Crisis financiera y trabajo femenino

En este artículo se examinan las cuestiones del empleo femenino y el trabajo digno, en el contexto de la crisis económica y financiera mundial actual. Se reconoce el papel sintomático del trabajo en el sector informal, se considera el impacto en los trabajadores de las microempresas, los trabajadores por cuenta propia, los trabajadores no remunerados en las empresas familiares y las actividades de asistencia. El enfoque se centra en las implicancias de la crisis actual para las trabajadoras, y en cómo las políticas gubernamentales (especialmente las políticas fiscales) y los mercados laborales respondieron durante la crisis.

Tropezar dos veces con la misma piedra

Aunque el negocio, como de costumbre, ha regresado al sector financiero, la devastación económica del mundo real causada por la crisis persiste, al igual que la fragilidad subyacente del sistema financiero. No hemos aprendido las lecciones de la crisis financiera mundial (CFG) y así se ha despilfarrado la oportunidad de llevar adelante una verdadera reestructuración del sistema financiero, que es necesaria para evitar otro crash.

La crisis económica y el cambio en el poder geopolítico en Europa

A finales del siglo pasado y principios del actual, se planteó a nivel mundial un cambio de ciclo hegemónico. Esta sucesión de poder se hizo más patente, en los últimos años, con la llegada de la crisis financiera mundial, que golpeó sobremanera a la economía estadounidense. Se concebía entonces que, con permiso de las potencias emergentes, la Europa comunitaria podía convertirse en el nuevo líder hegemónico por su fuerte peso económico y político a nivel mundial. Representaba, en principio, un modelo cohesionado y complementario, donde se habían aplicado desde la fundación de la CEE una serie de políticas de convergencia basadas en criterios de solidaridad interregional dentro de un conjunto de países cada vez más numeroso que acordaban cesiones de soberanía y concebían un crecimiento conjunto de sus economías, llegando a conformarse un enorme mercado de más de 500 millones de habitantes en 2011. Mostraba además, a pesar de las desigualdades regionales existentes, una economía competitiva por sectores, un desarrollo complementario basado en criterios de solidaridad interregional, una industria competitiva, unas estructuras sociales solidarias con unos Estados de Bienestar de gran tradición y altas cotas de sensibilidad medioambiental liderando todas las políticas y protocolos de actuación medioambientales.