Descalibrados

 

El saldo concreto en la cuestión económica de la conferencia de prensa que lideró Marcos Peña fue el reconocimiento del fracaso oficial en materia inflacionaria. La modificación de las metas anunciada por Nicolás Dujovne, en teoría definidas por el Banco Central aunque anunciadas por el Poder Ejecutivo, un día después de la aprobación del Presupuesto 2018 que tiene anotada otra previsión de la tasa de inflación, es una derrota conceptual y política para el hoy devaluado presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger.

Verano verde: demanda de dólares fue la mayor en 15 años

 

El verano terminó con la mayor demanda de dólares, a través de bancos, de los últimos 15 años. El tipo de cambio bajo, las vacaciones en el exterior y una leve incertidumbre, que generaron el efecto Donald Trump -en el exterior- y el rebote de la inflación -a nivel local-, llevaron al público minorista a volcarse en masa a la compra de billetes por ventanilla y por homebanking, como no lo hacían desde hace más de una década.

La muerte del M3

“El sector financiero ha redefinido la democracia con afirmaciones de que la Reserva Federal debe ser ‘independiente’ de representantes democráticamente elegidos, a fin de actuar como el lobista de la banca en Washington. Esto exime al sector financiero del proceso político democrático, a pesar de que la planificación económica actual está ahora centralizada en el sistema bancario. El resultado es un régimen de manejos entre poseedores de información privilegiada y la oligarquía”

Michael Hudson

Una corrida cambiaria muy PRO

No fue el final del primer semestre soñado por el Gobierno, aunque las autoridades económicas busquen restarle dramatismo a la corrida cambiaria del jueves 30 de junio, la primera que enfrenta la gestión de Cambiemos. Ese día, el Banco Central debió vender 532 millones de dólares de las Reservas Internacionales para contener la presión compradora, que operó un nivel récord en los últimos cinco años al superar los 1100 millones. Lo peor es que la corrida cambiaria –que la conducción económica se empeña en negar– no se disipó, porque hay razones para suponer que seguirá la presión sobre el dólar que tiene protagonistas conocidos: los principales bancos de capital extranjero que operan en el sistema. Y no son sólo ellos. Del otro lado, la capacidad de contención dista de ser infinita: el Banco Central apenas cuenta con reservas operativas (en billetes disponibles para salir a vender dólares en el mercado) por 3100 millones de dólares. Es el equivalente a la demanda de tres días de operaciones como el jueves, o a seis días de intervenciones como la que ejecutó en esa jornada la mesa de dinero del Banco Central.

La fragilidad de la abundancia de dólares

Los últimos años del Gobierno kirchnerista se caracterizaron por una batería de medidas para “cuidar los dólares”. Sucesivas agudizaciones del cepo cambiario, controles de capital, restricciones a las importaciones, gradual devaluación del tipo de cambio oficial, desdoblamiento con el “dólar blue” y créditos externos tomados por el BCRA fueron los mecanismos usados para intentar evitar la salida de reservas internacionales. Esto no es nuevo en Argentina: la restricción externa (la escasez de divisas) ha sido la maldición que ha fundado las bases de la mayoría de las crisis de los últimos setenta años. Pero el Gobierno macrista parece haber dejado atrás esas preocupaciones. ¿Por qué la restricción externa desapareció de la agenda del Gobierno?

La naturaleza política y económica de la alianza Cambiemos

Los resultados de las últimas elecciones presidenciales produjeron no sólo un hecho sorprendente sino inédito porque por primera vez en la historia moderna del país los sectores dominantes accedieron al control del Estado mediante un partido propio y el voto ejercido democráticamente. De esta manera quedó atrás la necesidad de estos sectores de tener que recurrir al “fraude patriótico” como en la década de 1930 o a los golpes de Estado llevados a cabo por el partido militar desde el derrocamiento del peronismo en 1955.

Se trata de un resultado coherente con las nuevas formas de condicionar la política estatal que surgieron en la década de 1980 durante la postdictadura en el marco del nuevo patrón de acumulación basado en la valorización financiera del capital.