Día del Petróleo argentino: ¿celebración o velatorio? - Qué tipo de industrias petroquímicas conviene promover a la Argentina

Realidad Económica 186 [b]Adolfo Dorfman[/b] [i]El tema del desarrollo de la industria petroquímica en la Argentina, y de su futuro, por su naturaleza y los factores tecnológicos y económicos que se conjugan, es amplísimo. El autor aborda en este artículo sólo algunos aspectos acotados que considera cruciales.[/i]

Los comienzos
El 13 de diciembre último se cumplió otro aniversario del descubrimiento de petróleo en Comodoro Rivadavia en 1907.

En el afán privatizador se malvendió YPF a una empresa extranjera -que es parcialmente estatal- y no es éste el único caso. La aeronavegación y el sistema eléctrico vienen a la mente.

A modo de nota recordatoria, es necesario apuntar que aquel descubrimiento sería pronto seguido por la creación de una empresa estatal (YPF) dirigida por Enrique Mosconi. Los grandes monopolios petroleros extranjeros -que operaban en muy pequeña escala en el noroeste argentino- consideraron que ese antecedente de acción estatal independiente era razón suficiente para incitar al ala derecha del ejército argentino a derrocar el gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen, sobreviniendo el nefasto 6 de septiembre de 1930. Concluye así un largo ciclo de gobiernos legítimos y es seguido por más de medio siglo de levantamientos militares.

La visión de los monopolios petroleros resultó profética, porque casi todos los países sudamericanos tomaron a YPF como modelo para crear sus propios organismos estatales. El caso de México es algo distinto, porque se inspiró en los principios de Lázaro Cárdenaas en el sentido de que el estado debía poseer las actividades clave para el desarrollo económico. Las acciones de PEMEX no pueden ser ajenas a la autoridad que desarrolla YPF en el otro extremo del continente americano.

La desidia política (o más propiamente 'insidia') ha desparramado por América latina numerosos técnicos argentinos dedicados desde la exploración hasta la comercialización del crudo y sus derivados, paasando por todas las operaciones intermedias. En mis frecuentes visitas a países latinomericanos me tocó en suerte encontrarme con ellos desde México hasta el Brasil y el Uruguay, además de los países andinos.

Esa dispersión conlleva una injustificada pérdida de talentos nacionales y la imposibilidad de consolidar una estructura que asegure la consistencia del plantel tecnológico. Su validez fue demostrada varias veces al originarse procesos o productos en la Argentina antes que en otros países.

Recordemos, a propósito del Brasil, que ese país dedicó durante largos períodos importantes porciones de sus ingresos por exportaciones a la adquisición de derivados, primero y, luego de la multiplicación de refinerías nacionales, al petróleo crudo. Ahora produce más que la Argentina y amplía sus fronteras a las zonas mar afuera. Además, siempre sediento de nuevas fuentes, concentra la casi totalidad de nuestras exportaciones de gas natural, que igualan el consumo nacional interno.

Al mismo tiempo nuestras reservas de gas natural han mermado y no se mantienen en niveles compatibles con el crecimiento de la demanda externa. En esas condiciones, al seguir aumentando la demanda exterior -a cuyo cumplimiento obligan los contratos - pueden ocurrir desabastecimientos internos. Esperemos que no sea así.
Han circulado versiones de que en la región Noreste del país, extendiéndose a importantes áreas en el Brasil, a grandes profundidades debajo de espesos mantos graníticos, se hallaría una rica "cuenca pampeana". De cumplirse esas expectativas, cuando los avances tecnológicos lo permitan y lo justifiquen los precios del crudo, se abrirían allí inconmensurables horizontes para la incorporación de nuevos depósitos.

A propósito, conviene mencionar la falacia de las predicciones pesimistas de que nos encontramos ante un posible pronto agotamiento de las reservas mundiales en cuestión de seis u ocho años. Veamos si en efecto es así. Si uno se toma el trabajo de revisar las estimaciones publicadas en prestigiosas revistas del sector, tal como el Oil and Gas Journal de los Estados Unidos, se va a encontrar con que las ediciones de 1940, 1950, 1960, 1970, 1980, 1990 y 2000 hablaban de períodos similares en cada caso. Indudable absurdo frente al crecimiento de la demanda mundial en esos períodos.

¿Cómo se explica esa aparente incongruencia? Muy simplemente, ya que tal era la posibilidad de acuerdo con las tecnologías existentes y los precios del crudo y, consecuentemente, variaban con el transcurso del tiempo. A ello se suma un factor de índole jurídico-impositiva. Al menos en Estados Unidos las reservas "probadas" se consideraban patrimonio neto de las empresas, y de allí pasibles de impuestos.

¿Para qué, pues, asegurar reservas por períodos más largos? Las reservas probables eran inmensamente superiores, y aún más las potenciales que debían aguardar su turno para figurar en las estadísticas.

En la Argentina el parcelamiento del negocio de gas natural en tres áreas concesionadas a diferentes empresas -que estaba unificado en una sola antes de la privatización- hace difícil o imposible una fructífera intercomunicación.

Antecedentes latinoamericanos
Es el lugar para mencionar que, estando quien escribe a cargo en la CEPAL del estudio de recursos naturales, se crearon varias comisiones en ese campo. Entre ellas, la Comisión latinoamericana de empresas estatales de hidrocarburos, que celebró varias reuniones y propició el intercambio de experiencias ténicas entre su personal. Está demás decir que fue víctima temprana de la avalancha desestatizante.

Digamos también que aproximadamente un 5% del comercio argentino de exportación y otro tanto de importación, corresponden a hidrocarburos. Pero mientras el primero padece de una acentuada primarización, en la segunda figuran productos con muy superior valor agregado.

En relación con el financiamiento, cabe recordar que desde hace muchas décadas el Banco Mundial y el BID prestaron muchos miles de millones de dólares a los gobiernos latinoamericanos para la infraestructura, descollando las obras hidráulicas de uso múltiple. El ejemplo de Yacyretá ilustra el fracaso de esos emprendimientos en algunos casos y, consecuentemente para la Argentina, la ineptitud para comparar otras opciones antes de embarcarse en costosos endeudamientos externos (existe una solución que consiste en una oferta equivalente al volumen de Yacyretá, en el aprovechamiento integral de la cuenca del Río Negro que es argentina en toda su extensión, desarrollo que nunca se encaró, pese a que existe un informe oficial del autor desde comienzos de la década de los '60)
Para préstamos a empresas privadas, el Banco Mundial creó una filial específica que llegó a conceder dinero a algunas industrias; pero nunca a empresas petroleras, caso ése reservado a los grandes consorcios transnacionales y monopólicos.

Conviene recordar que, a raíz de la ley antitrust de los Estados Unidos a fines del siglo XIX, los colosos petroleros tuvieron que dividirse en grupos. Los contactos no se perdieron nunca en la base, pero recientemente el imperio del neoliberalismo permitió la reunificación en pocos grandes pulpos.

¿Qué tipo de industrias petroquímicas conviene promover a la Argentina?
La respuesta a ese interrogante básico para la fijación de políticas no parece preocupar a las autoridades nacionales argentinas. El caso se agrava en algunas provincias con futuro promisorio en depósitos de gas natural. Como ejemplo, recordemos que en fecha reciente el gobierno del Neuquén prolongó considerablemente el período de concesión a Repsol-YPF en un importantísimo yacimiento, sin beneficios aparentes para la provincia.

Además, el despilfarro de nuestros recursos conocidos de gas natural (las ventas al exterior -sobre todo al Brasil- igualan el volumen de consumo interno) se manifiesta en la falta de reposición del recurso con ritmo adecuado, base indispensable de formulación de políticas para el sector. Es sabido que la exploración es el factor clave y allí -pese a grandes avances tecnológicos y el consiguiente abaratamiento- se precisan grandes inversiones cuando se llega a la exploración en el terreno.

En todos los países del mundo, siguiendo la onda privatizadora, se puso en práctica en los sectores de la sociedad el proceso de traspaso a manos privadas, como se recordó al comienzo de este artículo, pero en ninguno con la prisa, desprolijidad y perseverancia de la Argentina.

Respecto de la industria petrolera, podemos citar los ejemplos del Brasil y México, donde también en ese campo se practicó la privatización. Pero en tiempos dilatados, a diferentes empresas y conservando el estado una cuota de decisión en la política.

El tema del desarrollo de la industria petroquímica en la Argentina, y de su futuro, por su naturaleza y los factores tecnológicos y económicos que se conjugan, es amplísimo. En lo que a mí concierne, sólo quiero abordar, acotados, algunos aspectos que me parecen cruciales y que la engloban.

En vista de que se cuenta con varios proyectos que utilizan nuestro gas natural, parece oportuno interrogarse acerca de qué tipo de industrias petroquímicas convienen a la Argentina.

Creo que sería correcto caracterizar la industria petroquímica nacional como poco desarrollada, focalizada en un número reducido de productos, insuficientemente integrada y de muy escaso peso relativo en el conjunto industrial, cualquiera sea el parámetro con que se mida. Esto resalta particularmente cuando se la compara con actividades similares en muchos otros países del mundo. Sin embargo, en vista de los recursos naturales que posee y la variedad de nichos de mercado que podría llenar, su porvenir, en cierta escala, parece promisorio. Se cuenta naturalmente con un mercado regional en expasión para ciertos productos.

Existe un número considerable de propuestas y proyectos en carpeta cuyo monto conjunto alcanza a varios miles de millones de dólares de variadas localizaciones geográficas y para diferentes productos finales. La primera pregunta que surge es evidente: ¿por qué razones se manifiesta este interés entre las grandes empresas internacionales para establecer bases de abastecimiento en la Argentina, país que no parece reunir ventajas competitivas en ese campo?, ¿qué alicientes encuentran, qué franquicias se otorgan a los inversores para interesarse en ese tipo de emprendimientos en un país que, si bien tiene yacimientos de hidrocarburos, no es petrolero en el sentido en que lo son los tradicionales productores, desde el Golfo hasta América latina? Nuestro petróleo es relativamente escaso, con baja extracción por pozo y no muy barato. Súmese a lo anterior su alejamiento de los principales centros de consumo y un ingreso tardío en una actividad ya establecida en el mundo.

Parece que la política aperturista y de desregulación fue un requisito previo indispensable. Pero se impone analizar los otros factores que inclinan la balanza a la hora de decidir. Ignoro la magnitud y el carácter de las desgravaciones impositivas o facilidades financieras que pudieran acordarse y que podrían explicar la elección del lugar. No debe descartarse la oferta de precios (directa o indirectamente subsidiados) de los principales insumos. De igual modo podrían incidir señaladamente tecnologías de punta de última generación. Por otra parte, es dable pensar también, acaso, en otro factor que compensara la diferencia de costos. Me refiero a una suerte de "seguro" de abastecimiento, noción que me fue sugerida hace tiempo por un experto en petróleo de Estados Unidos al referirse a la producción petrolera en zonas alejadas de áreas que podrían ser afectadas por conflictos bélicos. Eso explicaría el interés en desarrollar una importante actividad en países como, por ejemplo, Venezuela. Son muchos los factores que entran en la decisión empresaria, no todos cuantificables desde afuera.
No cabe duda de que, tratándose de los grandes volúmenes de producción que se proyectan, el consumo interno sólo abarcaría una muy pequeña proporción, destinándose el grueso al comercio exportador. La producción de fertilizantes nitrogenados, de interés prioritario para un país agrícola como el nuestro, constituiría un caso de excepción. A ese respecto, téngase en cuenta que la energía eléctrica requerida para los procesos (como la separación del nitrógeno del aire) es un insumo importante. De allí que un requisito previo decisivo sea que la planta se instale en las inmediaciones de una importante central de generación de ese fluido a distancias económicas de ésta para obtener suministro a precios convenientes.

También cabe mencionar la fabricación local de ciertos insumos industriales intermedios, que permitan sustituir ventajosamente las actuales importaciones.

Quiero destacar algunos otros puntos. Uno se refiere a la mano de obra. La petroquímica es muy capital intensiva y, si bien emplea una masa importante de trabajadores en su etapa de construcción, los adelantos tecnológicos permiten que su operación se haga con personal reducido.
Como se dijo, en esto se asemeja a otras actividades de similares características; así resulta una altísima inversión unitaria por puesto de trabajo permanente, dentro de cuyo número es muy probable que sólo una proporción minoritaria provenga y sea cubierta por argentinos. De allí que su contribución para aliviar nuestro desempleo sea insignificante.

En cuanto al equipamiento de la planta provendrá, sin duda en su mayor parte, de fuentes extranjeras y ha de ser poquísimo lo que se adquiera de esa categoría de bienes, que exhiba procedencia nacional. Con esa carencia desaparece su eventual dinamismo dentro de la estructura industrial del país que beneficiaría esas ramas estratégicas.

De tal suerte, la futura instalación de plantas petroquímicas, por un lado generará ingresos de divisas vía exportación. Pero por el otro, significa egresos en la etapa constructiva y seguramente (a colocar en el pasivo del balance de pagos) remesas prolongadas al exterior a cuenta de pagos de regalías, eventual asesoramiento exterior y giros de beneficios. Habrá superávit en el balance comercial, pero no es aconsejable perder de vista los factores que se mencionan, cuya incidencia en niveles generales queda evidenciada analizando decenios recientes en la Argentina.

Esas características son compartidas con otras industrias establecidas en nuestro país, como la siderúrgica o del aluminio, con el agravante de que, en estos últimos casos, los insumos materiales son importados.
Otro punto que debe mencionarse es que esas industrias ocupan en la etapa constructiva a centenares de trabajadores. Cuando entran en funcionamiento, basta un puñado de técnicos y unos tableros electrónicos. De tal modo se incurre en falsedad cuando se ensalza su capacidad para generar empleo. Esta es eminentemente temporaria. En las grandes obras hidráulicas de uso múltiple se hace necesario construir pueblos para millares de personas, entre las que las destinadas al personal técnico suelen convertirse en alojamiento turístico en el futuro.

Pero volvamos nuevamente al tema del título y aclaremos que nos vamos a referir a la industria de insumos, primera fase en la cadena que, partiendo de la materia prima (gas natural en este caso), generalmente se construye en gran escala de producción en volumen.

Me interesa mencionar también la importancia que asume un planeamiento (o al menos una concepción) de conjunto de las sucesivas fases de la industria petroquímica integrada (insumos básicos, los intermedios y los productos finales de consumo), con el objetivo de abaratar los costos y evitar o reducir al mínimo los desfasajes en la instalación, que redundan en períodos de capital ocioso. Evidentemente se trata de una tarea prácticamente imposible, por la gran variedad de plantas y empresas que involucra, pero es previsible que el mero enunciado ayudará a mejorar el desempeño empresarial. A ese respecto, el polo petroquímico de Bahía Blanca adquiere gran relevancia porque, en sus comienzos, la Universidad Nacional del Sur jugó un papel fundamental. Todo eso es historia pasada.

La industria petroquímica, sobre todo algunas de sus ramas fundamentales, es eminentemente "cerebro intensiva" en cuanto su desarrollo depende de los adelantos científicos y tecnológicos. De allí se desprende el interés que debería evocar en nuestro país, por priorizar el conocimiento, en nivel universitario y de posgrado en las disciplinas concurrentes en ingeniería, química y economía.

Como punto final, relacionado con lo que antecede, quiero destacar la importancia de promover zonas o polos petroquímicos, por encima de industrias aisladas, como instrumento de desarrollo, con activa participación de la universidad a manera de "cerebro central", como el caso mencionado de Bahía Blanca, estructura que fue ahora desbaratada.

Enero 2002.

Compartir en