El capital bajo su forma latinoamericana, crítica a la economía estructuralista

Kodric, Alexander - Graña, Juan M.
El presente trabajo analiza el desarrollo conceptual del estructuralismo latinoamericano para encontrar cuál es la unidad de sus posiciones teóricas. En ese proceso descubrimos que los problemas irresueltos de tales posturas se derivan de mantener dentro de su esquema argumental los argumentos y esquemas teóricos de la economía marginalista, aunque circunscriptas al centro. A lo largo del trabajo se analizan las diferentes aristas del planteo, ya sea las causas de la diferenciación centro-periferia como el tránsito propuesto para que América Latina escape a su subdesarrollo, mostrando como en todos los casos se establece un esquema en el que el resultado esta completamente determinado por sus circunstancias iniciales y no producto del movimiento de tales factores. En ese sentido, la representación del mundo que construye Prebisch le impide encontrar la esencia de las economías periféricas y, por ende, se ve imposibilitado para dar respuestas correctas a los problemas concretos de ellas.

Creemos que esta reexposición permitirá obtener los principales y fértiles aciertos de su iniciador -Raúl Prebisch- para desarrollarlos de manera crítica encontrando su verdadera razón de ser.

Introducción

El objetivo del presente trabajo es realizar una revisión de la unidad conceptual que implícitamente utiliza la escuela estructuralista latinoamericana. El eje principal de nuestra argumentación recae sobre la dualidad a la que se enfrenta esta escuela al momento de dar cuenta de una realidad distinta de la que sostiene desde su contenido explicativo.
Particularmente plantearemos que basa sus estudios en el sostenimiento de las características principales que dan vida a la homogeneidad de las leyes neoclásicas (aunque bajo una forma particular). Creemos que la exposición de este contenido nos mostrará las contradicciones y defectos de esta escuela que, en algunos casos, entendemos fundamentales e insalvables. No obstante, como consideramos falsa la dicotomía de teoría y práctica, la discusión misma nos guiará por un camino alternativo donde muchas de las prescripciones “prácticas” de dicha escuela serán incluidas aunque, en su desarrollo crítico, encontrarán su verdadera necesidad.
Por esta razón, el trabajo se estructurará de la siguiente manera. En la próxima sección desarrollaremos la visión de la escuela estructuralista en base a dos trabajos que consideramos fundamentales en la obra de Raúl Prebisch “El desarrollo económico de América Latina y algunos de sus principales problemas” y “Capitalismo Periférico. Crisis y Transformación”. Nos valdremos principalmente del sistema de interacción entre centros y periferia como hilo conductor que nos permitirá avanzar sobre la perspectiva que utiliza el autor para explicar los fenómenos de crisis en los centros y la especificidad del polo periférico. Creemos que allí se observará cómo los verdaderos fundamentos que sustentan la teoría económica de Prebisch son la principal restricción y fuente de contradicción del autor respecto al proceso que debería recorrer la periferia para transformarse en una economía céntrica.
Sobre esa base, en la segunda sección, señalaremos cuáles son los principales defectos y contradicciones en las que cae por los fundamentos desarrollados y, en la tercera sección, cómo sus propias recetas reconocen una determinación y necesidad diferente a la impuesta. Por último, en las conclusiones señalaremos, los caminos que, creemos, debería seguir su crítica para dar una visión completa y, por ende, soluciones integrales a la situación respecto del nivel de vida de los trabajadores.

1. Prebisch, la periferia y el centro

1.1 El mundo del revés

Si comenzamos la investigación en el mismo punto donde lo hace el propio Prebisch, veremos que la misma se inicia determinando el parámetro a utilizar para observar el nivel de desarrollo (y por oposición de subdesarrollo) de la economía analizada. Al respecto, la respuesta que nos brinda el autor, pareciera no diferenciarse demasiado de la ortodoxia económica neoclásica. La tasa de crecimiento del producto per cápita es la que brinda el nivel de desarrollo de una determinada economía. De manera que la maximización de esta variable se considera fundamental en el sistema.
Pero, ¿qué mecanismo es el que dinamiza la tasa de crecimiento de una economía? En la concepción estructuralista, este aumento se consigue por medio del incremento de la productividad media del trabajo; a través de la ampliación de la escala de producción y mayores dotaciones de capital físico por trabajador ocupado en el total de la economía. Tal como escribió Prebisch “…la elevación del nivel de vida de las masas depende, en última instancia, de la fuerte cantidad de capital por hombre empleado en la industria, los transportes y la producción primaria…en consecuencia se necesita una enorme de acumulación de capital...”.
Es esa variable, y sobre todo la velocidad de su evolución, la que nos permite ver la diferenciación en los ingresos medios per cápita de los países y, en consecuencia, del nivel de vida promedio de sus poblaciones. Sobre la evidencia de esta diferencia es que Prebisch diagrama un esquema de relaciones desiguales por las cuales el juego entre ventajas y desventajas provoca una caracterización de economías céntricas y (a modo de derivación) periféricas. Pero ¿qué es lo que origina que en algunas estructuras económicas operen determinados mecanismos que no se replican inmediatamente a la hora de comerciar con otra estructura económica?
La cuestión central es que la forma que tomó la división internacional del trabajo implica que los incrementos de productividad observados no producen un aumento similar del nivel de vida de los diferentes países sino que la especialización y sus consecuencias -que analizaremos a continuación- permite a los “centros cíclicos” apropiarse individualmente de los incrementos generados internamente. Es decir, “las ingentes ventajas del desarrollo de la productividad no han llegado a la periferia, en medida comparable…”.
Sumado al problema de apropiación de los incrementos del progreso técnico por parte de la periferia tenemos que, aún si tal apropiación fuera plena, el ritmo de crecimiento de dichos progresos en la periferia es menor que en los centros. Tomando como evidencia que a mayor ingreso-mayor ahorro, se reproducen de manera ampliada las divergencias en el ingreso per cápita de los países. Esto es así ya que la baja tasa de ahorro en los países subdesarrollados impide una acumulación de capital al ritmo necesario para, primero, mantener la tasa de crecimiento de los países centrales y, segundo, acortar la brecha con ellos. Vemos entonces que el ciclo se reproduce a si mismo degenerando en una estabilización de ambas esferas en la condición que les tocó en suerte al momento de dividir el trabajo internacionalmente; la industrialización es la solución que permite absorber de manera completa los incrementos de productividad logrados internamente y elevar la tasa de acumulación.
De aquí se desprende que el intercambio mismo es el mecanismo que, conforme se mantenga la especialización mercantil actual, lejos de cerrar las brechas entre los países, refuerza la tendencia de diferenciación de sus ingresos medios. En otras palabras, los mecanismos de librecambio no representan per se un beneficio mutuo e idéntico para los participantes de ese intercambio mercantil. Como señala el autor, “...suele olvidarse que [la teoría de las ventajas comparativas] se basa sobre una premisa terminantemente contradicha por los hechos. Según esta premisa el fruto del progreso técnico tiende a repartirse parejamente en toda la colectividad, ya sea por una baja de precios o por el alza equivalente de los ingresos (…) no necesitan pues industrializarse. Antes bien, su menor eficiencia les haría perder irremisiblemente las ventajas clásicas del intercambio (…) la falla de esta premisa consiste en atribuir carácter general a lo que de suyo es muy circunscrito. Si por colectividad se entiende sólo el conjunto de los países industriales, es bien cierto que el fruto del progreso técnico se distribuye gradualmente entre todos los grupos. Pero si el concepto de colectividad también se extiende a la periferia de la economía mundial aquella generalización lleva a un grave error…”
Cabría aquí señalar que esta cuestión planteada por Prebisch le otorga a la producción un carácter concreto, que la economía neoclásica no alcanza a distinguir. Nos referimos específicamente a que las determinaciones propias de la esfera técnico-material de la producción (propia de toda mercancía) en algunos casos genera derrames hacia el resto del entramado productivo, mientras que en otros no. Así, lo sustancial de tal proceso, posibilitado por el intercambio y la especialización, es que algunas economías se concentran en la producción de valores de uso cuya forma concreta conlleva una productividad más elevada que, a su vez, posee mayor dinamismo. Como se le otorga tales características al proceso industrial, esta es otra forma de entender la defensa de la industrialización, no sólo por las mayores ganancias de productividad sino la capacidad de distribuir sus incrementos a lo largo de la economía nacional. En palabras de Prebisch, “parece que el progreso técnico ha sido más acentuado en la industria que en la producción primaria de la periferia”.
Entonces, nuestras economías periféricas son aquellas en las cuales los incrementos de la productividad no se propagan rápidamente y de manera uniforme, sino sólo en aquellos sectores que se han especializado en el intercambio con los centros, estableciéndose como consecuencia principal que los centros poseen un desarrollo endógeno o “hacia adentro” y las periferias un desarrollo exógeno o “hacia fuera” supeditado a las necesidades de las economías céntricas. Este desarrollo “hacia fuera”, centrado en la producción de mercancías en las cuales se tiene ventajas comparativas, produce un desfase entre aquellos sectores en los cuales la productividad del trabajo es alta respecto a los no desarrollados donde la productividad del trabajo es baja.
Ahora bien, el principal argumento de Prebisch a favor de la industrialización es que las conclusiones (“de la validez teórica inobjetable”) del razonamiento sobre las ventajas de la división internacional del trabajo no es aplicable al mundo entero. Ya que “si los precios hubieran descendido en armonía con la mayor productividad, la baja habría tenido que ser menor en los productos primarios (…) de tal suerte, que la relación de precios entre ambos hubiera ido mejorando persistentemente a favor de los países de la periferia conforme se desarrollaba la disparidad de productividades”. Si eso hubiera ocurrido, no habría problema con la especialización conforme a la teoría clásica de las ventajas comparativas, “los países habrían aprovechado, con la misma intensidad que los países céntricos, la baja en los precios de los productos finales de la industria (…) los frutos del progreso técnico se hubiesen repartido parejamente en todo el mundo (…) y América Latina no tendría ventaja económica alguna en su industrialización. Es más, para acentuar la crítica hacia la teoría neoclásica, Prebisch remarca que la relación de precios ni siquiera se mantuvo en sus niveles sino que se volvió negativa para las mercancías agrícolas. Sólo “durante el auge de la última guerra, como en todo auge cíclico, la relación se ha movido a favor de los productos primarios. Pero, (…) se esta operando ya el típico reajuste, merced al cual los precios primarios van perdiendo su ventaja anteriormente conseguida”
Evidentemente algo “huele mal” en la teoría neoclásica. Veamos cómo Prebisch explica que esa mayor productividad haya sido “encapsulada” en los centros convirtiéndose en mayor bienestar de sus masas.
Esto se debe fundamentalmente a que “…mientras, por un lado, el costo tendía a bajar, a causa del aumento de la productividad subían, por otro parte, los ingresos de los empresarios y de los factores productivos. Cuando el ascenso de los ingresos fue más intenso que el de la productividad, los precios subieron, en vez de bajar”. Entonces, sumando la evidencia empírica de que los precios relativos se movieron contra los países periféricos, “es obvio que los ingresos de los empresarios y factores productivos han crecido, en los centros, más que el aumento de la productividad, y en la periferia, menos que el respectivo aumento de la misma”. Es decir los centros disfrutaron de más de su incremento productivo, el cual les fue transferido desde la periferia.
Para dar cuenta de cómo este fenómeno es posible, Prebisch introduce la dinámica de los ciclos económicos. En ese contexto, señala que los beneficios de las empresas se determinan por los excesos de demanda (positivos o negativos) en cada sección del ciclo, razón por la cual “el beneficio se traslada desde los empresarios del centro a los productores primarios de la periferia mediante el alza de precios”13. Entonces, ante una demanda acrecentada y una oferta primaria que tarda en responder, o bajas existencias acumuladas, “los precios primarios tienden a subir más intensamente que los precios finales”.
Sin embargo, considerando el desarrollo del ciclo en su totalidad, el crecimiento de los beneficios en el centro es mayor a su caída, ya que los precios de los productos primarios, en la etapa negativa del ciclo, caen también más a prisa. ¿Por qué? “Durante la creciente, una parte de los beneficios se ha ido transformando en aumento de salarios, por la competencia de unos empresarios con otros y la presión sobre todos ellos de las organizaciones obreras”. Al momento de comenzar la reversión del ciclo esa parte del beneficio pierde su flexibilidad “en virtud de la conocida resistencia a la baja de salarios (…) la presión se desplaza entonces hacia la periferia, con mayor fuerza que la naturalmente ejercible, de no ser rígidos los salarios o los beneficios en el centro, en virtud de las limitaciones de la competencia”.
La existencia de flexibilidad en la periferia viene dada por la falta de sindicalización de los trabajadores rurales lo que hace que “la compresión de los ingresos –sean beneficios o salarios- es, pues, menos difícil en la periferia”. De aquí se sigue que es justamente la flexibilidad de precios de la periferia la que opera en su contra, pues si no se comprimiese continuaría la crisis y se acumularían stocks industriales que, a su vez, reducirían la demanda de productos primarios, forzando eventualmente el ajuste. Entonces Prebisch concluye que, “la mayor capacidad de las masas, en los centros cíclicos, para conseguir aumentos de salarios en la creciente y defender su nivel en la menguante, y la aptitud de esos centros, por el papel que desempeñan en el proceso productivo, para desplazar la presión cíclica hacia la periferia, obligando a comprimir sus ingresos más intensamente que en los centros, explican por qué los ingresos en éstos tienden persistentemente a subir con más fuerza que en los países de la periferia”.
Habiendo intentado mostrar que los fenómenos de crisis no son un producto endógeno de la periferia, sino la simple derivación de un fenómeno que comienza en los centro, debemos preguntarnos acerca de las causas que se generen tales ciclos en los centros.

1.2 Un breve análisis de la paja en el ojo ajeno

Como hemos visto, ni los movimientos cíclicos, ni sus consecuencias son equiparables en los centros respecto a la periferia, pero veamos entonces que clase de “problemas” aquejan a los primeros. En palabras del propio Prebisch: “No obstante el crecimiento extraordinario del producto. Éste no había sido suficiente para responder a las exigencias que competían entre sí para captar una parte creciente de aquél (...) se trata de la creciente magnitud de inversiones internas y extranjeras, del gran impulso del consumo privado y de la expansión considerable de los servicios del Estado, entre ellos los servicios sociales y los gastos militares...”.
Es decir, de una parte nos encontramos con espirales inflacionarias producto de una expansión de la demanda total por sobre la oferta total de mercancías. Complementariamente a este hecho, encontramos el por qué de tal fenómeno: “...Conforme crece la acumulación de capital en bienes físicos y formación humana, va disminuyendo progresivamente la proporción de fuerza de trabajo empleada con inferior productividad (...) Ahora bien, a medida que se opera esta tendencia, habrá un descenso en la productividad media del sistema si no aumenta el ritmo de la productividad por sucesivas innovaciones (...) pero a medida que ello [no] acontece, va aumentado la proporción de capital no reproductivo en menoscabo del capital reproductivo. Tal es la consecuencia lógica de la evolución orgánica del sistema: no tendría sentido aumentar la productividad acrecentando continuamente la disponibilidad de los mismos bienes y servicios. Pero es evidente que ello disminuye el ritmo de la productividad...”. Es decir, la oferta total crece, pero de manera rezagada respecto a la demanda por el hecho de que la evolución “natural y orgánica” del sistema céntrico hace que, al diversificar en demasía la producción, cae la productividad media de la misma si no se introducen constantemente innovaciones tecnológicas. A su vez Prebisch complementa este argumento estableciendo el por qué del crecimiento de la demanda total: “...tarde o temprano las empresas suben los precios, a fin de reestablecer el crecimiento del excedente...cuando la fuerza de trabajo tiene gran poder sindical y político, como ha ocurrido en los centros, al aumento de precios sigue el de las remuneraciones. Tal es el significado de la espiral inflacionaria...”.
En definitiva nos estamos refiriendo a que en las economías céntricas hay una plena utilización de factores y que las crisis no son propias de su sistema de funcionamiento sino que, por el contrario (de la misma manera que se ilustra en la teoría marginalista), las “complicaciones” llegan al sistema económico por efectos, shocks o agentes externos a su propia lógica (tal es el caso por ejemplo de la rigidez a la baja de los salarios, la elevada sindicalización, el gasto excesivo del Estado o, al igual que en la periferia, el crecimiento del consumo suntuario que no expande la capacidad productiva, es decir la oferta).
Al parecer, el mundo del centro homogéneo sería perfecto sin estas perturbaciones “externas” al sistema mismo, la crisis se manifiesta en un solo sentido que es a través de la inflación (de demanda) y, análogamente a las explicaciones brindadas por Ricardo, existe una tendencia intrínseca al estrangulamiento del beneficio (que trae consigo aparejados los problemas de reproducción y acumulación en el sistema). Como hemos visto en Prebisch existen dos alternativas a esta situación: la “mitigación” a través de la innovación productiva endógena (hecho que es contemplado pero con un pesismismo sobre su sustentabilidad); o como ya señalamos el traslado, por fuera de su propia lógica, a la periferia.
También existe una tercera alternativa que si bien el propio Prebisch reconoce como poco factible, creemos importante ilustrarla por su relación con el contenido conceptual marginalista del cual se vale el autor: “…Pues bien, dado el poder de la fuerza de trabajo sobrevendrá el alza de la remuneraciones y el empeño consiguiente de las empresas de proteger su excedente mediante una nueva elevación de precios. ¿Habrá forma de evitarlo? La espiral es, en verdad, la consecuencia de una confrontación de poder. La política monetaria sólo puede atenuarla si las consecuencias adversas de una restricción monetaria sobre el empleo debilitan el poder sindical y político de la fuerza de trabajo y el juego del mercado hace descender los salarios. Más aún, éstas tenderán a subir si, además de la incidencia del petróleo, actúan otros factores que llevan al alza de precios, entre ellos las consecuencias inflacionarias de los subsidios a desocupados y también de otros gastos fiscales (...) El problema podría resolverse momentáneamente si la fuerza de trabajo se abstuviera de compensar el alza de los precios con aumentos de remuneraciones (...) Los mecanismos de captación y retención del excedente respondían racionalmente a las exigencias dinámicas del sistema en una estructura social donde gravitaba sin mayor contrapeso el poder económico, social y político de los estratos superiores. Pero ha dejado de ser racional cuando por las mutaciones de la estructura social, se desenvuelve y afianza el poder sindical y político de la fuerza de trabajo, y se dilatan considerablemente los servicios del Estado…”. Como podemos extraer de esta cita, en la explicación de Prebisch acerca de las causas y manifestaciones de las crisis no se encuentran fenómenos tales como la contracción del producto, subutilización de capital, capacidad ociosa o desempleo; allí –en el mundo céntrico- operan las leyes de mecanismo autorreguladoras del mercado, y si no lo hicieren no es por fallas propias sino por factores “externos” a lo que dicta su dinámica “racional”.

2. El contenido sobre sus pies

2.1 Y al tercer día Raúl creó el (otro) mundo

El presente apartado posee una doble pretensión. Por un lado, explicitar la carencia de un contenido conceptual orgánico y propio en la obra de Prebisch y, por el otro, derivado de este ejercicio exegético, mostrar las principales consecuencias de este hecho en el marco de los problemas fundamentales que pretende abordar dicho autor. En particular creemos que será a la luz de evaluar las (ambiguas) posiciones del autor acerca de los conceptos fundamentales de la Economía Política, que podremos entender las contradicciones que se dan el seno de su pensamiento. A tales fines consideramos que nuestro punto de partida no puede ser otro que el del propio autor para luego, a través de este análisis, observar éste condiciona el resto de sus formas de expresión.
En la sección anterior hemos presentado brevemente lo que a nuestro criterio es el núcleo argumentativo de la teoría de Prebisch, ahora debemos preguntarnos por la consistencia de dicho núcleo. Como corolario del desarrollo, allí se afirma que la desigualdad entre centro y periferia es consecuencia de una determinada división internacional del trabajo que, bajo determinadas circunstancias, hace que en el intercambio mismo los frutos del progreso técnico no se expandan uniformemente. Pero, ¿no es este también el propio punto de partida de Prebisch? Revisemos este argumento.
Si postulamos axiomáticamente -es decir, antes de analizar específicamente la interacción dinámica entre los centros y las periferias- por un lado que los rendimientos derivados de la especialización productiva por sí mismos generan desigualdades y, de otra parte, también postulamos (a priori) que las economías periféricas se especializan en aquellas mercancías que relativamente requieren una menor cantidad de capital fijo –habiéndose postulado que este es el indicador que marca la medida del desarrollo- ¿qué es lo que podremos obtener como resultado al analizar efectivamente los movimientos y repartos del progreso técnico en el intercambio entre centro y periferia? Simplemente pretendemos mostrar la tautología por la cual la conclusión ya esta inserta en las premisas. En otras palabras, la diferenciación entre los ingresos medios de los centros respecto a la periferia no es consecuencia del movimiento y relación efectiva entre los mismos, sino que a través de dicho movimiento simplemente se refuerza la desigualdad ya postulada desde un principio.
Creemos que al establecer de antemano que, conforme a las características descriptas, las economías céntricas representan un uno ( homogéneo respecto al reparto de los frutos técnicos y heterogéneo respecto a su especialización) y a las economías periféricas lo múltiple (heterogéneo respecto al reparto de los frutos técnicos y homogénea respecto a su especialización), Prebisch (implícitamente) pone de manifiesto el carácter no esencial del polo periférico respecto al céntrico y, por lo tanto, es claro que al poner en juego dinámicamente estos dos polos, los resultados no pueden más que representar aquella no esencialidad o carácter derivado de la periferia. Los mecanismos de regulación y teoría del comercio internacional no se han modificado en lo más mínimo, por el contrario, es justamente su existencia la que (una vez añadidas determinadas características) posibilita la diferenciación.
Al respecto veamos que es lo que nos dice Prebisch “…es cierto que el razonamiento acerca de las ventajas económicas de la división internacional del trabajo es de una validez inobjetable. Pero suele olvidarse que se basa sobre una premisa terminantemente contradicha por los hechos. Según esta premisa el fruto del progreso técnico tiende a repartirse parejamente en toda la colectividad, ya sea por una baja de precios o por el alza equivalente de los ingresos (…) no necesitan pues industrializarse. Antes bien, su menor eficiencia les haría perder irremisiblemente las ventajas clásicas del intercambio (…) la falla de esta premisa consiste en atribuir carácter general a lo que de suyo es muy circunscrito. Si por colectividad se entiende sólo el conjunto de los países industriales, es bien cierto que el fruto del progreso técnico se distribuye gradualmente entre todos los grupos. Pero si el concepto de colectividad también se extiende a la periferia de la economía mundial aquella generalización lleva a un grave error…”.
Por tal motivo, es menester indagar en palabras del propio Prebisch acerca de cómo se han confeccionado estos polos. Es decir, cuál es su génesis y razones por las cuales unas economías se especializarían en actividades de baja productividad y otras en actividades de alta productividad. Confrontemos dos citas que quizás puedan ilustrarnos al respecto:
“Entre los países de América Latina hay algunos que han demostrado su capacidad de ahorro (…) pero este caso no es general, la formación de capital tiene que luchar contra una tendencia muy marcada hacia ciertas modalidades de consumo que muchas veces resultan incompatibles con un alto grado de capitalización (...) [continua en referencia a la especialización periférica] pero ello no significa que la exportación primaria haya de sacrificarse para favorecer el desarrollo industrial; no sólo porque ella nos suministra las divisas con las cuales adquirir importaciones necesarias al desenvolvimiento económico, sino también porque, en el valor de lo exportado, suele entrar en una proporción elevada la renta del suelo, que no implica costo alguno…”
“Gracias a la acumulación de capital que el excedente posibilita, la técnica ha penetrado en profundidad en los centros y, al absorber fuerza de trabajo de menor productividad de estratos inferiores. Ha ido atenuando espontáneamente en el sistema la competencia regresiva que impide a la fuerza de trabajo mejorar sus remuneraciones correlativamente a la creciente productividad...”.
De las dos citas anteriores podríamos derivar de una parte que la periferia es incapaz de aumentar sustancialmente su stock de capital fijo, dada su escasa capacidad de ahorro; de otra parte que esta escasa capacidad es consecuencia de los patrones de consumo imitativos de la clase capitalista de la periferia (respecto al centro), compensada y permitida en parte por la abundancia y calidad de un recurso que “no representa ningún costo” (la renta del suelo). Más allá de las digresiones acerca del rol que juega la renta de la tierra en la determinación de los precios, lo que pretendemos remarcar aquí (tomando las citas en su conjunto) es que las decisiones de qué, cómo y cuánto producir se hayan guiadas -tanto en centro como en periferia- conforme a la escasez o abundancia de capital, trabajo y tierra. Es decir se representa a la producción bajo el viejo postulado marginalista que explica este fenómeno conforme las ventajas relativas de determinadas dotaciones iniciales de insumos. Por lo tanto, en definitiva, si bien las leyes del pensamiento marginalista continúan vigentes en sus conceptos básicos como sistema general, las explicaciones que se brindan para mostrar su negatividad en la realidad periférica son absolutamente carentes de un contenido propio respecto al modo de producción capitalista. En efecto, de una parte se apela a que las desigualdades del intercambio capitalista devienen de la especialización técnica en distintos valores de uso (atribuyendo causas genéricas a un proceso especifico) y de otra parte, se argumenta que dicha especialización es consecuencia de la abundancia natural del “factor tierra” y de las pasiones y comportamientos subjetivos de la clase capitalista periférica.
Por otra parte, en tanto hemos visto que la periferia proyecta su realidad bajo los mismos parámetros de desarrollo económico de los centros y, además, bajo una óptica derivada de las leyes que operan en él; pasaremos a analizar la realidad y mecanismos que Prebisch dice que operan en dicho polo. En tanto creemos que el destino final (en tanto proyección) no puede más que en cierta manera determinar el camino a recorrer, debemos indagar sobre cuál es el sistema teórico que se supone como unidad conceptual de análisis. En otros términos: si establecemos como punto de llegada al desarrollo económico el “desarrollo hacia adentro” es de pensar que será ese mismo “bastón analítico” el que debería guiarnos en el tránsito hacia dichos fines. En última instancia lo que pretendemos mostrar es que uno de los principales problemas de la teoría del desarrollo económico estructuralista es que el mundo al que pretende ingresar la periferia -la unidad céntrica como representación inmediata entre forma y contenido- resulta inalcanzable de facto, dado que el propio prisma conceptual con el que se analiza dicho tránsito excluye la multiplicidad y heterogeneidad (rasgo que Prebisch presenta como especifico de la periferia en el comienzo de su exposición).

2.2 El Ahorro es la base de la fortuna…

En el apartado anterior hemos intentado mostrar cómo se articula el epicentro conceptual de relaciones entre centro-periferia en el sistema de Prebisch. Como hemos sostenido, entendemos que –aún de manera dispersa y contradictoria- el mundo de las apariencias de la realidad periférica se encuentra disociado del contenido conceptual que reclama para sí. En otras palabras, al poner como esencia y especificidad del polo periférico la pura evidencia de la diversidad y multiplicidad de su realidad frente a una unidad conceptual ajena a si misma (propia del polo céntrico), la periferia representa la pura negatividad de aquellas leyes que expresamente explican al centro (polo en el que sí se da la unidad inmediata entre apariencia y contenido explicativo).
En este apartado nos centraremos en mostrar cuales son las consecuencias “prácticas” de tal disociación. Es decir, como se manifiesta esta carencia en uno de los problemas fundamentales que intenta abordar Prebisch a lo largo de toda su obra: el tránsito y proceso de desarrollo que debe recorrer la periferia para transformarse en una economía céntrica. En tanto en la propia obra del autor se hace expresa referencia a que dicho tránsito esta mediado por las capacidades de acumulación de capital, exploraremos cómo y quién financia aquel incremento de capital por ocupado. Específicamente a través de tres categorías: la inversión, el ahorro y la distribución del ingreso.
El propio Prebisch relaciona directamente el problema de las periferias como un problema de insuficiencia en el nivel de ahorro agregado para financiar el nivel de inversión óptimo. Las razones de tal escasez se relacionan con a una riqueza que no derrama nunca por las pasiones subjetivas de la clase que posee altos ingresos o, en su defecto, a los excesivos gastos fiscales realizados del Estado sin una contrapartida virtuosa respecto al proceso de acumulación general. “…en la medida que quiera reducirse la necesidad del aporte exterior, supone un esfuerzo inicial de capitalización, que no se concilia generalmente con el tipo de consumo de ciertos sectores de la colectividad, ni con la elevada proporción del ingreso nacional, absorbida en varios países, por ciertos gastos fiscales que aumentan directa ni indirectamente la productividad nacional…”.
Siguiendo este argumento no es difícil inferir que las diferencias entre la acumulación de los centros respecto a la prefería reside en la masa total de ahorro que se traduce directamente a capital. De ello se sigue que: i) la acumulación de capital (y por tanto de la riqueza social) nace de la abstención de consumo y ii) que la masa creciente de ahorro se traducirá necesariamente en inversión y ella, a su vez, propiciará una acumulación de capital balanceada, acorde a las necesidades de la economía como un todo. Revisemos más de cerca estas concepciones.
No es difícil intuir que el contenido detrás de estas afirmaciones acerca de la periferia no es otro que el que sostiene la escuela marginalista, bajo una apariencia subjetivista que considera al todo como sumatoria de las partes. Han sido bastos los argumentos esgrimidos a lo largo de la historia del pensamiento económico en contra de estas concepciones. Desde Marx hasta Keynes han mostrado de una parte que el origen de la riqueza social lejos esta de ser una facultad atribuible a un proceso de abstención de consumo y, de otra parte, (aún relegando la problemática acerca del origen de la ganancia) en tanto los individuos realizan sus decisiones de consumo y ahorro de manera descentralizada, nada asegura que toda abstención de consumo se torne en ahorro y mucho menos que él mismo inmediatamente se transforme en inversión.
Como en el sistema de producción capitalista el aumento de la riqueza social se manifiesta a través del aumento de las capacidades productivas del trabajo, el capital es fruto de la ganancia que se genera en tal proceso de producción a través de la extracción de plusvalía. Sin embargo, queda claro que este fenómeno se presenta bajo su forma invertida, si bien posee un contenido eminentemente social, la apropiación de tal riqueza se manifiesta de forma individual. Esta última instancia es justamente de la que se vale Prebisch y, por ende, en el comportamiento individual es donde recalan las explicaciones Si en cambio consideramos los argumentos esgrimidos esencialmente por Keynes evidenciamos que el principal problema de los argumentos de Prebisch radica en la suposición de existencia de mecanismos de transmisión y autorregulación en el sistema capitalista. Conforme los objetivos de nuestro trabajo, haremos brevemente referencia al que consideramos central entre ellos: la (no) igualdad del ahorro con la inversión y los problemas derivados de la acumulación desbalanceada.
Siempre desde una óptica marginalista, la diferencia entre consumo y ahorro surge de una decisión respecto a cuándo realizar dicho consumo (en el presente o en el futuro). Dicha decisión esta regida por una variable (la tasa de interés) que conforme a la relación entre su magnitud y las valoraciones subjetivas de los individuos define la sustitución intertemporal del consumo. Sobre esta variable se basan tanto los oferentes como los demandantes de capital que realizarán las inversiones, de manera que al precio vigente todas las decisiones puedan efectuarse sin incompatibilidades o divergencias.
Es claro que detrás de este fundamento se encuentra la Ley de Say. Ahora bien, si consideramos el verdadero carácter social del dinero y su función de equivalente general, las conclusiones cambian radicalmente. En primera instancia, como ya fue anticipado, nada nos asegura que los individuos efectivamente traduzcan esa porción no consumida directamente al ahorro (en contextos de incertidumbre y en base a sus expectativas, podrían simplemente utilizar al dinero como reserva de valor y retirarlo de la circulación), y por otra parte, derivado de lo anterior, nada asegura que la porción final obtenida sea la efectivamente requerida por la sociedad en su conjunto o que se realice en las actividades económicas prolíficas en términos de sostenibilidad del proceso de acumulación en el tiempo. En cualquiera de estas situaciones, que hacen referencia únicamente a una crítica estrictamente individualista, la tasa de interés no funciona como mecanismo de regulación que compensa las proporciones y lleva a la acumulación de capital a su nivel “natural” (como gustan referenciar los economistas). En definitiva, en el capitalismo el acto de compra-venta de mercancías esta (necesariamente) disociado en el tiempo y nada asegura que estos efectivamente se realicen, con lo cual las posibilidades de crisis recurrentes en la valorización del capital, no depende de la voluntad o “despilfarro” de los individuos, sino que es algo propio del sistema de reproducción social en el que se desarrollan tanto centros como periferia.
No obstante estos comentarios, no creemos que Prebisch desconozca esta inconsistencia acerca de los mecanismos de autorregulación; sin embargo planteamos que no logra desligarse de ellos como contenido explicativo. Primero, porque asocia el problema de la acumulación con la carencia de ahorro (derivado del exceso de consumo presente) y segundo porque, al mismo tiempo -aún excediendo las explicaciones puramente subjetivistas- el tránsito propuesto como solución de los problemas estructurales que encuentra la periferia en su estructura productiva desbalanceada, posee contradicciones insalvables respecto del contenido teórico que lo sustenta. En tal sentido, reiteradamente Prebisch en sus escritos encuentra problemas específicos de la periferia en la interacción y autorregulación misma de las variables económicas. Tales explicaciones hacen referencia a una inadecuación de escala productiva, sea tanto respecto a la escasez o abundancia de los factores intervinientes en el proceso de producción (por el lado de la oferta) como a los niveles insuficientes de demanda agregada (distribución del ingreso). Pero al momento de establecer un sistema de leyes y causalidades la realidad periférica se resquebraja y cede, una vez más, a la tentación de la teoría convencional en el que la acumulación y el desarrollo están garantizados a priori.
Como ya hemos expuesto, el “karma” de la especialización periférica (y “derroche” de recursos vía consumo presente) esta asociado a la abundancia del “factor” tierra. A esto se añade la evidencia de que la producción de mercancías derivadas del uso de este “factor” es inherentemente menos “productiva” que la producción mercancías abundantes en capital fijo. Las razones brindadas no son otras que las características que pueden extraerse de la división social del trabajo en su esfera de técnica de producción de valores de uso. A decir, la periferia se ha especializado, por su propia extensión y sujeción a condiciones de valorización asociadas a factores naturales, en actividades que no poseen encadenamientos productivos virtuosos “hacia adelante y atrás” en términos de impulso total de la demanda agregada. Con lo cual de esta manera Prebisch da cuenta de una parte, del carácter menos productivo de la fuerza de trabajo en la periferia respecto al centro (dada relativamente la menor cantidad de capital físico que requiere la producción agrícola) y, de otra parte, del fenómeno de subempleo estructural, a nivel agregado, de la fuerza de trabajo (por los crecimientos absolutos de la mecanización del sector agrícola y la cantidad neta de la población económicamente activa). “Es posible que, dada la escasez de capital para absorber el sobrante de gente provocado por la mecanización agrícola, la economía de mano de obra se haya traducido en algunos casos en gente mal ocupada en la tierra o en las grandes concentraciones de población urbana (…) no se avanzará mucho en aumentar el nivel de vida de las masas que trabajan en el suelo (sobretodo en el suelo pobre de la agricultura secular) si no se elimina su población redundante con el progreso de la técnica y no se reabsorbe en actividades de productividad satisfactoria aquella parte que no sea necesaria en el trabajo de las nuevas tierras que se abren al cultivo…”.
De esta manera vemos que, si bien encontramos argumentos que hacen referencia al desempleo (o subempleo) de la fuerza de trabajo en la periferia como un fenómeno ajeno a la voluntad misma de los trabajadores, la especificidad misma del fenómeno no reside en el proceso de producción en su acepción social, sino por el contrario, en última instancia esta asociado a la rama misma de generación de valores de uso y las condiciones naturales geográficas donde aquella producción se desenvuelve. En otras palabras, el desempleo en la periferia es “natural” porque aquella economía se especializada en producir mercancías abundantes en el factor tierra. Nuevamente, creemos que se propone como explicación la forma que tal fenómeno toma en la periferia, y no se reconoce el contenido por el cual el desempleo (aparte de ser involuntario) es una forma por la cual el capitalismo resuelve sus crisis de valorización. Sin embargo, creemos que los problemas más severos en la teoría de Prebisch no devienen de aquí, sino del rol que le atribuye a la fuerza de trabajo en el proceso de acumulación y su interrelación con la distribución del ingreso. Aquí creemos retornan los viejos fantasmas del contenido proyectado y aplicado a los centros.
Prebisch se encuentra ante un “bucle” creado por él mismo: la paradoja acerca del tránsito y transformación de la matriz productiva. Habiendo distinguido, en su criterio, que la periferia se encuentra atada a la producción de valores de uso agrícolas, mientras que la especificidad de los centros es su especialización industrial, la pregunta central reside en cómo transformar “hacia adentro” aquello que desde su nacimiento ha sido “hacia afuera”. En tanto, hemos visto que el diagnóstico (desde el lado de la oferta) parte de una insuficiencia de ahorro, el mismo Prebisch entiende que allí no se agota el problema. Primero apelemos a la forma, para después develar el contenido oculto de tal “bucle”.
Bien sabe el autor que la transformación de la estructura productiva no se da de un día para el otro, se requiere tiempo y, por sobre todas las cosas, un aliento y apoyo deliberado a determinados sectores en detrimento de otros a fin de cambiar la lógica inercial de las economías periféricas. En uno de los trabajos citados hemos visto que Prebisch encuentra como solución plausible a la inversión extranjera directa en tanto shock exógeno capaz de “romper” con aquella lógica de escasez de capital. En la visión del autor ella -además- sería capaz de generar encadenamientos indirectos virtuosos que, con el correr del tiempo, lograrían la ansiada transformación. No es el objetivo del trabajo mencionar los efectos sobre una economía local de la Inversión Extranjera Directa (IED); no obstante, es necesario mencionar que, aún considerando la asociación de falta de inversión a escasez de ahorro (como hace el autor), nada asegura que las ganancias de la IED retornen al proceso productivo vía una mayor expansión de la capacidad productiva y, por otra parte, aún si lo hiciese nada asegura que tal financiamiento no sea con el propio ahorro generado por la economía domestica. Si este fuera el caso, la inversión de la IED reduciría aún más el escaso ahorro generado en el territorio nacional. Ergo, el problema de una transformación endógena (es decir “hacia adentro”) lejos de solucionarse se agravaría. Pero el mismo Prebisch en el transcurso de su obra ha relativizado los efectos positivos de la IED sobre la economía periférica, por lo cual nos enfocaremos principalmente de los actores “internos” y sus roles en la transformación productiva.
Aún considerando el problema del tiempo como factor a tener en cuenta (y habiendo descartado toda posible injerencia exógena -vía IED o crédito externo- nos topamos con que en el proceso de transición los sectores -incipientemente alentados- no poseen niveles de productividad internacional (tal que sean capaces de competir con los centros ya especializados en tales mercancías). Por lo tanto la producción de dichas mercancías -para devenir en futuras ganancias que hagan rentable su producción- debe contar con al menos una condición y dos posibles destinos. Claro está que la condición sine qua non es que dicha producción debe ser protegida de la competencia externa (vía aranceles diferenciales, por ejemplo). Prebisch no encuentra problemas en ellos ya que en su artículo “El desarrollo económico de América Latina y algunos de sus principales problemas”, hace referencia a la tendencia a la reducción mundial del comercio internacional como una oportunidad que se debe aprovechar. No consideramos este hecho como explícitamente problemático (dado que refiere a una determinada coyuntura particular y nuestra intención es mostrar la contradicción fundamental que excede aquel particular). Los problemas vienen en el análisis e interacción entre la acumulación (de capital productivo) y el rol de la demanda como “salvavida” de los sectores incipientes.
A partir de tal necesidad es claro que para que la oferta encuentre asidero debe existir un determinado poder de compra en la misma periferia. Pero he aquí que, de una parte, la clase capitalista posee patrones de consumo imitativo de los grandes centros (con lo cual no es factible que el diferencial de producción sea absorbido por ellos) y, de otra parte, en tanto los bajos niveles de productividad del trabajo y el fenómeno de subempleo de la fuerza de trabajo, los salarios reales en la periferia son reducidos como para captar dicho incremento. ¿Cómo salir de este círculo? Tanto Prebisch, como algunos de sus principales continuadores han presentado como solución una vía distribucionista del ingreso a favor de la clase trabajadora para que de esa manera aumente su demanda efectiva y a través del efecto del multiplicador en periodos próximos, sea aquella demanda la que determine el producto total y de allí los niveles de inversión y empleo crecientes.
Ahora bien, no es necesario “forzar” demasiado los argumentos para darnos cuenta que esta visión “distribucionista” en donde la inversión es propulsada por la demanda se lleva de “patadas” con la anterior concepción presentada en donde la inversión es función directa de la abstención de consumo. La contradicción en el marco de Prebisch es evidente: la mayor distribución del ingreso a través de un incremento del salario, en el marco de la igualdad entre ahorro e inversión, produce exactamente el mismo efecto que un incremento del consumo suntuario capitalista a decir: la disminución del ahorro y, por lo tanto, de la inversión. Supongamos por un segundo que alcanzamos ese estadio de economía “autosuficiente”, en cualquier caso la misma insipiencia que en un primer momento rige para la oferta, también es válida para la demanda, la reducida extensión del mercado y de medios de transporte y comunicación (que hacen operar con costos crecientes de comercialización) hacen operar al mercado interno de la periferia bajo mayores condiciones de incertidumbre, que a su vez retroalimentan los márgenes de retorno pretendidos para poner en marcha la producción, que a su vez nos llevan nuevamente a la vieja contradicción no resuelta de necesidad de una distribución regresiva respecto a la clase trabajadora. Volvemos al punto que inicialmente partimos: la inconsistencia entre la apariencia y su contenido explicativo. ¿Cómo intenta solucionar Prebisch este problema?
Nuevamente la introducción de un agente “exógeno”: el Estado como ente que “aceita” los mecanismos que no muestran una unidad conceptual. No debería extrañarnos esta postura si recordamos que la realidad periférica en la teoría de Prebisch es simplemente una proyección negada de la realidad céntrica. La “intervención” del Estado en el proceso de desarrollo de la periferia se justifica como “factor de corrección” de la ausencia de libre ajuste. Pero en la medida que el sendero de desarrollo “autosustentado” se torne una realidad la figura del Estado debería cerrarse sobre sí y limitarse a las funciones básicas ya expuestas en la teoría económica neoclásica. Una vez más vemos que esta disociación entre forma y contenido es el que mostrará las contradicciones del rol del Estado en la periferia. En palabras del propio Prebisch “…[acerca de la aceleración del crecimiento] no observamos que pueda cumplirse en tiempos cercanos si el desarrollo económico se deja librado al curso espontáneo de las fuerzas de la economía. La aceleración del ritmo de crecimiento tiene que ser objeto de medidas deliberadas, en las cuales confluyan decisiones nacionales...”. Sin embargo, en el trabajo republicado en 1986 encontramos una concepción, a nuestro criterio, diametralmente diferente respecto a la ciencia económica en general y al papel del Estado en particular: “…si en donde la productividad es alta y la acumulación de capital considerable, el crecimiento de la cuota de gastos fiscales es objeto de preocupación, mayor ha de serlo en países en los cuales se requiere destinar el ahorro una parte apreciable del ingreso nacional. Pues el ahorro es necesario para conseguir el incremento de la productividad (…) en el fondo estamos en presencia de un problema de valoración de necesidades. Los recursos para satisfacer las enormes necesidades privadas y colectivas de América Latina son relativamente estrechos; y el aporte posible del capital extranjero es también limitado. Hay, pues, que valorar esas necesidades en función de la finalidad que se persigue, a fin de distribuir esos recursos limitados en la forma más conveniente…”.
Creemos que se extrae claramente de una parte el carácter contradictorio entre estas dos posturas y, de otra parte, tal como venimos sosteniendo a lo largo de todo el trabajo, creemos que esa contradicción no es otra cosa que la manifestación de asumir como unidad de análisis una impropia transición entre apariencia y contenido supuesto. Esto se evidencia una vez más al observar que Prebisch asume que lo mecanismos de inflación en la periferia vienen por un exceso de demanda de aquél agente que él mismo postula como necesario para encausar el proceso de acumulación en la periferia, “…el Estado no tarda en compartir, mediante el impuesto, una parte apreciable de las ganancias inflacionarias del empresario. Como quiera que fuere, la dilatación de los gastos fiscales, consecuencia de aquella participación, planteará un problema no menos serio que los otros, cuando desaparezcan los beneficios inflacionarios y se imponga la necesidad de correlacionar adecuadamente los sueldos y salarios que paga el Estado con el costo de la vida, con riesgo evidente de que se eleve de nuevo la proporción del conjunto de gastos fiscales en el ingreso total, en perjuicio de la formación de capital…”

3. Breves reflexiones acerca del vínculo entre contenido y forma (fundamentalmente exegéticas).

A lo largo del presente trabajo hemos intentado mostrar lo más fielmente el contenido teórico implícito en la obra de Raúl Prebisch. Nuestras conclusiones lejos de establecer un punto de llegada han ido en dirección a una re-exposición necesaria de sus argumentos en torno al punto de partida de la unidad de análisis y las consecuencias que de él se derivan.
Particularmente hemos mostrado que uno de los errores del esquema explicativo centro-periferia es que la diferenciación de aquellas realidades no se produce en el tránsito dinámico de la relación misma, sino que la desigualdad ya se encuentra supuesta apriorísticamente (siendo luego la dinámica una simple confirmación y exaltación de aquellos que ya estaba en un principio). El contenido que resulta de este proceder es la incapacidad de dar cuenta científicamente del devenir y desarrollo diferenciado de los países desarrollados respecto a los sub-desarrollados; cayendo comúnmente en explicaciones de índole “cuasi-genética” respecto a los comportamientos de los empresarios y terratenientes, en vez de analizar la forma concreta que ha adoptado el proceso de acumulación de capital en los diferentes territorios.
Esta conclusión lejos de ser simplemente un “error” teórico, es una “carga” con la que el autor arrastra a lo largo de toda su obra y que además determina el tránsito mismo del sendero de desarrollo establecido para que una economía periférica se transforme en una céntrica. En efecto, la suposición de un polo no esencial en el marco de la relación centro-periferia de una parte nos lleva al absurdo de concluir que la realidad céntrica puede ser en si misma (sin necesidad de interacción con la periferia) y, de otra parte, ahora desde el prisma periférico, a interpretar su realidad únicamente como una negación de los mecanismos que efectivamente operan en el centro. En definitiva, la conclusión no puede ser otra que la escisión entre la realidad y un contenido –transformativo- común que sea capaz de albergar la unidad en la diferencia.
Consideramos que esta carencia a la que hacemos referencia se manifiesta en cada una de las categorías que el autor intenta analizar. Específicamente ello conlleva a una confusa y dual concepción de la determinación de los precios y del origen de la ganancia así como el contradictorio rol de la inversión y la distribución del ingreso en la acumulación de capital
No obstante, más allá de aquellas dualidades teóricas, hemos hallado en el propio Prebisch significativos aportes que consideramos específicos de la realidad Latinoamérica y Argentina en particular: el equivocado direccionamiento de los fondos “extraordinarios” provenientes de la renta de la tierra y la estructura misma en que se desenvuelve el sector industrial son las verdaderas causas de un funcionamiento económico basado en ella que se diferencia de las economías céntricas sostenido en la producción de plusvalía relativa. A partir de allí, y dado que no se ha logrado enmarcar estas ideas bajo un contenido consistente, los países siguen dejando al mercado la determinación de su forma de acumulación, por ende, las consecuencias sociales que preocupaban a Prebisch siguen hoy vigente en América Latina, y agravadas en nuestro país.
Por su parte, habiendo hecho una necesaria re-exposición del anterior aporte que consideramos relevante en el autor, también hemos mostrado que estos incrementos de la plusvalía relativa no son incompatibles con la “normal” valorización del capital del sector agrario ni con incrementos sostenidos del salario real de la fuerza de trabajo. Claro que esto implicaría una nueva re-definición del rol del Estado en el tránsito del proceso hacia el pleno desarrollo de las fuerzas productivas, en el cual, lejos de entrañar el papel de “rueda de auxilio” o ente exógeno al proceso de valorización, resultaría ser el motor mismo de su direccionamiento.

Kodric, Alexander; Graña, Juan M.. "El capital bajo su forma latinoamericana, crítica a la economía estructuralista". La revista del CCC [en línea]. Enero / abril 2011, n° 11. [citado 2011-05-19].

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