98 en pleno éxito de la selección francesa integrada casi completamente por jugadores de origen africano. "Su éxito demuestra que Francia ya es un país integrado", afirmaban políticos, sociólogos y periodistas. Un chiste de Le Monde contaba un diálogo entre dos votantes del xenófobo Le Pen.

"¿Qué te parece que haya tantos jugadores negros en nuestra selección?", preguntaba uno.
"Mientras sigan haciendo goles no hay problemas", respondía el compañero.

Los jugadores siguieron haciendo goles y la selección francesa más negra que blanca a pesar de Le Pen, dio al país la primera Copa Mundial de fútbol de la historia. Sin embargo, pocos meses después, los franceses eligieron como segunda fuerza política a Le Pen, el hombre que proponía expulsar a los inmigrantes. Al tiempo, miles de jóvenes inmigrantes o hijos de inmigrantes de los barrios marginales explotaron destrozando lo que tenían al paso. Más reciente es el caso de la selección de fútbol iraquí que ganó por primera vez la Copa Asiática: la citaron como un ejemplo de lo que podía hacer Irak si sus ciudadanos olvidaban divisiones políticas y religiosas. Pero Irak sigue en llamas.

Los dictadores, como siempre, fueron más groseros. Hitler pretendió que el éxito histórico de Alemania en los Juegos Olímpicos de Berlín ´36 fuera un signo más de la superioridad aria. Y Videla creyó que el triunfo argentino en el Mundial 78 bastaba para demostrarle al mundo que los argentinos éramos "derechos y humanos". Como si la seriedad de un país pudiera medirse a través de los resultados del deporte, no por sus indicadores de pobreza, salud, educación y justicia. Hoy son tiempos de Pichot, simplificado por diarios europeos como una suerte de moderno Che Guevara. Y mañana, ahora que comienzan las eliminatorias, serán tal vez los tiempos de Lionel Messi. Así lo ordena la ruleta del deporte.

"¿Cómo es posible -se preguntó una vez el escritor chileno Ariel Dorfman- que nos importe tanto el drama de quién es el hombre más rápido del planeta, quién nada con más celeridad en el agua estilo mariposa, cuál es el equipo más diestro para manipular un balón y no recordemos, en cambio, quién es el más valiente en la lucha contra la inequidad, el más tenaz en denunciar la polución, el más sereno en insistir en que no podemos dormir tranquilos mientras millones de nuestros congéneres tienen hambre?"

Dorfman sigue en su pieza a la que llamó Olimpíadas Éticas de la Humanidad: "No tengo nada en contra de los colosales levantadores de pesas o de las maravillosas gimnastas ni menos contra quienes hacen goles a granel, con las manos o con los pies. Pero la pregunta sigue ahí, desafiante, terrible. ¿Y por qué no sabemos los seres vivos y pensantes de este planeta la respuesta?".

* Periodista. Desde 1978 ha trabajado como Redactor de deportes de la Agencia Noticias Argentinas; fue jefe de Deportes Agencia Diarios y Noticias (DyN) y hasta el dia de hoy es editor de Deportes Agencia italiana ANSA. A colaborado con Página 12 (de 1987 a 1997), Revista Noticias, Tres Puntos, TXT y firmó artículos en medios del exterior como Revista Veja (Brasil), diario Il Giorno (Milán) y World Soccer (Japón), entre otros Es autor del libro “Díganme Ringo”, de Editorial Planeta, sobre la biografía del boxeador Oscar Bonavena.

Fuente: [color=336600]La Nación - 11.10.2007[/color]

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