Antes y después del 24 de marzo. Carta de Omar Varela

Junto con mi familia estamos viviendo un nuevo 24 de marzo. Han pasado muchos años, pero en mis recuerdos -que no se borran- estuve reviviendo aquellos días, los anteriores y los posteriores. No sé por dónde comenzar porque todos esos recuerdos me provocan dolor, desagrado y la certeza de que nunca supe dónde habían ido a parar aquellos jóvenes residentes médicos. Sin haberlos tratado sino simplemente haberlos cruzado en los pasillos del hospital, un buen o, mejor dicho, un mal día, dejamos de verlos. Trataré de ordenar mis recuerdos: Sucedió antes del 24 de marzo, serían las diez de la noche, ya preparados para irnos a descansar, Bety, Pablo, Laura, Gabriel y yo. Comenzamos a oir gritos que venían de la calle, ruido de pasos, corridas, voces de mando y, de pronto, una que ordena en forma perentoria: ¡Tírese al suelo, carajo! ...y enseguida, el tableteo de disparos. Todos nosotros estábamos en el pasillo de los dormitorios, frente a una ventana que dejaba ver algo hacia afuera. Los gritos y las órdenes siguieron, pero también se sumaron los tiros. Por momentos veíamos unos hilos de luz que acompañaban los disparos. Lo único que atinamos fue a tirarnos al piso. Escuchamos ruido de pasos corriendo, luego silencio. No sabíamos qué hacer: irnos a dormir, bajar al comedor, quedarnos en la misma posición en la que estábamos.

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