“Desde 2008 buscan destituir a este gobierno”

Entrevista a Mario Rapoport por Julián Blejmar
Para el reconocido economista e historiador, el actual gobierno afecta los intereses de los sectores de poder, que no se resignan a perder el control del Estado. Critica del Gobierno su falta de ruptura con algunas políticas precedentes, así como el “amiguismo” a la hora de sus convocatorias.

Su licenciatura en Economía Política por la Universidad de Buenos Aires y su doctorado en Historia por la Universidad de París I-Sorbona le posibilitaron una más aproximada visión a la “edificación”. Y es que según afirma Mario Rapoport a Miradas al Sur, “coincido con el filósofo alemán Edmund Husserl, quien señala que cuando uno ve un edificio, suele verlo desde un determinado punto, pero un abordaje multidisciplinario posibilita observarlo en sus diferentes vertientes, desde afuera, desde adentro, en su sistema de cañerías, o la construcción de sus techos. En los procesos sociales sucede lo mismo, se pueden ver desde distintas disciplinas, desde la política, la economía, la historia, pero cuando todas confluyen en una mirada global, es posible por ejemplo distinguir entre fenómenos coyunturales y estructurales, todo lo cual permite tener una visión más aproximada, aunque nunca exacta”.

Profesor emérito e investigador de la UBA y del Conicet, miembro del Grupo Fénix de economistas, y con diversas distinciones en su haber, entre las que se destacan el premio Bernardo Houssay a la Investigación Científica y Tecnológica, el James Alexander Robertson Memorial de la Asociación de Historiadores de Estados Unidos, y el José María Rosa del Instituto Manuel Dorrego, Rapoport ha escrito más de cuarenta libros donde plasma su particular mirada que combina la historia, la política, la economía, y las relaciones internacionales. Afirma, incluso, que en muchas oportunidades las conclusiones realizadas fuera del análisis multidisciplinario pueden obedecer a “intereses determinados”, ya que “son en muchos casos interpretaciones sesgadas, como las que analizan a los fondos buitre desde el aspecto meramente jurídico, afirmando que existe un pagaré y nuestro país está obligado a cumplir. Al margen de que incluso jurídicamente esto no es así, un verdadero análisis del fenómeno no puede obviar las relaciones de poder históricas y estructurales, y la forma en que ellas fueron conformadas. Evaluar los procesos desde los límites de una sola disciplina puede entonces responder a intereses, aunque también a la dificultad que representa para muchos analistas, formados en una única materia, el romper con lo que en algún momento estudiaron. Pero lo cierto es que el ser humano es múltiple, como lo son sus procesos y contradicciones”.

–Daría la impresión de que entre las décadas del setenta y noventa la economía emergió como hegemónica para el análisis social, mientras que en los últimos años la política volvió a tomar preponderancia, por lo menos en Latinoamérica. ¿A que obedece este cambio?
–En aquellas décadas se había logrado una constelación de países periféricos con gobiernos convencidos de las políticas subordinadas a la globalización financiera, las cuales permitieron las aberraciones de esos tiempos, aunque estos procesos comenzaron con dictaduras militares. Sin embargo, a inicios de la década pasada comenzó en nuestro continente una integración regional, que se hizo patente en el rechazo de muchos países al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Por eso, también los países centrales empezaron a utilizar herramientas políticas para intentar mantener la subordinación, y hoy vemos como en el caso de los fondos buitre interviene también la Justicia, lo que es la demostración de los limites del dominio económico, aunque la política nunca dejó de estar presente.

–¿Coincide entonces con el Gobierno en que la acción de los fondos buitre tiene también motivaciones políticas y que no sólo persiguen la mayor rentabilidad?
–Ambas cuestiones están presentes, ya que en realidad los fondos buitre forman parte de un entramado, porque detrás de ellos están ciertos sectores políticos y, a su vez, estos fondos están detrás de otros sectores de la política. La política nunca puede quedar afuera en las relaciones de dominio, y los buitres junto a estos sectores políticos, económicos, jurídicos y de los medios de comunicación buscan que aquellos países que históricamente respondieron a las políticas de las potencias sigan subordinados a sus necesidades. Pero es cierto que paralelamente está la búsqueda de maximizar el capital por fuera de las teorías económicas ortodoxas tradicionales. Estas teorías habían desarrollado un gran número de conceptos y fórmulas para hacer crecer al capital, lo cual se vio claramente durante la crisis de las hipotecas en Estados Unidos, donde se veía cómo funcionaban los derivados u otras fórmulas que llegaban hasta la estafa. Pero los fondos buitre crearon una nueva metodología, donde van más allá e involucran al Estado para avalar ganancias espurias, violando la Doctrina Champerty que prohíbe comprar deuda para luego litigar judicialmente. En realidad, este involucramiento del Estado para avalar negocios ya se vio en el pasado con el salvataje a los bancos, pero en el caso de los buitres responde a una estrategia claramente premeditada.

–Yendo más específicamente a nuestro país, existe un debate por definir el tipo de modelo económico, donde aparecen definiciones como posconvertibilidad, neodesarrollismo, o neokeynesianismo, entre otras. ¿Como lo describiría usted?
–Es un modelo nacional y reformista, que buscó cortar algunas cadenas con los sectores del capital concentrado, sosteniendo la política de desendeudamiento o dejando de responder a las políticas del FMI, es decir implementando modelos más autónomos y desembarazando al país de una tutela que fue muy perjudicial para nuestros intereses. Se trató de un gobierno que, al igual que otros en Latinoamérica, procuró salir de la crisis financiera de forma diferente a la de las décadas previas, regresando a esquemas de industrialización y a políticas sociales universales, aprovechando además el aumento de las materias primas para transferir ingresos. De todas formas, el Gobierno tampoco rompió de forma total con la estructura económica previa, ya que por ejemplo no sancionó una ley de inversiones extranjeras o de entidades financieras para regular más eficazmente el sistema bancario, como tampoco implementó una junta nacional de granos para regular el comercio agrario. Asimismo, la industrialización se montó sobre la base de empresas trasnacionales y de muchas armadurías totalmente dependientes de la importación de insumos.

–¿La falta de una burguesía nacional no condicionó también la acción económica del Gobierno?
–La burguesía nacional no existe desde hace mucho tiempo, está obturada por los sectores trasnacionales y por el agropecuario. Se tiene que tener una fuerte visión de país para actuar en la defensa de sus intereses, y si bien algo de ese empresario se puede encontrar en las pequeñas y medianas empresas, una gran parte depende material e ideológicamente, al igual que un importante segmento de la sociedad, de instituciones e ideas globalizadoras, con economistas ortodoxos y medios de comunicación que hoy juegan descaradamente el rol que antes jugaban los militares.

–¿Considera que el Gobierno tomó acciones para suplir esta falta de una burguesía nacional?
–Es un tema que planteo recurrentemente, el hecho de que en la Argentina es el Estado el que tiene que jugar el rol de burguesía nacional, es decir empujar a los sectores industriales. Este gobierno lo hizo en parte con las inversiones en ciencia y tecnología, pero tiene muchas deudas, aunque es cierto también que se desenvuelve en un Estado muy colonizado por funcionarios formados en la dictadura y el menemismo. Y también está la globalización y los condicionantes externos, todo lo cual impide en el ámbito empresario el surgimiento de algunos líderes como lo fueron en la política Néstor y Cristina Kirchner, Rafael Correa, Hugo Chávez, Evo Morales o Lula.

–¿Qué otras razones impidieron avanzar más profundamente en una política económica autónoma?
–En la Argentina siempre existieron fuerzas minoritarias del establishment que trazaron la política económica, salvo en parte de los gobiernos de Hipólito Yrigoyen, Juan Perón, Arturo Illia y más levemente en el de Raúl Alfonsín. Por eso los gobiernos que intentan un camino alternativo necesitaron transar, y el kirchnerismo también buscó tender puentes con representantes de los sectores de poder, lo cual realizó con aciertos y errores, porque también les puso límites. Así vemos como incorporó a Roberto Lavagna, Alberto Fernández, Martín Redrado o Martín Lousteau, pero eso no implicó ceder el Banco Central, o no intentar implementar la Resolución 125, entre otras medidas. Tal vez estas alianzas fueron necesarias en algunos momentos, obedeciendo a un cálculo político para crear los menores conflictos con estos sectores de poder, pero el Gobierno no tuvo en cuenta la historia, que demuestra que si se busca confrontar con estos poderes los conflictos vienen igual, y es así que desde 2008 estos sectores quieren destituir al Gobierno.

–Concretamente, ¿por qué sostiene que lo buscan destituir?
–Porque cumplidas ciertas tareas como la devaluación o los canjes de deuda que aliviaron la situación externa del país, ellos quieren volver a tomar las riendas, no quieren ir más allá, rechazan las políticas sociales y quieren regresar al negocio de tomar deuda. Creen que pasado el tiempo de la reconstrucción, es el turno de volver al gobierno para implementar un sistema totalmente favorable a sus intereses.

–¿Observa que siguen presentes algunas de las alianzas que manifestaba anteriormente?
–Puedo decir que cuando ya se busca un proyecto sin muchas de estas alianzas, es ya en una última instancia y frente a la crisis. Por eso, advierto una falla en no armar una fuerza propia más coherente. Y en eso no solo tuvieron que ver las alianzas pragmáticas, sino también la práctica de un gobierno provincial, que privilegió a muchos amigos antes que a personas más capaces, aunque esa es una característica de muchos ámbitos del país, porque se puede ver también en el espacio artístico o periodístico. Por ejemplo, convocó muy poco a los economistas del Plan Fénix, con excepción de algunos referentes y de forma aislada, más allá de que muchos nos sentimos identificados con varias cuestiones del actual gobierno, pero prefirió rodearse de amigos que en muchos casos no tienen la capacidad necesaria.

–¿Cree que estas falencias explican la merma en el apoyo durante la última elección?
–Sí, pero tampoco se debe dejar de mencionar el rol de los medios hegemónicos, que se basan en una fuerza fundamental, que es el componente egoísta del ser humano. Apelar a un mensaje de salvación individual antes que a un proyecto de país es un recurso que cuadra muy bien con los descendientes de un país de inmigrantes que vinieron a “hacerse la América”, es decir a buscar la salvación propia. La ideología de los medios refuerza este mensaje egoísta, que es además la base de la formación del capitalismo, y los medios responden a ese aparato capitalista. En realidad hacen esto en todo el mundo, pero en la Argentina es más intenso que en países como Bolivia y Brasil, porque sus sociedades tienen otras características.

Un argentino detrás de la Escuela de Frankfurt. El Instituto de Investigación Social en la Alemania de entreguerras albergó a intelectuales marxistas y freudianos como Max Horkheimer, Theodor Adorno y Herbert Marcuse, quienes conformaron lo que más tarde se denominó como Escuela de Frankfurt, un centro de estudio mundialmente reconocido y que dio luz a la denominada “Teoría crítica”. El último libro de Rapoport narra la vida de su fundador y mecenas, Felix Weil, quien era argentino, y a quien este historiador descubrió justamente por sus escritos sobre nuestro país. De hecho, según afirma Rapoport, “lo que más me interesó en un principio de Weil no fue su vinculo con la Escuela de Frankfurt, sino con nuestro país, lo cual descubrí a mediados de los sesenta en un artículo de la revista Fichas de Investigación Económica Social, escrito por el historiador y político Milcíades Peña y llamado “Argentina en vísperas del peronismo”, donde él hacía referencia a la biografía de Weil. Luego, cuando hacía mi doctorado en París, entré en contacto con el historiador económico Jorge Schvarzer, quien también me habló de Weil, pero nuevamente en su relación con Argentina y más allá de la Escuela de Frankfurt.

–De todas formas, resulta muy llamativo que haya sido un argentino el mecenas de la Escuela de Frankfurt. ¿Cómo llega Weil a financiar este centro de estudios?
–Su familia era alemana, pero vino a la Argentina en 1898 ya que su padre, Hermann Weil, fue enviado por una empresa de Mannheim, que era el centro del comercio cerealero de Europa, que buscaba aparentemente acumular granos en Argentina para hacer maniobras especulativas en el mercado cerealero y obtener beneficios extraordinarios. El plan falló y la empresa quebró, pero Hermann se hizo millonario, pues se encontró con el boom agroexportador de la Argentina. Su hijo Félix nació aquí, pero fue enviado a los nueve años a estudiar a Alemania, donde conversaba en su mansión con el ama de llaves y se empezaba a preguntar por qué razón los mayordomos no podían vivir en algunas de las amplias zonas de su residencia. Luego se vincula al Partido Comunista alemán, y en 1920 vuelve a la Argentina, donde continuaba funcionando su empresa, para trabajar para la Internacional Comunista, escribiendo incluso un folleto sobre el movimiento obrero argentino. Al año siguiente regresa a Alemania, donde organiza la Primera Semana de Trabajo Marxista, que reúne a intelectuales como Georg Lukács y Friedrich Pollock, y da pie a la creación del Instituto de Investigación Social, construyendo su edificio y manejando en un principio los nombramientos de los profesores.

–Sin embargo, vuelve a actuar en la Argentina...
–Weil, como los demás judíos alemanes, era más alemán que judío, pero con el clima cambiante y el incipiente nazismo de la década del treinta regresa a nuestro país, ya que si bien su empresa se estaba liquidando eso no afectaba sus finanzas personales. Reside acá y escribe artículos muy importantes sobre el intervencionismo de Estado, e incluso colabora en la redacción de la Ley del Impuesto a los Réditos, como asesor de la Dirección General Impositiva durante la gestión económica de Federico Pinedo, quien provenía del socialismo y en quien Weil confiaba por su proyecto industrializador. A fines del año 1935 renuncia a su cargo y se va a Estados Unidos, pero luego, en 1944, escribe un libro titulado El enigma argentino.

–¿Qué expresa en ese libro?
–Él señala que la industrialización es la única salida para nuestro país, y va a ser terriblemente crítico sobre el comercio de granos, detallando cómo se arma todo el esquema agroexportador argentino, de qué forma dominan a la producción y el crédito agrario, manteniendo al mismo tiempo sujetos a los trabajadores rurales y a los arrendatarios. Sin embargo, en ese entonces Weil cree que el golpe militar del ’43 es para restituir el viejo orden, es decir sostener el predominio agropecuario y sus alianzas con la industrialización foránea, pues para aquel momento cerca del 50% de las empresas argentinas estaban en manos de extranjeras, algo que también criticaba, porque afirmaba que a ellas no les interesaba invertir en la Argentina. Sus ideas sobre los militares de entonces fueron erradas, ya que Perón respondió a un país que se estaba autonomizando, así que va a potenciar la industrialización nacional, aunque la misma nunca dejó de ser débil, mientras que las leyes de protección al peón rural o el congelamiento de los arrendamientos resquebrajó de hecho el esquema oligarca. Igualmente Weil ya estaba interesado en otras cuestiones, elaborando textos sobre el New Deal norteamericano, colaborando con el Partido Demócrata norteamericano, trasladando la Escuela de Frankfurt a la Universidad de Columbia y apoyando más adelante el Mayo Francés del 68, unos años antes de morir.

Miradas al Sur - 18 de octubre de 2014

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