El presidente troll

Milei no solo acuñó términos instalados en la jerga política argentina, como “la casta”, sino que maneja los códigos de la acción comunicativa contemporánea: su estilo es una mezcla de divulgador-evangelizador y troll. Insistir con el mercado desregulado y la bondad capitalista difícilmente movilice pasión de multitudes. En cambio, apelar a temas socio-culturales tiene mayor tracción comunicativa. Silvio Waisbord escribe sobre el elemento esencial en la comunicación de la reacción conservadora actual: el trollismo.

A la derecha, la pared

La decisión de una parte de Juntos por el Cambio de apostar por la derecha radicalizada estaba cantada y era independiente de los resultados de las elecciones. Lo que hoy parece un golpe de timón es parte de un largo proceso cuyo resultado es aún incierto: la confluencia entre las derechas mainstream y las radicalizadas. ¿Qué escenarios se abren a partir del 19 de noviembre? Hay argumentos, dice Sergio Morresi, para pensar que la derecha radicalizada tiene chances de continuar siendo una fuerza relevante aún si fracasa en las elecciones de 2023.

A la búsqueda de posibles criterios para la reflexión política actual en la Argentina

En nuestro país, la derecha ha pasado de la hegemonía al dominio. ¿Cómo? ¿No es que había hegemonía de un proyecto nacional y popular? Que esté pasando lo que está pasando, y cómo está pasando muestra que no. No sólo porque el control de la comunicación nunca fue doblegado (y no me limito a los juzgados), sino porque el orden hegemónico nunca dejó de estar marcado por la combinación de dominio y consenso del proyecto neoconservador de orden global.

Brasil: ¿Por qué tanto odio?

Debemos tratar de entender las razones de la unanimidad conservadora en contra del Partido de los Trabajadores (PT) a pesar de que sus gobiernos ni reformistas fueron.

La derecha latinoamericana acepta casi todo, hasta el desarrollo y la democracia, mientras no vengan acompañados, sea de la emergencia de las clases populares, como pretendió el Brasil de Joao Goulart y Lula, sea de la defensa de las soberanías nacionales de los países de la región, como ya lo intentó el segundo gobierno de Vargas.

¿Cuáles son los límites de la derecha en América Latina?

Clima de euforia en los medios de la derecha latinoamericana, después de década y media de sucesivas frustraciones. Creen que pueden volver a ser protagonistas de la historia latinoamericana contemporánea. En los medios financieros y en los medios de información internacionales, hay verdadera euforia.

El ímpetu con que actúan en Argentina y en Venezuela puede dar la impresión de que saben hacia dónde quieren ir, que tienen la clave del futuro de nuestras sociedades, que se han renovado al punto de poder volverse fuerza hegemónica en la región. Critican a los gobiernos progresistas, como si se tratara de un ciclo agotado, al cual ellos se proponen suceder y superar.

El contraataque

Las nuevas derechas regionales crecen a partir de una agenda institucional y anti-corrupción y la decisión de aceptar el piso de derechos sociales construido en la última década. Aunque incipiente, su ascenso obliga a repensar los modos de definirlas.

Las derechas latinoamericanas debieron lidiar en estos años con importantes desafíos: si ya habían superado en buena medida el lastre de su pasado autoritario, la década del 2000 trajo una hegemonía de gobiernos de izquierda y nacional-populares poderosos electoralmente, que hicieron del neoliberalismo su principal antagonista.

Del canibalismo a la inclusión social

Vivimos un momento cuya trascendencia se oscurece al ritmo de las banalidades de la campaña electoral. El escenario político aparece dividido y las causas de la polarización no son claras. De un lado, el Gobierno propone profundizar un proyecto de inclusión social que, con sus más y sus menos, ha intentado concretar a lo largo de los últimos años. Del otro lado, una derecha rabiosa proclama el “fin del ciclo K”, pero no explicita el proyecto de sociedad al que aspira. Su objetivo es, en realidad, una vuelta al pasado. La inclusión social, la integración nacional, la participación activa de la población en el debate de políticas y en el control de gestión son algunos de los problemas medulares del momento. Sin embargo, la farándula política los oculta. Esto no es casual.

En otras notas publicadas en este diario hemos analizado la crisis global del capitalismo (Página/12: 6/1/2015; 15/7/2014; 14/3/2014). Esta no es sólo una crisis económica. Es también una crisis del sistema democrático liberal. De esto se habla poco y nada. Sin embargo, es un problema central. En lo que sigue abordaremos algunos aspectos de esta cuestión que, a nuestro entender, ayudan a comprender las limitaciones de nuestro propio sistema político.