Una experiencia europea. La frustración del socialismo reformista

En los años iniciales del nuevo milenio se presenta un nuevo movimiento en muchas partes del mundo, una resistencia masiva contra la globalización neoliberal. Nuevas formas y constelaciones dicen lo mismo que muchos de los viejos ya dejaron de decir, y se resisten a la transformación de la tierra, del agua, de la fuerza humana laboral, de toda la vida humana en mercancía. Advierten que la política tiene que ser movilización, organización y participación. La expansión brutal del capital lleva a que casi todo intento de detenerla conduzca a un enfrentamiento directo y, además, con el capital internacional. Por eso también se ha hecho más evidente que la línea divisoria entre la izquierda revolucionaria y la reformista no tiene validez. El reformismo tiene que ser revolucionario, y viceversa. Las reformas tienen que fortalecer al pueblo y socavar las bases del sistema capitalista para lograr la meta de construir una sociedad nueva, solidaria, igualitaria, en armonía con la naturaleza. Por lo cual, en la época de la globalización, los movimientos y los partidos de base social, más que nunca, tienen que ser internacionalistas.

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