Los secretos del TPP

En su discurso del miércoles pasado, CFK citó –y avisó que subiría a su Facebook– un artículo firmado por el Premio Nobel Joseph Stiglitz –y por el profesor del Instituto Roosevelt Adam S. Hersh– sobre “la farsa” del TPP. Recomendó leerlo para entender a qué se le llama eufemísticamente “libre comercio”. Hace diez días, intempestivamente dados los entuertos, las protestas y las presiones no sólo de centrales sindicales sino también de cámaras empresarias tanto de México como de los propios Estados Unidos y Canadá, el TPP (Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica) fue firmado por once países costeros del Pacífico: Australia, Nueva Zelanda, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Perú, Singapur y Vietnam.

Discutir los grandes temas

Los años 90, bajo la hegemonía política y cultural neoliberal, se caracterizaron por un vaciamiento de la esfera pública y las instituciones democráticas, en un proceso sustentado en los valores ideológico-culturales que se impusieron en una gran parte del mundo. El saqueo de empresas y riquezas nacionales sin otro justificativo que el interés privado de grupos concentrados, tanto extranjeros como locales, no habría sido posible en el contexto de una ciudadanía activa en la defensa de los intereses comunes y de nuestras riquezas naturales. Si ya desde el año 76, el accionar represivo había iniciado el desmantelamiento de las múltiples formas de organización popular, en la década menemista, el poder económico, vuelto también hegemónico en la política y en los medios masivos (principales constructores de lo simbólico y organizadores políticos en las sociedades actuales), orientó sus esfuerzos hacia la formación de un modelo de ciudadano aislado, centrado en el individualismo y ensimismado en una conducta y perspectiva individualista.

Pongamos freno a las corporaciones: ¿Quién? ¿Cómo? ¿Cuándo?

El capitalismo está en problemas. Seguramente no lo suficiente, pero tiene que lidiar con asuntos mucho más complejos que aquellos que enfrentaba hace una o dos décadas. No festejen – ni lloren – todavía. Un animal hambriento, acorralado, es más peligroso que uno bien alimentado, libre. El capitalismo se pregunta en cada momento, de dónde va a venir su próxima comida.

Desde que el neoliberalismo se volvió el modelo económico dominante a inicios de los años 80, y que el FMI ha impuesto los programas de ajuste estructural, primero en los países endeudados del Sur y ahora en Europa, los servicios públicos, en su mayoría, han sido privatizados. Pero esto no basta. Las corporaciones quieren que todos los servicios públicos se vuelvan una fuente de lucro, a la vez que no tienen inconvenientes en dejar las pérdidas al sector público. Las nuevas fronteras del asalto capitalista son la salud (a través de los seguros de salud u hospitales con fines de lucro), escuelas (con sistemas de bonos) y cárceles (con una cuota de ocupación garantizada…).

Davos 2012: más lamentos que propósitos de reforma

El fantasma de Karl Polanyi sobrevoló Davos. El tema con que se convocó la reunión de este año del Foro Económico Mundial fue “La Gran Transformación”, el título del libro de Polanyi que criticaba lo que consideraba el carácter utópico del capitalismo libremercadista del siglo XIX. Una libertad total de los mercados conduciría a un colapso político y social, sostenía.

A cuatro años de una brutal recesión que ha dejado desempleados a 200 millones de personas en el mundo, y con movimientos de protesta ocupando los espacios públicos en capitales occidentales, alguna introspección y balance tenía que llegar a Davos.

El programa de la reunión empezó el miércoles con un debate sobre si el capitalismo del siglo XX es apto para la sociedad del siglo XXI.