Anatomía del miedo

Pasó el 2012 y el mundo no se acabó: ¿ahora qué? Esa misma incertidumbre sobrevoló el sitio Edge.org cuando convocó a sus miembros para responder, como todos los años, una misma pregunta. Así fue como algunas de las mentes científicas, artísticas y periodísticas más brillantes dedicadas a pensar el mundo enfrentaron el gran interrogante posterior al apocalipsis que no fue: “¿A qué deberíamos temer en los próximos años?”. Tal como viene haciendo año tras año, Radar seleccionó y tradujo las mejores (y más aterradoras) respuestas: del fin del individuo y la enajenación tecnológica a los misterios de la mente y los riesgos de vivir demasiado.

Ojos al espacio

Se inauguró en Malargüe, Mendoza, una avanzada antena de seguimiento del espacio profundo, parte de la red de la Agencia Espacial Europea, que permitirá controlar misiones a Marte, Venus y Mercurio. Con ella, se consolida el polo científico internacional iniciado con la instalación, en esa ciudad, del Proyecto Auger, uno de los experimentos físicos más importantes del mundo. A través del Ministerio de Planificación Federal, Argentina participa en el desarrollo y recibe “tiempo de comunicación” para proyectos científicos propios

Menos residuos, más energía

El Centro regional INTI-Rafaela, a través de su Área de Medioambiente, se ocupa de la valorización de residuos y la producción de energías alternativas. En esta dirección, técnicos del Instituto participan en diferentes líneas de trabajo, en el marco del Programa de Competitividad Territorial BID/FOMIN, a cargo de la Asociación Civil para del Desarrollo y la Innovación Competitiva, Agencia Rafaela. A su vez, mediante un convenio firmado entre el INTI y la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA), se sumaron a trabajar expertos voluntarios que ya no ejercen sus profesiones en Japón y prestan servicios en otros países, compartiendo sus experiencias y conocimientos técnicos. Como resultado del trabajo realizado conjuntamente entre el sector científico-técnico (INTI-INTA), el sector educativo (Universidad Tecnológica Nacional, Facultad Regional Rafaela), el Centro Comercial e Industrial de Rafaela y la Región (CCIRR) y municipios y comunas, se concretaron dos proyectos.

Inédito: con el Conicet en el directorio, nace YPF Tecnología SA

Hace tres meses, Gustavo Bianchi trabajaba como consultor para empresas petrolíferas de la Argentina, Estados Unidos, Colombia y Ecuador cuando recibió una llamada del ingeniero Miguel Galuccio, que poco antes se había convertido en titular de YPF.

"Cuando escuché lo que quería hacer, los ojitos se me pusieron de todos colores", bromea Bianchi, para ilustrar el entusiasmo que lo lleva a trabajar siete días por semana en un proyecto sin precedente: el desarrollo de una empresa de soluciones tecnológicas para la exploración y extracción de petróleo, entre otras líneas de investigación, y cuyo directorio integran YPF y el Conicet. El paquete accionario se divide en 51 y 49%, respectivamente.

Con mucha ficha

El Estado nacional está diseñando una amplia política de telecomunicaciones que hará eje en la provisión de conectividad a través de fibra óptica, la utilización de las frecuencias 3G para brindar servicios de telefonía celular, la bajada de contenidos para la televisión digital abierta y la gestión y puesta en órbita de satélites de comunicaciones. El denominador común para llevar adelante esta estrategia es Arsat, una compañía pública que nació en 2006 para hacerse cargo de la operación de un satélite que pertenecía a la empresa Nahuelsat, pero con el tiempo pasó a ocupar un rol central en la planificación de la política de telecomunicaciones del Estado.

Medio siglo apuntando al cielo

En la época de oro del tango, un tema interpretado por Carlos Gardel afirmaba que llegar a los cincuenta años significaba haber vivido un lapso más que suficiente para enfundar la mandolina en las lides amorosas. Los irónicos versos la emprendían contra un tal Cipriano, a quien invitaba a retirarse a cuarteles de invierno.

No fue Gardel sino la ortodoxia económica y las errantes políticas científicas y tecnológicas de los años noventa las que intentaron mandar a cuarteles de invierno al Centro de Experimentación de Lanzamiento de Proyectiles Autopropulsados, conocido como Celpa 1 o Celpa Chamical. Un centro que –desafiando los poéticos mandatos gardelianos y las más prosaicas políticas neoliberales de los noventa– llega a sus cincuenta años sin ninguna intención de enfundar la mandolina y, por el contrario, renueva actualmente su histórica vigencia de la mano de un creciente apoyo estatal a la actividad aeroespacial argentina.

UN CLUB PARA POCOS

Hace cincuenta abriles –tangueramente hablando– el juego de la Guerra Fría sacudía el tablero geopolítico mundial con periódicas escaramuzas de diferente tenor. Una de las movidas clave de ese riesgoso juego era el desarrollo de la actividad aeroespacial, un terreno en el que la Unión Soviética parecía perfilarse como la casi segura ganadora. El gigante comunista había tomado ventaja en la carrera espacial frente a los EE.UU. por medio de sucesivos golpes, como lo fueron la colocación en 1957 del primer satélite artificial en órbita, el Sputnik, y la proeza de Yuri Gargarin, el primer humano que realizó un viaje espacial en 1961.

Impacto y visibilidad de las Revistas Cientificas

Con el convencimiento de la necesidad de generar espacios de discusión y de intercambio a nivel regional e iberoamericano entre editores de publicaciones científicas, el Centro Argentino de Información Científica y Tecnológica (CAICYT-CONICET) y la Biblioteca Nacional organizaron el Segundo Encuentro Iberoamericano de Editores Científicos (EIDEC 2010), continuando el camino trazado por el primer Encuentro, desarrollado en el año 2005.

El conocimiento científico es un bien común a toda la sociedad y, en la actualidad, la necesidad de generar conocimiento está presente en la agenda pública. Con el firme convencimiento de que la única manera de avanzar y contribuir a esta tarea es facilitando el acceso al conocimiento ya generado, es que reafirmamos la importancia y relevancia de la comunicación de la producción científica. La planificación en ciencia y tecnología y la existencia de instituciones fuertes, rectoras en materia científica, se hacen necesarias para la coordinación, promoción, ejecución, apoyo y difusión del acervo de investigación que se produce.

Cluster eólico argentino

Entre múltiples actividades de promoción y fomento de la actividad de proyectos e ingeniería de bienes de capital, CIPIBIC viene trabajando desde tiempo atrás en las cuestiones vinculadas a la generación de energía eólica.

De esta manera acompañamos a las empresas del sector en un área de sostenido crecimiento y que ha sido una de las más dinámicas dentro de las energías renovables.

Dado el potencial de nuestras empresas y las proyecciones de crecimiento de la actividad hemos decidido formalizar el CLUSTER EÓLICO ARGENTINO.

De esta manera creamos un ámbito específico para que más empresas puedan integrarse y desarrollar las tareas en común para beneficio de todos.

Contamos con la masa crítica de empresas necesaria para sostener con éxito esta iniciativa. A través de su experiencia CIPIBIC podrá coordinar el trabajo basado en el conocimiento y desarrollo tecnológicos de las empresas integrantes. El objetivo principal será garantizar la máxima integración nacional posible en cada uno de los proyectos eólicos que se construyan en Argentina.

Lo irreparable contamina

Como ocurría en la notable película Blade Runner –inspirada en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? del visionario Philip K. Dick– en la que los replicantes (cybors dotados de una inmejorable apariencia humana) se rebelaban al tomar conciencia de que habían sido creados con una fecha de caducidad como cualquier frágil mortal, los productos electrónicos que consumimos también han sido diseñados para cesar.

A esa muerte precoz y no anunciada se la denomina “obsolescencia programada” y es una problemática que atañe a la calidad de los productos desde una perspectiva de ética empresarial –elegir entre componentes durables y aquellos que garanticen una vida útil breve y, por lo tanto, una necesidad de consumo anticipado. Pero, por sobre todo, la obsolescencia programada plantea el dilema de qué hacer con los residuos de una cultura que, cada vez más, prioriza el consumo y el descarte veloz y carente de criterio ecológico.

El ingeniero Mariano Fernández Soler ha investigado este tema en el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI): “La obsolescencia programada es una manera peligrosa en términos de sustentabilidad de acelerar el ciclo de consumo, a través de diversas estrategias que pueden ir desde el desgaste de los componentes y una ‘irreparabilidad’ calculada, hasta el cese del soporte técnico aduciendo obsolescencia. Por otra parte, la competencia entre distintas empresas puede acelerar esos tiempos de obsolescencia programada, a partir de publicidad e inducción a los consumidores para el reemplazo constante de equipos de uso cotidiano”, desliza. “De acuerdo con datos aportados por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, los celulares duran en promedio para el usuario unos 18 meses, siendo reemplazados y descartados luego de ese tiempo –señala Soler–. Solamente el uno por ciento son reutilizados. En la Argentina, la situación no es distinta”.

Fernández Soler no es tampoco benévolo con la industria informática, a la que le adjudica la misma lógica especulativa: “Las PC tienen un comportamiento similar, a partir de la renovación constante de sistemas operativos, software y hardware , al solicitarle al usuario cada vez más potencia de procesamiento”. Ejemplica: “Recientemente, Microsoft ha decidido dejar de dar soporte al sistema operativo Windows XP, que es más utilizado en todo el mundo, ya que acapara el cincuenta por ciento de los usuarios a nivel mundial”, detalla.

El problema de la contaminación generada por una sociedad que consume mucho y descarta rápido, es un punto neurálgico de la obsolescencia programada. Los investigadores del INTI estiman que en 2011 los argentinos desecharemos unas 120.000 toneladas de residuos electrónicos, lo que significan unos 3 kilos por habitante al año. Los datos locales son elocuentes: durante el 2010 se vendieron un millón de TV o LCD, unos 12 millones de teléfonos celulares, 1,2 millón de impresoras y cerca de 2,65 millones de computadoras (PCs, netbooks y notebooks). La chatarra electrónica derivada del “use y tire” contamina suelos, cursos de agua, ecosistemas y, dato no menor, seres humanos. Un reciente estudio realizado en EE.UU. estableció que la basura electrónica genera el setenta por ciento de la contaminación de metales pesados en basurales o rellenos sanitarios. Puntualmente, cada vez que se entierra una heladera o una computadora, se afectan recursos minerales no renovables.

“Toda la industria del software propietario –entiéndase Microsoft y firmas similares– trabaja con la obsolescencia programada, y esta política la aplican no sólo en la Argentina sino en toda Latinoamérica –afirma Vladimiro Di Fiore, experto en informática y miembro de la Asociación SOLAR (Software Libre Argentina)–, ya que en los países periféricos las multinacionales no producen sino sólo venden. Tal vez en los juegos para PC esto resulte más evidente: todo el tiempo se busca que la gente tenga sí o sí que consumir nuevos productos. Lanzan un juego y lo que los fabricantes exigen para poder usarlo es que, como requerimiento mínimo, tengas una máquina que no está en el mercado desde hace más de tres meses”. Di Fiore aporta otro ejemplo: “Los programas para chat o videoconferencia obligan a la gente a tener la última versión del sistema operativo que sólo funciona en una máquina de determinadas condiciones que, casualmente, no es la tuya”. Para eludir esta encerrona, el software libre ofrece, según Di Fiore, vías alternativas: “Hay proyectos en marcha que te permiten utilizar viejas terminales 486 en red, que funcionan perfectamente y no generan chatarra informática”.

Los profesionales del INTI también trabajan sobre este tema. La abogada Leila Devia explica la situación en la que se encuentra nuestro país: “Desde 2006 el INTI es huésped del Centro Basilea para América del Sur, que sirve a diez países de Latinoamérica y con el que hemos consolidado un proyecto para hacer un inventario de los e-waste (desperdicios electrónicos) en la región –explica. Pero en esta categoría no califican sólo computadoras y televisores, sino también otros aparatos que utilizan energía. Aplicamos las normativas de la Unión Europea (Wright y Ross) para ver cuál era el parque en nuestros países, pero hubo que circunscribirse a las computadoras porque el relevamiento era muy complejo”. Determinar qué destino tienen estos residuos y quiénes son sus generadores es la clave de la cuestión: “Otros tipos de residuos industriales tienen productores definidos, pero en el caso de los e-waste somos todos, porque todos consumimos heladeras, televisores y computadoras. Somos generadores de un residuo que podés calificar de sólido urbano pero que tampoco es basura”. De hecho, existen varios proyectos de ley en la región. En Brasil, por ejemplo, encuadran a los e-waste en la categoría “residuos sólidos urbanos”, pero casi todas las legislaciones le dan un rango especial. Devia precisa: “Son residuos que se generan en los domicilios, pero exigen tener un sistema de gestión especial. En la Argentina, desde 2008, hay un proyecto de ley presentado por Daniel Filmus, con media sanción del Senado, que apunta a acordar con todos los actores cómo será el sistema de gestión nacional”. Según la abogada, en América latina la estrategia más avanzada sobre qué hacer con la “chatarra electrónica” le pertenece a Colombia, y la Argentina intenta seguir esa línea. “El proyecto Filmus apunta a proteger el medioambiente de la contaminación generada por los residuos electrónicos, propone reciclarlos y categorizarlos de otra manera para generar productos que puedan ser más durables”.